CAPÍTULO I

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ANTONETT

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ANTONETT

—Corre Maxim, ¡corre! —lo tomo de la mano.

Tengo miedo, me tiemblan las manos y solo quiero seguir respirando, pero el humo lo evita. Mi visión cada vez se hace más borrosa, solo puedo captar el fuego cada vez acercándose a nosotros.

—Antonett, por allá —señala la puerta principal y yo lo sigo.

Solo quiero que alguien me despierte y me diga que fue una pesadilla, pero la adrenalina, el susto, mis instintos; me dicen que es la realidad.

El castillo cada vez es más consumido por el fuego y eso solo hace que grandes pedazos de éste, amenace con caernos encima.

—Ya estamos cerca osita —dice con una pequeña sonrisa sin dejar de lado la voz ronca por falta de agua.

Sonrío al escucharlo, su mano, su voz, esos momentos en que me brindó su mano cuando nadie más lo hizo, jamás lo podría olvidar.

De repente siento como respirar ya es una carga y me detengo para intentar agarrar un poco de aire.

«Grave error»

Me dejo caer en el piso intentando con todas mis fuerzas respirar. Para estas alturas la voz de Maxim la escucho como si fuera de lejos.

—¿Antonett? —se gira y al verme en el piso entra en pánico —ven osita, yo te cargaré —se agacha para levantarme tipo princesa.

Por instinto miro hacia arriba y veo como el candelabro de oro y cristal amenaza con caernos encima y después de eso mis instintos fallan.

Se escucha un estadillo.

—¡¡NOOO!!

1 años antes

—Con su permiso. Me retiro —hace una reverencia para salir de mi habitación.

Es abrumador ser de la realeza, a veces pienso ¿Qué es tener un poco de libertad? Un poco de verdadera felicidad.

Me acerco al ventanal para ver el hermoso jardín, tan impecable, tan... Perfecto.

Perfección es lo que quieren que domine de mí. Leyes reales las cuales debo seguir y si no cumplo con algunas de ellas me tendré que preparar mentalmente para los castigos.

Demostrar ante el público que sonreír, mover la mano, ser bella y parecer perfecta lo es todo en una princesa. Ojalá fuera, así como los cuentos de hadas nos hacen pensar.

Me coloco una capucha que me cubre de pies a cabeza por órdenes de mi mamá, siempre lo tengo que hacer si quiero salir de mi habitación, eso y que siempre visto de ropa anticuada como del siglo XIX.

Una empleada se me acerca a toda velocidad, pero sin dejar la elegancia y belleza al caminar.

—¿Desea algo mi princesa? —hace una reverencia.

ANTONETTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora