Capítulo 1. Vanesa.

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Vanesa


Vanesa🌸

Jueves 16 de febrero del 2023.

En la estación de subtes, veo a un chico en un rincón cerca del baño. Paso junto a él y le sonrío en forma de saludo al entrar al baño. Después de retocar mi maquillaje, salgo y lo vuelvo a ver.         «¿Debería hablarle? ¿Y para qué?», me pregunto.
     Él me mira, intentando disimular su desdén. «¿Le caigo bien?» Lo observo sin descaro. Se quita los auriculares y espera a que diga algo.
     —Disculpa, no quería molestar.
     Camino hacia el andén. «¿Qué le pasa?», me pregunto.  No miro así a nadie. Debería sentirse afortunado.
     Su actitud despectiva me molesta de verdad. ¿Es que no me vio? Estoy mal acostumbrada a gustarle a la gente, lo reconozco.
     Llega el subte y subo. Ese chico también sube. Tiene unos ojos azules brillantes, casi irreales, que me dejan embobada. Quiero que me mire a toda costa. Pero no mira nada ni a nadie. Parece desinteresado en el mundo; quizá no debo tomármelo personal. Aún lleva puestos sus auriculares, como si estos lo desconectaran del mundo real.
     Nuestros ojos vuelven a encontrarse, y siento que mi corazón da un vuelco con ese mínimo movimiento. Late a mil por hora, y algo lo atrapa con fuerza, sin querer soltarlo. No puedo dejar de mirarlo, y él me observa ahora muestra interés, como si estuviera confundido o algo así.



