CAPÍTULO XXIII

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MAXIM

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MAXIM

Teníamos exactamente una hora para arreglarnos y estar en camino por lo que Antonett se puso como loca de aquí para allá intentando alistarse mientras que yo la espero ya listo.

¿Sigo sin entender por qué las mujeres se tardarán tanto?

Después de un largo rato donde pude tener una pequeña siesta, comí algo y chismoseé la vida de los de la habitación de al lado. Por fin mi novia sale del baño y les aseguro que me quedé tan shock que parecía un perro babeando por su comida.

Ese vestido rojo ajustado a su cuerpo, una pequeña abertura en la pierna izquierda, un escote de corazón y en las caderas dos aberturas lineales dejando a la vista una pequeña parte de su piel. Tenía tacones de punta fina de color negro y el collar de tulipán que yo le regalé. El maquillaje era suave y sutil a diferencia de sus labios que eran un rojo potente como el vestido y por último un el pelo arreglado hacia atrás mientras lo adornaba una diadema también de puros diamantes negros.

Todo su vestuario potenciaba la imagen de inalcanzable que poseía esa mujer.

—Amor estas babeando.

Solo su risa fue la que me hizo pisar tierra y pensar que estaba exagerando hasta que toco mi mentón mojado por mi saliva así que voy al baño a limpiarme y mirarme una vez más en el espejo.

Todo estaba perfecto y en orden.

Salimos de la habitación y esperamos a que la parejita terminara su sesión de risas para marcharnos a la camioneta camino a lugar donde se llevaría a cabo la gala.

Con cada minuto yo solo me repito que falta poco para que el día se termine y por fin no tener nada más que hacer hasta nuevo aviso.

La camioneta se estaciona al frente de un edificio de estilo romano pero hermoso, nos bajamos y empezamos a subir las grandes escaleras que nos llevan adentro de este lugar encontrándonos a primera vista una gran y amplia sala donde ya la mayoría de los mafiosos estaban presentes, hablando, bailando o simplemente comiendo.

Ojalá yo.

Le ofrezco mi brazo a mi novia y ella sin mediar palabra lo acepta para ahora bajar las escaleras y estar en medio de la gran habitación donde todos gozan de la fiesta con sus grandes y exagerados trajes.

O mejor dicho... gozaban porque al nosotros estar presentes todas las miradas empezaron a posicionarse en nuestra dirección, miro disimuladamente hacia atrás para ver si era las salamandras quienes estaban llamando la atención, pero ellos cruzan miradas conmigo con la misma expresión.

No entendían nada.

Hasta que me volteo en dirección a mi novia y veo en mi mirar algo que en ninguna otra mujer he percibido.

Autoridad.

Con cada paso firme que daba sus zapatos sonaban y ese insignificante acto causaba algún tipo de miedo entre los presentes. Volteo a verlos, estaban atónitos, algunos asustados, otros intrigados y otros se veían totalmente inmunes a su presencia no fue hasta que ella sonríe, pero con malicia donde todo el mundo se alarma y empieza a sacar sus armas.

ANTONETTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora