Capítulo 2. Tobías.

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Tobías

Tobías

Miércoles 1 de enero del 2020.
Miro el cielo, aún despejado y soleado. Entre mis dedos, un pedazo de pasto recién arrancado del suelo se deshace en pedacitos mientras intento liberar el estrés.
     Kevin se acerca riendo de algo. Estoy sentado en un banco de madera, y él, tratando de contener la risa, intenta ponerse serio, aunque nunca ha sido su fuerte.
     —¿Qué te pasa? —pregunta, inclinándose ligeramente hacia adelante.
     Desvío la mirada hacia los árboles que nos rodean: jacarandas, palos borrachos con flores amarillas y rosas, ceibos, tilos... todos igualmente perfectos. Suspiro profundamente.
     —Le dije a Cazzu que venga al campito, porque quería empezar el año con ella —respondo, tratando de sonar neutral.
     —Entonces mejor me voy, no quisiera interrumpirlos —dice con tono sarcástico.
     Reboleo los ojos y él me da unas palmaditas en la espalda a modo de consuelo.
     —Seguro que, si te quedás y viene Cazzu, podrías aprender algunas cosas sobre cómo tratar a las minas —bromeo, intentando aliviar la tensión.
     —Seguro —responde él, riéndose de sí mismo.
     Me levanto y me acerco a un palo borracho. Arranco una flor amarilla del árbol y regreso al banco donde Kevin sigue sentado. Él me observa mientras me siento a su lado.
     —¿Qué? —pregunto, buscando que deje de mirarme.
     —En serio te gusta ella —dice, ahora con un tono más suave.
     Bajo la mirada, me encojo de hombros y suspiro.
     —Sí, ¿y? —digo con indiferencia, aunque mi corazón late más rápido.
     —No pasa nada. Está bien que mi hermano esté enamorado. Es lindo verte tan feliz —dice sonriendo.
     —No empieces con los sentimientos —le pido, rodando los ojos.
     —Perdón, ojalá que duden mucho con Cazzu.
     —Solo tengo ojos para ella. Sé que es mi primera novia, pero...
     En este momento, mi celular vibra. Lo saco del bolsillo de mi pantalón, lo enciendo y miro la pantalla, pensando que es Cazzu.
     —¿Es tu chica? —pregunta con un tono de picardía.
     —No, es la vieja —contesto, y abro un mensaje de voz de mamá.
     —Tobías, ¿dónde estás? —pregunta, histérica, mediante el celular—. Te dije que no salieras sin avisar, ¿te lo dije o no te lo dije? Decime dónde estás. Te estuve llamando a gritos en la casa y nadie sabe dónde carajo estás.
     —Parece que se enojó —comenta Kevin mientras reviso si tengo llamadas perdidas de Cazzu. Solo tengo veinte llamadas de mi vieja.
     —¿Te parece? —pregunto retóricamente.
     —Si sabe que te vas a ver con tu chica, se pondrá muy histérica. ¿Y después? ¿Quién la aguantará con sus sermones? Vos no, siempre te encerrás en nuestra habitación con esos estúpidos auriculares, y la que tiene que bancar somos nosotros —dice, como si él fuera tan responsable.
     —Se enoja porque la mamá de ella estaba con el viejo. Ale supuestamente no la ve hace años, pero la ve mediante Cazzu. Por eso está tan contento de que yo esté con la hija de la que era su noviecita —explico.
     —¿No pensaste que ella puede ser como su vieja? Tal vez muy en el fondo...
     —Ella se crió con nosotros, ¿te olvidaste? —pregunto.
     Él niega con la cabeza, mira al frente, y yo observo la flor de palo borracho mientras acaricio sus pétalos, sintiendo su suavidad bajo mis dedos.
     —¡Hola, nenes! —nos grita Cazzu mientras camina hacia nosotros.
     —¡Hola, cuñada! —grita Kevin a mi chica.
     Ella se acerca a nosotros, nos da un beso en el cachete a Kevin y a mí. Yo sigo con la mirada baja, sigo serio. Ella suspira y se pone una mano en la cintura. Hay un momento de silencio antes de que hable.
     —No sabía que iba a estar tu hermano —dice Cazzu, queriendo decir que quiere que estemos solos.
     —Ya me iba, no te preocupes —dice Kevin a Cazzu sin ofenderse.
     —No te lo tomes mal, ¿eh? Solo es algo de novios. Por eso, si no, con gusto dejo que te quedes —dice, y Kevin me toca el hombro en forma de despedida.
     —Bueno, por favor, no vengas tarde, Tobías. En serio, no te metas en problemas, que esos nos sobran. Nos vemos, linda —él se despide y se va rápido, dejándonos solos.
     —Ya llegué, Tobías —anuncia ella.
     —Me di cuenta —murmuro entre dientes apretados y mirando fijamente la flor en mis manos.
     Ella suspira y se sienta a mi lado, su expresión cansada refleja que sabe que estamos por tener una discusión.
     —¿Qué te pasa? —pregunta con un tono de cansancio.
     —¿Dónde estabas? Hace una hora te estoy esperando —me quejo, enojado, pero eso solo lo demuestro con mi seriedad, igual que siempre.
     —No es cierto.
     —Te dije que vinieras a las cinco, y ya son las seis —digo, y sigo mirando la flor amarilla en mis manos.
     —Hace calor, así que no iba a venir a la hora que dijiste —dice, como si fuera tan obvio responde como si fuera lo más obvio del mundo.
     —Me hubieras mandado un mensaje para decirme que ibas a venir tarde.
     —Aaaah, sí. Es que mi cargador no funcionaba, y mi hermana estaba usando el único que había —miente.
     —¿Y entonces...? ¿Tu celular estaba apagado? —pregunto, aparentando creerle.
     —Exacto.
     —Y si tu celular estaba apagado, ¿cómo puede ser que estuvieras en línea durante cuarenta minutos? —pregunto, ya mostrándome enojado en mi tono de voz.
     Ella no dice nada más. Mantengo la seriedad para que entienda que no me gusta que siempre haga lo mismo.
     Ella suspira, dándose por vencida. Me abraza por el cuello y me besa en el cachete con pura ternura.
     —Me olvidé... perdón. Se me pasó la hora, pero no significa que no me importes —dice, con una voz suave y arrepentida.
     Miro sus ojos verdes, que se clavan en los míos.
     —Si hubiera sido yo el que se olvidaba, hubieras hecho una escena —respondo, tratando de mantener la calma.
     —Sí, sí lo hubiera hecho. ¿Y? Da igual. Lo importante es que estoy acá con vos, el novio más lindo. Tengo mucha suerte de tenerte, ¿viste? —dice ella, intentando persuadirme de su falta de responsabilidad en nuestra relación. Y lo logra.
     —Sí, tenés mucha suerte. Por eso creo que deberías comprometerte más con nosotros —le recuerdo, con un tono más serio.
     Ella pone su mano en mi cabeza y me despeina, sabiendo que eso me molesta. Pero siempre se lo permito.
     —Te quiero, Tobi, y lo sabés. No estés enojado —dice, y me da un beso en el cachete, pero lo hace lentamente, haciéndome cerrar los ojos un momento.
     —Te amo, Cazzu —confieso, dejando salir mis sentimientos.
     —A veces pienso que amás más a esa mina que a mí —dice, enojada.
     Ella se enoja por el apodo que siempre le digo, "Cazzu", como la rapera CAZZU.
     Agarro su mano y beso su muñeca. Ella sonríe. Beso sus nudillos y vuelvo a mirarla a los ojos.
     —No te equivoques. Te amo más a ti. Quería darte esto —le muestro la flor, y ella intenta agarrarla, pero tomo su mano antes de que lo haga—. No me vuelvas a fallar. No quiero que sigas olvidándote de mí. Pienso en ti las veinticuatro horas del día, siempre en vos. Es porque me tenés como un tonto enamorado —declaro sin vergüenza alguna.
     Ella sonríe y niega con la cabeza.
     —Uno muy tonto —dice, conteniendo una risita.
     Le pongo la flor en la oreja, y nos sonreímos



