Capítulo 31

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CARISSA

El sonido de una mujer sufriendo en el baño resonaba por toda la casa, esa mujer soy yo.

Me inclino por el lavabo, vomitando el desayuno con fuerza con mi rostro pálido y sudoroso.

Xander acaricia suavemente mi espalda con una mano y con la otra sujetando mi cabello.

-Desearía poder tomar tu dolor y hacerlo mío. No soporto verte sufrir así.

Intento responder a sus dulces palabras, pero mi estómago no lo permite y vuelvo a vomitar con mis manos temblorosas aferrándose al borde.

-Sé que esto es difícil, pero cada día que pasa, estamos más cerca de conocerlo.

Asiento ligeramente, las náuseas matutinas se intensifican con el pasar de los días, no puedo esperar a que desaparezcan, ese día seré muy feliz.

Me siento en el piso, exhausta, dejo caer mi cuerpo hacia atrás apoyando la espalda contra el pecho de Xander.

Me sostiene con firmeza, sus brazos me rodean mientras me pide que descanse.

Mantengo los ojos cerrados hasta que me ofrece un paño húmedo para que limpie mi rostro.

Permanecimos en la misma posición por unos minutos más hasta que estoy segura de que no expulsaré algo más, no hay nada más que sacar.

-¿Te encuentras mejor? –Muevo la cabeza de arriba abajo.

Me ayuda a ponerme de pie, en cuanto mis pies fueron capaz de sostener mi peso, solo pude enterrar mi rostro cansado en su camisa y cerrar los ojos.

Todos los días es lo mismo, lo único que me apetece es comer para después vomitar y finalmente dormir durante muchas horas.

-Vamos a la cama, necesitas una buena siesta.

Siento un enorme peso en cada fibra de mi ser, por lo que no me opongo y me dirijo junto a él a la habitación.

Al llegar me acomoda en la cama, mi cuerpo se encuentra tan débil que me siento como una muñeca de trapo.

-Duerme todo lo que necesites, estaré vigilando que te encuentres bien.

Cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño, una enorme paz me invade cuando rodea la cama y se acuesta a mi lado.

***

Una mano acaricia mi rostro y no necesito abrir los ojos para saber de quién se trata.

Lo primero que veo es una luz cegadora que proviene del exterior, se me dificulta enfocar la vista, pero cuando consigo hacerlo veo a mi esposo mirándome con ternura.

-Es hora de comer, debes levantarte.

-Solo quiero dormir. –mi voz es ronca.

-¿Por qué no me acompañas a dar un recorrido por el jardín? Te hará bien.

Lo pienso brevemente.

Extraño mis habituales paseos por el jardín, podría pasar todo el día allí, pero... -Niego con la cabeza. –estoy demasiado cansada, no lo disfruto como antes.

Suelto un suspiro antes de enterrar la cara en la almohada.

-No puedes dormir todo el día, querida, además no olvides que mañana debemos asistir a la casa de tu madre.

Ruedo los ojos.

El siguiente día pasó exactamente lo mismo, los malestares no me abandonaron hasta que fue hora de partir a mi antiguo hogar.

Señorita DaftDonde viven las historias. Descúbrelo ahora