Capítulo XXX

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Desdichado ángel caído

"Algunos ángeles están destinados a caer"

Anónimo.


Veintiún años atrás

-Seoung -nombró la mujer de tersa piel y un hermoso cabello ondulado castaño, sus ojos marrones se encontraban fijos en el pequeño cuerpecito en sus brazos. Su voz era un hilo tambaleante y delgado, sus vocablos rotos y adoloridos, aún podía sentir su cuerpo dar latigazos de dolor por cada nervio de su organismo-, significa generoso.

El hombre en frente suyo sonrió, vacilante.

El bebé en sus brazos produjo un sonido digno de un niño recién nacido, incoherente. Con una nimia hilera de saliva resbalándose por su tierna boquita, sus ojos se encontraban cerrados y lagañosos, sin abrirlos, estiró sus cortos brazos hacia su madre, caprichoso y exigiendo mimos. La alfa quien lo cargaba con delicadeza, dejó escapar una melodiosa carcajada de sus cuerdas vocales, con parsimonia comenzó a mecer el niño con sus brazos. Una esbelta sonrisa adornaba hermosamente su rostro, el cual se encontraba mojado por unas cuantas lágrimas que no pudo contener.

Una vez el chiquillo acalló su leve sollozo, la castaña se permitió levantar la mirada.

Sus suaves ojos marrones se toparon de inmediato con el segundo bebé; delicado y menudo como un muñeco de porcelana. Que parecía como si al más mínimo movimiento brusco, se podría romper. Aquel, a diferencia del crío alojado en sus brazos, permanecía tranquilo y apacible. Con su frente levemente arrugada y sus ojitos por debajo de sus párpados, se notaban moviéndose, como si a tan temprana edad ya se encontrara soñando.

-Hermoso -dijo cegada por la bella apariencia de su crío, sin poder creer que aquella cosita tan blandita e inocente hubiera salido de su muy dañado cuerpo-, ese es su nombre; Seokjin , significa hermoso.

La sonrisa no desaparecía de sus labios.

El hombre la miró, inexpresivo, aunque, tratando de formar una sincera sonrisa en sus resecos labios, lo más que pudo lograr, fue una mueca. Alzando ligeramente las comisuras de sus labios. Hizo un leve inclinamiento de cabeza hacia la mujer y entrecerró los ojos.

-Son unos bellos nombres, Hyojin .

La alfa asintió, dándole la inevitable razón a Eoduun; orgullosa de su elección, miró tranquilamente a sus niños, sintiendo como una extrema calidez comenzaba a acapararla.

-Belleza y generosidad -dijo ella con voz agotada, una solitaria perla de sudor bajó por su frente-, ellos... Ellos salvarán esto, ¿cierto? Son dos tiernecillos bebés ahora, pero en unos años serán fuertes alfas.

-Sí. -Dejó salir Eoduun en un suspiro algo cansado, meció un poco al crío en sus brazos y sintió una ola eléctrica recorrerle toda la médula espinal; un sentimiento abrumador y mortífero, pero raramente a la vez dulce- Ese es el plan.

Hyojin arrugó el rostro, estrujó un poco al chiquillo en sus brazos y dirigió su mirada cansina al alfa.

-Mis hijos no son un plan, Kang.

Su manifestación y amargura en su voz, hizo reír al hombre, una cruel carcajada que salió desde lo más profundo de su garganta. Rasposa y nociva.

-Te recuerdo, mi dulce Hyojin, que yo también puse mi parte en la creación de estos mocosos -la mujer lo miró con asco inculto y bajó la mirada, con sus labios fruncidos en una mueca.

Eoduun quiso reír aún más ante la ofendida y victimizada actitud de la mujer, sin embargo, solamente se acercó. Ella se encontraba con el cuerpo tendido sutilmente en una camilla de hospital, a pesar de que no estaban en un hospital. Eoduun se había encargado de ambientar y traer todo lo necesario a su recinto para el nacimiento de sus hijos gemelos; aunque claro, cabe destacar que aquel inconveniente de dos por uno, fue sorpresa. Cuando pensó que su hijo ya había nacido, la mujer seguía pujando con dolor y seguidamente otra cabeza más se asomó por su intimidad.

Corazón de plomo ; NamJin [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora