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JiMin suelta un sonido gustoso con la garganta, pero hecho con el corazón. De sus carnosos y rojizos labios se enciende una sonrisa hipnotizante que le roba el aliento a YoonGi. YoonGi, tras el fin del abrazo, decide no soltarlo y encajar las manos, unas manos tan frías como el invierno, sobre su cintura.
JiMin eleva la mirada y la conecta con unos ojos de miel que terminan por endulzar la sonrisa que cuelga de su rostro. Se muerde el labio durante un segundo y entonces procede a coger a YoonGi del cuello de su camisa holgada. Sin más, estampa sus labios contra los de YoonGi; tan adictivos como estudiar el grimorio.
Acaba de puntillas para mantener el beso. YoonGi es un par de centímetros más alto que él, pero a veces tiene la impresión de que le dobla el tamaño. Tal vez porque YoonGi tiene extremidades alargadas y delgadas.
Los pies de JiMin tiemblan, resulta un arduo trabajo permanecer de puntillas y sólo sujetado de los huesudos hombros de YoonGi. Aun así, él es terco y deseoso de sentir los labios de YoonGi contra los suyos, pese a que los labios de YoonGi saben a sangre. No se da por vencido con el beso, pero sí con la posición incómoda para obtenerlo.
Recobra su postura normal, sus pies llegan a tocar suelo por completo. El beso no se rompe, él no lo permite. Ha impuesto presión en la nuca de YoonGi con su mano. De este modo, logra que YoonGi quede en postura encorvada, para continuar con el beso y dedicarse a mover sus labios tan lento como una danza.
Ya no tiene miedo de que YoonGi le clave los colmillos por accidente. Ahora sabe que YoonGi lo cuida y que, la razón por la que el beso siempre es pausado, es porque YoonGi está al pendiente de ocultar los colmillos para que no rocen con sus labios. YoonGi siempre lo cuida y lo protege.
—Si me trajiste aquí para ver cómo este te mete la lengua hasta la garganta, mejor me retiro.
YoonGi abre los ojos a la velocidad de la luz; una voz desconocida se presenta y arruina el momento íntimo que tiene con su humano. Todavía más veloz gira la cabeza hacia su izquierda. Termina gruñendo desde el fondo de su garganta, cuando sus ojos amarillentos observan al humano que le clavó una flecha en el cuello la noche anterior.
Aquel humano por el que sus venas corre la sangre de JiMin está tranquilamente apoyado a un árbol, comiendo una manzana con una mano y con la otra sujetando una daga de marfil. Él se enfurece tanto que muestra sus colmillos filosos desde principio a fin, dejando ver sus encías rosáceas. Sus pupilas se dilatan de golpe.
Libera sus manos de la cintura escasa de JiMin para echar vuelo directo al otro humano y buscar venganza por una herida que ya está más que cerrada y sin rastro de que fue hecha. En apenas un segundo se encuentra frente a ese humano. Por sus articulaciones viaja el deseo de perforar ese cuello blanco con sus colmillos y sus garras, desprender la cabeza del cuerpo y colgar el cuerpo como una bandera.
