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—Guao. Yo... pensé que vivías en una cueva o algo por el estilo —JiMin murmura sorprendido, haciendo un examen visual a las ruinas frente a él.
—¡¿Qué clase de animal crrees que soy?! —espeta YoonGi a su lado, malhumorado y gruñón, de vista amarillenta y colmillos expuestos.
JiMin se echa una risilla pasando revista al vampiro cascarrabias que no ha parado de refunfuñar desde que lo llevó a sus famosos aposentos.
JiMin ha de admitir que esperó algo parecido a una cueva, como lo mencionó recientemente, mas no como lo que tiene en frente: las ruinas de un castillo de siglos de antigüedad, tan escondido entre grandes árboles de secoya que ni siquiera se es posible divisarlo a terreno bajo.
El sol no logra asomarse ni por rendijas de alguna rama. Todo a su alrededor está oscuro y húmedo, hay neblina que va y viene al ritmo del escalofriante viento. Hace frío y todo está en completo silencio, aunque de vez en cuando se escuchan cuervos graznando.
JiMin pensó: <Los humanos se volverían locos si descubren este lugar habitado por un vampiro>.
—¿Vas a entrrar o vas a quedarrte ahí como espantapájarros? —YoonGi habló bajo el marco de dos grandes puertas de hierro, de color negro ya desgastado.
El humano consiguió avistar hacia dentro de las ruinas de lo que fue alguna vez un castillo empoderado. Adentro parece estar más oscuro que ahí afuera.
Pero la curiosidad es todavía más grande que cualquier miedo o mal presentimiento que el humano posee. Por lo tanto, se encamina callado hasta YoonGi.
Acaba de sentir un escalofrío pasearse por su espina dorsal, pues dentro de las ruinas hay más frío de lo que hay afuera y todo es, incluso, más sombrío y aterrador de lo que se imaginó.
Hay cientos de cuadros llenos de polvo colgados en paredes rasgadas que han perdido todo su color natural. Hay escaleras a las que le faltan peldaños, muebles cubiertos de más polvo y candelabros envueltos en telaraña.
No hay un sólo rincón que no esté bajo la suciedad. Hay alrededor un olor rancio que cala las fosas nasales de JiMin y le molesta. Lo hace tener ganas de estornudar.
—¿Cómo encontraste este lugar? —quiere saber. Su voz retumbó en ese salón.
—No lo encontrré, me perrtenece —esclarece YoonGi, observando a su alrededor—. Vivo aquí desde que tengo existencia.
—¿Cuántos años tienes? —se le da por preguntar, al girarse en dirección a YoonGi.
YoonGi levanta los hombros y con la misma los deja caer. ¿Qué puede responder si no sabe con exactitud qué edad tiene? No lo recuerda bien.
Ha pasado muchas estaciones del año viviendo en el bosque, tantas que ha perdido la cuenta. Puede verse deprimente, lo sabe. Es un vampiro solitario.
—Confórrmate con saberr que ya existía cuando tu pueblo comenzó a ser habitado porr los humanos —se limita a decir.