Recuerdo sus ojos y me lamento por no haber escuchado su voz. Es que él era tan...
     —Vane, Vanesa —me nombra Mia. Abro los ojos y me saco los anteojos de sol, mirándola confundida—. ¿Te dormiste?
     —No, solo estaba pensando.
     Ella hace un gesto de desinterés y mira al chico que tiene al lado.
     —Él es Román, mi primo del que te hablé —dice señalándolo mientras le sonríe. Mia me mira con los ojos bien abiertos y una sonrisa fingida, y solo entonces me doy cuenta de su señal.
     —Ah, hola, Román —saludo sin entusiasmo—. Soy Vanesa.
     Él me sonríe. Tiene una remera de Star Wars hace que no muestre interés. No tengo ganas de tener una conversación con él.
     —Un gusto, Vane.
      Mia lo echa.
      —Anda a la pile, Román. Nosotras nos vamos a quedar aquí hablando.
      Él me guiña el ojo, se dirige a la piscina, se quita la remera en el camino, toma impulso y se lanza al agua, dónde están:
     Matías, el hermano mayor de Mia, es uno de mis mejores amigos. Aunque es el mayor, a veces puede ser un poco tonto. Es como la versión masculina de Mia, aunque ella es más inteligente y cuidadosa.
     Maite también está en la piscina; es amiga tanto de Mia como mía, y es la más buena de todas nosotras.
     Y luego está Padua, el crush de toda la vida de Mia. Él es hijo de una de las esposas de Sergio (el papá de Mia y Mati) y, aunque vive en Italia, de vez en cuando viene de visita a Argentina.
     —¿Qué te parece? —me pregunta Mia.
     Sigo mirando a los chicos que juegan vóley en la piscina.
     —¿Qué cosa?
     —Ay —suspira—. Me refiero a Román, ¿te gusta? —interroga.
     Reboleo los ojos y suspiro; se ve impaciente por escuchar mi respuesta.
     —En realidad, no me gusta nada. ¿Y qué pasa con esa remera? Él debe ser uno de esos chicos que van a la Comic-Con y solo hablan de películas de superhéroes, viviendo en su propio mundo. Además, no es mi tipo.
     Ella deja caer la espalda en el respaldo de la reposera.
     —No juzgues, pero sí, sí es así. Pero ¿cómo es tu tipo? —me pregunta. Apoya un codo en el posa-brazo de la reposera, el mentón en la palma de su mano y me mira atenta.
     Pienso en la respuesta mientras juego con mis dedos. En realidad, no sé cómo sería mi tipo.
     —No lo sé, solo sé que no me gusta y ya.
     —¿Y qué onda con Mati? —pregunta mirando a su hermano que está en la piscina.
     —Es tu hermano —respondo, obvia.
     —Ya sé que es mi hermano, tonta. Él te ama, Vanesa —susurra seria y sin despegar sus ojos de los míos.
     —No digas eso —susurro, y ella me mira sin expresión, como si yo fuera irritable y estuviera pensando qué hacer para no mandarme al...
     —¡Hola, linduras! —nos grita Lucas.
     Levanto la mirada y veo que Lucas viene con una bandeja que tiene unos vasitos y unas cucharas.
     —¿Viste quién viene? El amor de mi vida —dice Mia en un tono demasiado sarcástico, y con una emoción falsa.
     Él se sonroja, y me río.
     —¡Hola, Mia! ¡No tenés ni idea de cuánto te extrañé! —dice Lucas a Mia con el mismo tono sarcástico que ella usó con él.
     Deja la bandeja en una mesita que está en el medio de las reposeras. Veo que los vasitos tienen ensalada de frutas.
     —Hola, Luquitas.
     Me levanto y le salto encima para abrazarlo.
     —¡Hola, Vane!
     —¿Cómo estás? ¿Cómo estuvieron tus vacaciones? —pregunto, sonriendo de emoción.
     —Increíbles. Hacía mucho que no veía a mi familia. Por suerte, todos están bien.
     —Qué lindo que lo hayas pasado tan bien —digo, mirando su bonita sonrisa que tanto extrañé estos casi dos meses—. No tenés ni idea de cuánto te extrañé.
     —Yo también los extrañé mucho.
     —¿Por qué no me dijiste que venías?
     —Para mí también fue una sorpresa, pero eso da igual.
     —¿Y yo? ¿Soy invisible? —interviene Mia con un tono de impaciencia, ella no posee la virtud de la paciencia.
     —No me olvido de vos, Tweety.
     Lucas se sienta al lado de Mia, agarra sus manos y besa sus nudillos. Le aparta el flequillo de la cara a la rubia y besa su frente. Ella lo abraza rodeando su cuello, y él la abraza por la cintura. Los miro con ternura.
     —¿Me extrañaste? —pregunta Lucas a Mia.
     —Obvio... que no —miente la rubia. Obvio que lo extrañó y mucho.
     —Mentirosa. ¿De qué hablaban? —nos pregunta.
     La suelta, y ella a él. Él agarra un vaso con ensalada de frutas y una cuchara, me los da, y Mia y él también toman ensalada de frutas.
     Lucas se queda sentado al lado de Mia. Vuelvo a sentarme y miro a los chicos en la piscina. Ellos todavía no se han dado cuenta de que vino Lucas.
     —¿No me van a contar?
     —Es que son cosas de chicas, ¿viste?
     —No me importa si hablan de sus cólicos o cosas así.
     Mia hace una mueca de asco, y suelto una risita.
     —No digas eso, rarito —dice Mia.
     Él niega y se llena la boca de frutas.
     —Estaban hablando de alguien, ¿no? ¿De qué pibe hablan hoy? —nos interroga Lucas.
     —¿Qué te pasa? ¿Estás celoso? —insinúa Mia.
     Él se muerde el labio y la mira pensativo.
     —De alguien como vos, no puedo ponerme celoso. Te dije que no te hagas ilusiones, Tweety.
     —La verdad es que Mia quiere conseguirme novio —intervengo en su charla de enamorados.
     Él me mira sorprendido con los ojos abiertos de par en par, y ella con los ojos entrecerrados.
     —¿Quién? —intenta saber Lucas.
     Mia deja de mirarme y vuelve a llenarse la boca de frutas.
     —Nadie. No me gusta nadie de los que me presenta.
     —Porque en realidad es lesbiana, solo que no quiso decirnos —miente.
     —Soy cien por ciento hetero, solo que no me gustan. Que no me guste cualquier cosa con dos patas y que respire, no significa que no me gusten los chicos —explico, cansada de sus conclusiones.
     —Tiene razón. No la presiones. Además, vos tampoco tenés novio —opina Lucas a mi favor.
     Mia agarra una lata de cerveza y le da unos tragos. Luego, deja la lata a un costado y suspira.
     —No puede ser que esté en su último año de secundario y nunca haya tenido novio —dice Mia con una actitud despectiva.
     —Mia, basta. Ya voy a encontrar al indicado. No te lo voy a decir hasta que sea mío, solo para estar segura de que no me lo robes.
     —Está bien, perdón. Ahora tómense una cerveza —nos ofrece y le da una lata a Lucas.
     Él agarra la lata con desconfianza. A él no le gusta tomar alcohol; solo lo hace en ocasiones especiales, a pesar de que ya puede beber legalmente.

Nuestra Estación (editando ortografía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora