Capítulo 7. A nadie le importo.

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A nadie le importo


Tobías.

Viernes 24 de marzo del 2023.

Estoy en el secundario, muriendo de aburrimiento y hambre porque hoy no desayuné. Solo había unas galletitas, y mis "queridos" hermanitos se las comieron; hoy tampoco fueron al colegio. No tengo ni un peso. Miro mi celular para ver la hora: son más de la una, y tenemos clase con la profesora Tufaré.

Parpadeo varias veces obligando a mis ojos a mantenerse abiertos. Tengo mucho sueño, y me resulta fácil dormir en clase. Lo que me molesta es que los profesores me reten por hacerlo y que los adolescentes se rían de mí. Puedo tomar el riesgo. Mis viejos discutieron toda la noche, por eso tengo tanto sueño. Son insoportables. Creo que todos los padres son insoportables a su manera. Algunos tienen muchas novias, otros son sobreprotectores y otros son dependientes de cosas como el alcohol, las drogas o las apuestas.



—¡Álvez!, ¡Álvez! —grita mi apellido—. Despiértese, no puede dormir en mi clase. Si iba a dormir, se hubiera quedado en su casa, ¡Álvez!

Despierto gracias a sus gritos, abro los ojos, levanto la vista y miro el rostro de la profesora loca.

—Cinco minutos más —pido, mientras escucho las risas de los adolescentes.

—¿Creés que este es un lugar para dormir? —me pregunta retóricamente, visiblemente irritada. 

Sé lo que suelo provocar a las personas sin empatía.

—Señora, estoy agotado. No me dormiría en su interesante clase si no fuera necesario.

—Seguro que pasaste toda la noche de fiesta —insinúa, mirándome con desprecio.

Me molesta que la gente hable sin saber. Estoy harto y no merezco esto.

—Mi viejo llegó de madrugada. Mis viejos discutieron toda la noche. ¿No le parece normal que esté cansado? ¿Podría dormir con todo ese lío? —le pregunto, expresando mi frustración.

Digo la verdad porque estoy harto de que la gente opine sobre mi comportamiento sin entenderme. Todos dicen lo que quieren sobre mí y no aguanto más esta vida.

La profesora se da la vuelta, da unos pasos y se detiene frente a la carpeta de un chico. Luego, se cruza de brazos.

—Voy a llamar a tu mamá. 

Volteo los ojos y suelto una risita burlona.

—Llámela —digo, sonriendo falsamente. Luego, vuelvo a estar serio—. No contestará, y si por casualidad lo hace, no le importará. O mejor aún, ¿por qué no llama a mi viejo? —propongo, suspirando y haciendo una mueca de sorpresa.

La miro, esperando que diga otra cosa sin sentido como esas que le gusta decir de los demás. Luego, fijo la mirada en esa persona ignorante de los problemas ajenos.

—¿Quiere que vaya a dirección? Al director tampoco le importa lo que haga. No pierda su tiempo conmigo.

Apoyo mi cabeza en mi mochila, que está sobre la mesa, y la uso como almohada.

Esa chica me está mirando. ¿Me habrá observado todo este tiempo? ¿Me mira con lástima? No sería algo nuevo para mí; todo el mundo me mira así. Vanesa no es todo el mundo, pero representa un mundo que todavía no conozco. Esa chica tan linda y con una vida aparentemente perfecta siente lástima por mí. «¡Qué asco!».

Nuestra Estación (editando ortografía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora