Un Casi Algo Inesperado. 36. PARTE 1.

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36. PARTE 1.

Un Casi Algo Inesperado


Vanesa🌸

Miércoles 28 de junio de 2023.

Me enredo con las sábanas hasta llegar al borde de la cama. Siento el sol en mi cara, pero... Si mi ventana tiene persiana, ¿cómo es que...? Intento abrir los ojos y, al abrirlos, veo una ventana a un par de metros de la cama; la ventana tiene las cortinas abiertas y por eso entra el sol. Miro al piso donde están mi campera y mis zapatillas.

Ya recordé. Me doy la vuelta y me encuentro con los ojos azules de Tobías que me mira. ¿Me miró todo este tiempo? ¿Toda la noche?

—Buen día —digo; él no dice nada.

Él se pone boca arriba y mira el techo.

—No deberías estar acá —dice y cierra los ojos.

Bostezo y me siento en la cama; me froto los ojos con los puños y vuelvo a bostezar. Bajo los brazos y lo miro.

—Pensé que me extrañabas.

Él me mira.

—Yo no dije que no lo hiciera; dije que no deberías estar acá —especifica.

Él se sienta en el borde de la cama y me da la espalda.

—Al menos podrías decirme buenos días.

Él se levanta de la cama y se pone unas pantuflas; camina hacia otra puerta que está en la habitación. La abre y veo que es un baño pequeño.

—Te dije muchas veces que no cumpliría tus expectativas —dice, y siento un aire burlón en sus palabras—. Ve a la habitación de Mica si necesitas algo; es la que está al lado de esta —dice y se encierra en el baño.

La tiene con lo que me advirtió, pero es cierto, maldita sea, es tan cierto que me enojo conmigo y no con él. Espero tanto de él, sabiendo que me dijo que no desde el principio. ¿Creíste que queriéndote iban a cambiar las cosas? No, él es un chico que piensa muchas veces las cosas y si cree que no es bueno estar conmigo no lo va a hacer, sin importar lo que sienta por mí. O quizás estoy exagerando con eso de que me quiere, porque yo puedo quererlo mucho, pero él quizás no.

Me pongo las zapatillas y voy a la pieza de Mica; toco la puerta con unos golpecitos y espero a que me conteste o abra.

—Mica —la llamo.

—¿Qué? —pregunta ella, sonando demasiado cansada.

Creo que todavía no despertó.

—Mica, soy Vanesa. ¿Puedo pasar? —pregunto.

Ella no responde, así que vuelvo a tocar la puerta.

—Sí, pasa, pero no me obligues a levantarme —dice ella.

Entro a su habitación y la examino con la mirada: las paredes son rosas; tiene un escritorio que se ve muy viejo; hay unos pósteres de cantantes, parece; y tiene una cama grande con un acolchado blanco con rayas rosas.

Ella está acostada toda retorcida en la cama y tiene la boca abierta; seguro que ella es de las personas que se babean por la noche.

—Disculpa, ¿puedo agarrar un peine? —pregunto.

Ella asiente.

Me acerco a una puerta dentro de la habitación que supongo que es un bañito, igual que el de la habitación de Tobías. Abro la puerta y veo un baño con azulejos negros y el piso igual de negro y brillante; tiene una ducha también. Me acerco al lavamanos y me lavo la cara y las manos. Me seco con una toalla que está ahí colgada y después me desenredo el pelo.

Nuestra Estación (editando ortografía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora