Capitulo 20

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Me recuesto en mi silla para tener una mejor vista por el ventanal de mi oficina, sarandeo mi vaso de vodka escuchando como el hielo choca con las paredes de cristal del vaso.

Varias lágrimas adornan mis ojos, algunas bajan y hacen que los golpes en mi rostro ardan un poco, pero es soportable, mi mente esta atrapada en una película de todos mis recuerdos con Fabiana.

-Hijo podemos..-Es mi madre, no he querido ha lar con ella desde que llegue, no se como entro aquí, porque no la escuche, pero tampoco me importa, no quieri hablar con nadie pero tratarla mal no es una opción para mi.

-Quiero estar solo mamá.-Mi voz sale ronca interrumpiendo sus palabras suaves y a la vez preocupadas por mi estado.

-¿Por qué estás así hijo mio?-Aparece en mi campo de visión, se arrodilla frente a mí y seca algunas lágrimas con sus manos en mis mejillas.-¿Qué es lo que te a pasado?

-No sé.-Soyoso.-Ni siquiera yo se.-Me abraza y siento ganas de llorar con más fuerza, mi madre intenta consolarme pero es inútil.-Déjame solo.-No quiero que me vea asi.-¡Mamá, Déjame solo!-Digo entre dientes sin ganas.

Se va sin refutar y es lo mejor, no quiero decir algo de lo que quizás me pueda arrepentir.

La frase "Los hombres no lloran" es insierta, yo he llorado, tanto como he reído, aunque nisiquiera el accidente y que mi padre esté en coma me ha dolido tanto como esto.

Y lo peor de todo es que no se que paso, primero estábamos besándonos como dos locos adolescentes enamorados y ahora...Nada, no quiere verme, ni hablarme, y me siento una basura porque quizás la lastime y no me di cuenta.

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El dolor de cabeza solo empeora mi mal humor, quise beber hasta olvidarla y terminé amandola más de lo que ya la amo, terminé recordándola más de lo que a diario la recuerdo hasta el punto de no poder sacarla de mi mente.

Mi vida marca un antes y un después, y no soy capaz de recordar una sola cosa de mi vida entes de ella, por que se, que comencé a vivir la en el momento en el que me vi reflejado en esos ojos cafés que a veces parecen ser más negros, por el trágico dolor que carga, el cual sigue siendo un total misterio para mí.

Y aquí estoy, una vez más en el lugar que me recuerda a ti. Mirando como la corriente del río conduce hacia una dirección, a veces mueve las rocas haciendo que choquen con unas más fuertes.

Las lágrimas que caen de mis ojos y se deslizan en silencio mojando mis mejillas no es ni la mitad del dolor que siento al pensar que te hice daño sin saberlo, pensar que no quieres ni verme la cara me hace sentir la peor basura que pueda yace existir.

Le doy otro trago a la botella de tequila y mi mente viaja a ese día donde unimos nuestras vidas, estaba tensa, pero eso no le restaba la belleza angelical que emanaba de ella, ese vestido blanco, su rostro tan sencillo y suavemente maquillado, su cabello castaño caía de sus hombros mezclándose con el velo blanco.

Juego con el anillo de lobo en uno de mis dedos, moviendolo sin sentido.

Siempre me creí un Lobo, solitario y sin necesidad de un compañero, lo creía innecesario hasta que encontré a la Loba perfecta para ser mi compañera, para cuidarla, matar, vivir o morir por ella tanto sea necesario.

Mi Loba.

Su inhumana belleza me enloquece de formas que ni yo mismo soy capaz de explicar.

Y me quema el hecho de saber que es mía, pero no puedo tenerla.

Tan cerca y al mismo tiempo tan lejos.

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Fabiana.

Entre el amor y la venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora