You Stole My Heart | Tom kaulitz

Ocho

Megan

El fin de semana llegó bastante rápido, creo que nadie lo ama tanto como yo, pues estos días los tomaba para descansar, meditar y quizás pasar tiempo conmigo misma.

Eso de estar encerrada en mi habitación el día entero, no es para nada divertido y más con el hecho de que cierto desconocido no sale de mis pensamientos.

Ya que estamos hablando de él, tengo que mencionar que no había vuelto a mi casa. De vez en cuando respondía uno que otro de mis mensajes, pero era muy extraño cuando lo hacía, al parecer no era mucho de redes sociales.

Por supuesto que le conté a mi amiga sobre la belleza sobrenatural que este tenía. Me dijo exagerada pero me importa una verga.

Tomando en cuenta que tenemos un hermoso jardín, hoy quería pasear el mismo y observar cómo marcha todo en el vecindario.

Mi papá no se encuentra en casa, me explicó que tenía que visitar sus negocios y poner en orden algunas cosas.

Después de haber observado detenidamente todas las hermosas plantas del jardín, salí del mismo para caminar por el vecindario.

Como era de esperar, todo estaba normal. Agradezco que vivamos en un sitio tranquilo, los vecinos son bastante agradables, claro... Quitando al señor Monroe, no es que me haya hecho nada malo pero es el típico señor millonario soltero que da malas vibras.

— ¡Hola Megan!—Una de mis vecinas gritó y me vi obligada a voltear a verla.

— ¡Hola preciosa!—Saludé devuelta sin detener mis pasos.

Ya cuando estaba cerca de aquella enorme casa, perteneciente a aquel extraño señor, aceleré mi paso y evité mirar hacia allá.

Este se encontraba en el jardín, cortando las plantas. Al notar mi presencia, levantó la mirada y eso fue suficiente para que los nervios se apoderaran de mi cuerpo.

Tragué en seco, lista para correr por mi vida, pero una persona bastante conocida, me obligó a frenar.

Mierda, no podía creerlo.

Era Tom y estaba intentando abrir una de las puertas traseras. Me quedé paralizada y sentí que iba a desmayarme de los nervios.

Desvié la mirada para encontrarme con el señor parado a centímetros de mi rostro. Este frunció el entrecejo con confusión e intentó girarse.

— ¡Hola Señor Monroe!—Llamé su atención con un grito. Mi intención era que el idiota a nuestras espaldas escuchara y se retire del lugar.

Los ojos del señor parado frente a mi se abrieron con sorpresa por mi tono de voz. Y no tanto eso, sabía que le tenía miedo y para él debió haber sido muy extraño que le hablara, y por supuesto, tenía que fingir normalidad para que este no sospeche.

— ¿Megan, Becker?—Preguntó con confusión. Asentí con la cabeza.—Que extraño que estés por aquí y... hablándome. Pensé que me tenías miedo.— Finalizó sus palabras, tomando nuevamente las pinzas para continuar cortando las plantas.

— ¿Que? ¡No, no le tengo miedo! ¿Porque lo dice?—Continué gritando, la ansiedad me mataba al ver que no era suficiente.