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¿Por qué el aire se siente tan denso y por qué hace tanto frío? Cala hasta los huesos de JiMin. La claridad o algún rayo de sol molesta la vista de JiMin, lo que se le es extraño porque es de noche. ¿Qué está pasando?
JiMin siente que está sobre una gran nube de algodón en el que su cuerpo se siente extremadamente cómodo, pero que sobre él hay un gran peso que le está quitando el sueño. Arruga el entrecejo rehusándose a abrir los ojos, pues quiere descansar un rato más hasta que sus energías físicas y mentales estén al cien por ciento.
Suelta un bostezo mientras poco a poco va abriendo los ojos pesadamente. Se toma unos segundos para recuperar su vista y enfocar correctamente lo que parece ser un cielo muy azul cubierto por nubes muy blancas. A su alrededor hay muchos árboles robustos y verdes con frutas sazonas, por el aire vuelan mariposas de mil colores que desprenden escarcha de sus colitas. Se escuchan pájaros cantar.
—¿Estoy en el cielo? —se pregunta a sí mismo tan confundido que podría comenzar a dolerle la cabeza.
—Por supuesto que no, tontito. Los hechiceros no van al cielo, lo cual me resulta ciertamente racista.
El cuerpo cómodamente acostado de JiMin da un sobresalto ante aquella desconocida, pero que se escuchó muy cerca, voz. Dirige la vista hacia el peso encima suyo y nota a un chico muy parecido a él, quien es el responsable de que no pueda respirar bien. El chico está, prácticamente, sobre él.
La confusión se manifiesta en su cara, sumándole a la perturbación de haber estado dormido mientras un desconocido lo observaba acostado sobre él. Comienza a ponerse asustado y abochornado; sus mejillas se colorean en carmesí. Trata de reunir las palabras para pedirle a chico de favor que salga de encima suyo.
—Oh, eres tan adorable, JiMin —comenta el chico entre risitas, acatando lo que su lenguaje corporal está gritando y bajándose de su cuerpo.
—¿Tú... quién eres? —pregunta murmurante. Titubeante apoya los codos en el pasto, para inclinarse un poco. Sigue demostrando confusión y miedo.
—¿No me reconoces? —el chico sonríe genuinamente nostálgico—. Soy KhaeMin.
—¿Qué? —Es lo primero que su boca pudo soltar debido al abrupto ataque de la consternación. Termina con la boca semiabierta aparentemente extraviado, hasta que escucha una nueva risa. Entonces regresa en sí elevando la vista—... ¿Entonces estoy en el cielo? ¿Sí... morí?
—Que no estás en el cielo. Ya te dije que los hechiceros no van al cielo, tienen un lugar reservado en algún punto del infierno —le repite KhaeMin negando, poniendo los ojos en blanco—. Pero sí, moriste. Ahora este es tu nuevo hogar y, como eres mi pariente, debo darte asilo.
KhaeMin le comparte una sonrisa comprensiva a JiMin en un intento por consolarlo. KhaeMin tiene en cuenta de que la primera vez en el mundo de los muertos puede llegar a ser difícil, más para los jóvenes que en vida hicieron mil y un planes para explorar el mundo entero. Pero resulta que la muerte no avisa; sólo impacta, arrastra y, en el momento menos esperado, el infierno da la bienvenida a un nuevo olvidado.