Viernes 17 de febrero del 2023.

Kevin y yo estamos repartiendo currículos en los locales. Llevo mis auriculares puestos, escuchando "Lo que soy" de C.R.O. Kevin me arranca los auriculares de las orejas, interrumpiendo la mejor parte de la canción. Lo miro con bronca, conteniendo mis puños apretados a los costados.
     —¿Qué caraj...? —empiezo a decir, pero me interrumpe.
     —Terminás el secundario, una gran etapa de tu vida, y empezás otra: una más independiente, más madura, estresante y complicada, pero independiente. Y eso es algo bueno —dice él sin despegar la mirada de su maldito celular.
     —No tenés que recordármelo todos los días, ya lo sé —respondo, cansado de sus estupideces.
     —Si no encontrás laburo, nunca podrás independizarte como tanto quéres, amigui —añade.
     «Así es, Kevin. Seguí metiéndome presión en la vida, maldito perro...», ironizo en mi mente, pero me interrumpo a mí mismo para contestarle.
     —A diferencia de vos, yo soy un poco más responsable —digo, esbozando una sonrisa falsa.
     Así es, aunque la palabra responsabilidad no está escrita en nuestra familia.
     Entramos en un local de ropa. Es grande, pero no exageradamente. Vemos un cartel en la vidriera que dice:

