Me gustan tus ojos. Capítulo 4.

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Me gustan tus ojos


Tobías

Viernes 17 de marzo del 2023.

Entro al baño medio dormido, tengo una muda de ropa limpia para cambiarme después de bañarme. Canto en voz baja una canción de Nicki Nicole y CAZZU.
     —Nadie me dijo que sería tan complicado, el deseo de tenerte a mí lado...
     Kevin me interrumpe, me empuja, se agacha frente al inodoro y empieza a vomitar.
     —Ay, carajo —murmuro asqueado. Salgo del baño, voy a mi habitación y tiro la ropa en la cama—. Maldita sea —suspiro.
     Kevin vino hace unas horas y estuvo de joda toda la noche.
     Camino hacia la cocina-comedor y pongo la pava con agua a calentar. Me quedo al lado de la cocina, apoyo mis manos en la mesada y dejo caer mi peso, parpadeando varias veces.
     —Por fin te despertaste —me dice Lautaro. Lo ignoro. Él abre la alacena y saca un paquete de galletitas de agua—. Si mamá se entera de que Kevin no estuvo acá anoche, se va a poner más loca de lo que está.
     —Kevin me importa un carajo —digo, cerrando los ojos e intentando respirar normalmente—. ¿No debés estar en el secundario? —pregunto, extrañado por su presencia en casa.
     —Debería, pero no tengo ganas. Estaba muy cansado para levantarme temprano —contesta.         —Hacele algo de tomar a Martu —pido.
     —No, yo lo hice ayer. Te toca a vos —dice con una sonrisa burlona.
     —Yo sí voy al secundario —digo, tomando en cuenta que él no hizo ni eso.
     —Cosa tuya. Si Martu ni siquiera se levanta, mamá se va a enojar —siempre dicen eso.
     —Y los únicos que van a estar acá para escuchar sus gritos serán ustedes —digo, liberándome de las responsabilidades.
     Me doy la vuelta para mirarlo. Él lo piensa y se da cuenta de que tengo razón.
     —Ni siquiera vas a estudiar. Seguro vas a estar escuchando música o dibujando, o sea que...Interrumpo.
     —O sea que no te metas en mi vida. Y te informo que pienso terminar de una vez el estúpido secundario.
     Él agarra una galletita y la parte en dos frente a mí con mirada amenazante.
     Kevin se acerca a nosotros, agarrándose de las paredes.
     —¡Hola, familia! —nos saluda. Lauti lo mira con una sonrisa burlona—. Ya salí del baño, Tobías —me dice.
      Yo lo miro sin expresión, teniéndole una paciencia increíble.
     —Creo que ya se dio cuenta —opina Lautaro y baja la mirada.
     —No me importa en qué condición estás. Anda a limpiar el baño ahora, límpialo con lavandina. No quiero que Martina entre a ese baño, y después me voy a bañar.
     Kevin asiente con la cabeza, cierra los ojos, desliza su mano por la pared y se cae de cara al piso, y Lautaro se ríe.




Bajo las escaleras, paso por encima de los molinetes porque no tengo carga en la tarjeta SUBE. Me dirijo a mi rincón, al lado de los baños y junto a la boletería, en medio de estos dos. Me siento en el piso, saco mis auriculares de mi bolsillo y me los pongo en las orejas. Luego, saco mi celular y reproduzco "Otra vez te soñé" de C.R.O. Intento concentrarme en la música, en la voz de C.R.O, en la letra y en el sentimiento. Cierro los ojos. La gente de la boletería ya me conoce; incluso me dieron la contraseña de su internet. Abro los ojos y miro la pared gris y sucia que tengo frente a mí.
     Alguien se coloca frente a mí. Observo sus piernas flaquitas; lleva un jean celeste ajustado. Levanto la mirada y la veo: es Vanesa. La miro sin expresión, mostrándole poco interés. La seriedad en mi rostro no parece afectarla; ella solo mira mis ojos. Meto la mano en el bolsillo de mi pantalón y saco el celular. En este momento, suena "Beso amargo" de C.R.O. Pauso la música para escuchar lo que tiene que decir.
     La quedo mirando, esperando a que diga algo. Vanesa se corre el pelo de la cara y lo coloca detrás de la oreja, y se queda quieta como si estuviera paralizada.
     —¿Qué estás escuchando? —intenta saber.
     Desvío la mirada hacia un costado. No entiendo por qué se dirige a mí. Su pregunta me resulta interesante, pero no quiero contestarle. Realmente no debe importarle, y, además, dudo que tenga idea de quién es C.R.O.
     —¿Por qué te importa? —contesto en un tono agresivo, seguro y sin mirarla—. ¿Qué querés? —pregunto al ver que sigue ahí parada, sin decir ni hacer nada.
     —Nada —responde como tonta.
     —Entonces, rajá de acá —le digo a esa piba, sonando fastidiado.
     Me fastidia que me interrumpan mientras busco algo de paz, y más si lo hacen sin razón.
     —Me gustan tus ojos —dice de la nada.
     La miro con sorpresa por su confesión. Le presto atención a su expresión un tanto tonta, y no puedo evitar soltar una risita divertida ante su extraña e innecesaria revelación.
     —¿Por qué me lo decís? —pregunto, sonriendo.
     Tal vez sea un reto, pero no entiendo por qué viene con eso de la nada.
     —No lo sé, creo que... es que... por eso vine —balbucea, insegura.
     Parece sincera. Pensaba que era buena para ligar, pero seguro nunca se ha encontrado con alguien como yo. Aun así, logra hacerme reír.
     —¿Para ver mis ojos? —pregunto con incredulidad.
     —Si lo decís así, suena tonto.
     —Debe ser porque lo es —respondo, desviando la mirada—. ¿No tenés que ir al secu? —pregunto, volviendo a mirarla.
     —Vos también, ¿no? —pregunta.
     —Tengo que, pero no me pinta —contesto.
     —Bueno, tengo que irme porque quiero y debo. Además, está a punto de llegar mi subte —dice, apurada.
     —Chau —me despido, bajando la mirada.
     Ella se da la vuelta y se va.

...




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Nuestra Estación (editando ortografía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora