La luna llena ilumina toda la aldea. Las nubes están esparcidas entre un cielo de lóbrega y el frío impenitente cala los huesos de los aldeanos, que, incluso estando enardecidos, tiritean.
Los niños corren asustados a esconderse detrás de sus madres, las mujeres se los llevan adentro de sus humildes viviendas hechas con paja y madera, y los hombres se quedan afuera; aunque hay noche frívola.
Se encienden las fogatas para iluminar más el pequeño campo vacío que hay detrás de la aldea mientras los gritos enardecidos de los hombres retumban a sus alrededores. Muchos con palos, piedras y horcas de carga.
Un grupo de siete hombres está preparando el poste de la horca con unos troncos y una soga gruesa, otro grupo con el mismo número se encuentra preparando unas estacas con tocones de madera.
—¡Ya los traen! ¡Ya los traen! —grita un hombre de no más de cuarenta años, con una horca en la mano, agitado y sudoroso.
—¡Prepárense! —dice aquel que se encargó de terminar el poste de la horca.
A continuación, veinte hombres van llegando con antorchas y palos, haciendo un bullicio que se escucha por toda la aldea. Diez de ellos abren paso entre los aldeanos que ya estaban en el campo y los otros diez están llevando consigo a dos seres que pertenecen al mismísimo infierno:
El primero; es aquel que fue hecho y enviado a la Tierra por el mismo demonio de tridente y cola, Satanás, para acabar con la humanidad como venganza, usando a este ser a su imagen y semejanza. ❝Drácula❞ se hace llamar.
Es arrastrado por el suelo cubierto de piedrecillas incómodas a pies descalzos, tiene en cada extremidad tres gruesas cadenas de hierro y al lado del corazónincrustado una estaca que lo desangra; la sangre negra deja su rastro.
Está furioso, sus ojos rojos brillan como una lunada sangrienta, sus largos colmillos se muestran en todo su esplendor, su rostro pálido y de porcelana posee una expresión de furia total, pues ha sido capturado por simples mortales que lograron debilitarlo hiriéndolo cerca de su corazón.
Forcejea por obtener su libertad y defenderse, pero al estar lastimado físicamente, porque fue linchado cruelmente por los aldeanos en el momento de su emboscada, su fuerza se va deteriorando. Aun así, en sus planes no está rendirse.
—¡Amárrenlo!
—¡Todavía tiene mucha fuerza!
—¡Entonces debemos debilitar su fuerza!
—¡Sujétenlo!
Durante unos minutos se hizo un debate entre los aldeanos, puesto que no están de acuerdo en atacar al Conde si éste todavía tiene fuerza para defenderse. Todos piensan que podría jugar sucio y soltarse para hacer una matancina.