"Se necesita personal de limpieza y para atención al cliente"

     —Acá seguro conseguimos, Kevin —digo, intentando ser positivo, algo que no soy y nunca seré.
     Mis manos tiemblan ligeramente mientras intento no ilusionarme con esto, porque duele más cuando te ilusionás y perdés, que perder ya esperando ese resultado. La plata no es solo para; cada peso que gané tendrá que servir para ayudar a mamá. Por eso me duele y me frustra que nos rechacen.
     —Probablemente le den ambos puestos a una mina, Tobías. No creo que ni siquiera nos acepten los currículums.
     —Con esa actitud negativa no vamos a llegar a ningún lado, Kevin —digo, frunciendo el ceño.
     —Siempre te digo eso yo, ¿y qué es lo que siempre me decís? —me pregunta.
     Lo empujo dentro del local y entro detrás de él. Nos acercamos al mostrador, donde un tipo de unos cincuenta años aproximadamente, pelado y con una expresión de aburrimiento, está mirando su celular.
     —Hola, buenas tardes. Veníamos a dejar unos currículos por el cartel de la vidriera —digo, mostrándome simpático y amable.
     El pelado levanta la vista hacia mi cara, despectivo, antes de dirigirse a Kevin con la misma mirada. Baja la vista y observa nuestra ropa. Kevin tiene puesto un short amarillo de una tela finita y una remera blanca. Yo llevo una bermuda azul un poco rota y una remera negra de mangas cortas. Estamos en verano, si no, habríamos venido mejor vestidos.
     —¿Se puede? —pregunta Kevin.
     El tipo nos mira con desprecio. Como si fuéramos dos vagos faloperos.
     —¿Tienen experiencia al menos? —nos pregunta con su desagradable voz—. Porque no les voy a dar trabajo a unos vagos.
     —No, pero, aunque sea el de limpieza... —empiezo.
     —¡Váyanse! ¡No les voy a dar trabajo a unos vagos como ustedes! ¡Cirujas! —nos insulta, y no entiendo por qué.
     —Vámonos, Tobías —me dice Kevin y me agarra del brazo.
     El tipo vuelve a mirar su celular como si nada.
     —No entiendo por qué nos trata así. Solo venimos a pedir laburo humildemente, y obvio no tenemos experiencia si todos los viejos garcas como ustedes no nos la dan.
     —¡Váyanse o llamo a la policía, carajo! —vocifera.
     Kevin me lleva afuera. Lo empujo con fuerza y camino solo, con los puños apretados y la mandíbula tensa.
     —¿Qué te pasa, Tobí? —pregunta Kevin, su voz llena de preocupación.
     —Nada —respondo, sin detenerme, aún furioso.
     —Quizás sea una señal del destino. Tal vez no debes laburar, Tobías. Quizás debes terminar el secundario —dice, intentando mantener su tono positivo.
     —Nadie pidió tu opinión —le espeto, y él baja la mirada, haciendo una mueca de dolor.
     —Ya lo sé, pero creo que deberías enfocarte en otra cosa. El secundario es aburridísimo, pero... ¿qué te parece conocer a una wacha? —sugiere, tratando de animarme.
     Lo miro con una expresión que claramente dice: "No vuelvas a molestarme con eso, imbécil".
     —Sé que aún estás dolido por lo que pasó con Cazzu, pero... —comienza a decir, pero no le permito seguir.
     —No vuelvas a nombrarla —digo sin mirarlo, no porque esté dolido, sino porque la detesto.
     —Deberías conocer a alguien más, alguien más mejor —insiste.
     —No se dice así, bruto —lo corrijo, y él voltea los ojos, ignorándome.
     —Lo que importa es el punto. Deberías conocer a una nueva mina, alguien linda y simpática —repite.
     —Exacto, alguien que combine conmigo —respondo, sarcástico.
     —Bueno, tal vez te contagie la buena onda. Necesitas alegría en tu vida —opina.
     —Sé lo que necesito —digo sin mirarlo.
     —¿Qué necesitás? —pregunta, curioso. Sonrío y lo miro.
     —Un arma.

...

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Nuestra Estación (editando ortografía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora