Capítulo 9

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CARISSA

Varias mujeres, entre ellas mi madre, alisan mi vestido antes de colocar mi velo para que cubra todo mi rostro.

No quieren que se noten mis ojos hinchados, llore toda la noche, trate de no hacerlo, sin embargo, mi cuerpo no obedeció a mi mente.

Constantemente me repito que esto lo hago por mi hermana, por mi familia, sobre todo ahora que mi hermana mayor está de regreso después de ser abandonada por su esposo.

Huyo con una mujer comprometida dejándola en ridículo.

Mi hermana no está aquí, no está lista para enfrentar todo lo que murmuran sin piedad sobre ella.

-Te ves hermosa, Carissa. –Mi abuela deja un pequeño beso en mi mejilla antes de dejar caer la tela en forma de cascada.

Le sonrió con honestidad, me alegra saber que hoy se encuentra lucida, la mayoría de los días cree estar viviendo en la época de su juventud.

Mi madre me observa desde el otro extremo de la habitación con un gesto de desaprobación.

A pesar de que fue ella quien me entrego sin mi permiso.

No la culpo, ser mujer no es fácil, mucho menos lo es ser viuda con hijos que dependen de ella, la sociedad de una u otra manera se encarga de juzgarnos.

-Tienes que dejar de llorar. –Se acerca sosteniendo un pañuelo para que lo tome.

Doy pequeños golpes en mis mejillas para no estropear mi rostro.

Coloco mis manos sobre mi vientre mientras controlo mi respiración.

Las mujeres que nos acompañan se van a sus lugares.

-Hace tanto calor. –Uso mis manos como abanico.

-No lo hace, está prácticamente nevando, contrólate.

Intenta dar la vuelta para caminar hacia su lugar, pero la detengo sosteniendo su mano.

No lo veo venir, me percato que está abrazándome hasta que sus manos envuelven mi cuerpo.

-Todo estará bien. –Su voz entrecortada me provocan ganas de llorar hasta que mis ojos se queden secos, pero lo controlo cuando se aleja diciéndome con la mirada que casi es hora que entre a la iglesia.

Trata de alejarse nuevamente cuando de nuevo tomo su mano.

-Dime que todo estará bien otra vez. –Me niego a soltar su mano.

Anoche antes de dormir entro a mi habitación y acaricio mi cabello por un tiempo no dijo nada hasta que fue hora de marcharse y lo dijo por primera vez.

-Confía en mí, tu esposo sabrá cuidar de ti.

Cierro los ojos con fuerza.

-Sonríe, es tu boda no un funeral. –Me regaña.

Niego antes de que desaparezca por la puerta.

Me paro atrás de la puerta y doy vueltas por el pasillo esperando el momento de entrar.

Estoy tan nerviosa además de este intenso calor que siento en mi cuerpo.

Espero no desmayarme.

-Te ves preciosa. –Corro hacia ella y ella extiende sus delgados brazos cuando ve el estado en el que me encuentro.

-Siento tanto que tengas que pasar por esto, detesto no tener el dinero para ayudarte, debí casarme antes, así podría pedírselo a mi esposo-

-No te preocupes, estaré bien, solo necesito el abrazo de mi amiga antes de entrar.

Señorita DaftDonde viven las historias. Descúbrelo ahora