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YoonGi miró despectivo al hombre que recién se había puesto a su lado esperando su turno para ser atendido. Poseía un olor muy fuerte a sudor. Arrugó su nariz incómodo. Le gruñó guturalmente por la cercanía que tenía con él. Estaban a nada de rozar brazos.
Llevó a ciegas su mano directo a la cintura de JiMin, que yacía delante suyo eligiendo algunas frutas frescas. Sujetó a JiMin con firmeza, procurando no imponer fuerza de más para lastimarlo, pero sí la suficiente para protegerlo de ese humano a su lado.
Una mujer apareció a su otro costado. Él volvió a gruñir antes de echarse un estornudo debido a que su nariz picó por aquel fuerte olor a sangre que la mujer poseía a causa de la menstruación.
Se irritó bastante, sin poder creer que de verdad se encontraba en un lugar inundado de humanos y que éstos eran exactamente tan intolerables como siempre se lo imaginó.
Estaba a la defensiva, se podía notar con sus gruñidos hechos desde la garganta. Sus ojos yacen de un amarillo intenso, mostraba los colmillos huraño, mas nadie conseguía fijarse en ellos gracias a la capucha sobre su cabeza.
—Muchas gracias. Tenga buen día.
JiMin finalmente ha comprado todo lo que se le antojó comprar en un puesto lleno de gente. Con una sonrisa amable se despidió de la dulce mujer que lo atendió y entonces giró sobre sus talones para salir de esa fila tan apretada.
Estuvo a punto de coger la mano de YoonGi para guiarlo hacia la salida de ese puesto y, al mismo tiempo, para evitar que se le pierda entre la multitud. Sin embargo, estuvo conciente de que recibiría muchas malas miradas y murmullos si la gente lo veía haciéndolo.
Tomar la mano de un hombre siendo él uno no es normal. Está mal visto en todo el pueblo. No iba a arriesgarse a que alguien le llegara con el chisme a su papá y que fuese regañado por tomarle la mano públicamente a otro hombre.
Por ende, en voz baja le pidió a YoonGi que se mantuviera siempre a su lado y que por nada del mundo se fuera a separar de él, pues hay mucha gente en esa feria y perderse, para encontrarlo, sería un verdadero reto.
—No deberrías prreocuparrte porr mí —le dijo YoonGi caminando con las manos hacia atrás, con una postura bastante elegante—. Si yo me pierrdo, yo te encuentrro.
—¿Y cómo me encontrarías? No conoces este pueblo en lo absoluto, genio —alegó dándole una lamida a su manzana acaramelada—. Te perderías y me llevaría mucho tiempo encontrarte.
YoonGi negó con la cabeza sin decir una sola palabra. Así de callado se detuvo frente a él para quitarle suavemente las bolsas que cargaba y ayudarlo con ellas.
Mientras se las acomodaba en las manos, YoonGi le dijo lo siguiente en voz baja cual secreto:
—No imporrta si estás entrre una multitud, yo te encontrrarría hasta con los ojos cerrados.
