Capitulo 22

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Descargo las dos armas y me marchó, varias balas intentan interceptarme como respuesta pero logro esquivarlas saliendo del lugar. No veo a Salvador, estoy a punto de dar media vuelta cuando lo veo logrando que suspire aliviada.

Unos motoristas con pinta de malotes, tatuados y muy mal aspecto nos impiden el paso para salir de dicho pueblo.

Mierda ya no tengo balas.

—¿Qué los traen a mi barrio fuereños?—Dice un embarazado, gordo, con tatuajes en los brazos, cabeza rapada, y al ver su ropa solo parece un méndigo callejero que no tiene ni para comer. Me bajo de la moto y me acerco un poco más a ellos.

No decimos nada.

—¡Señora!—Me habla Salvador y lo miro a mi lado, me lanza un arma.—La va a necesitar.—Asiento.

—Nos van a dejar pasar o los vuelo a plomazos.—Hablo por primera vez.

—¡Pues a plomazos doñita!—Sacan sus armas.

Comenzamos a disparar y corremos hacia las motos, salto sobre la mia, pero una bala me da en la pierna, caigo al suelo detrás de la moto la cual me proteje de los balazos.

Me rasguñé los brazos por el golpe contra el suelo pero nada importante, pero la herida en mi pierna a causa de la bala que me atravesó arde como la mierda.

Había olvidado que se sentía tener una bala dentro.

Los ojos de Salvador me miran preocupados, le doy un asentimiento haciéndole saber que estoy bien, comenzamos a responder el fuego y rezo  para mis adentros para que los matemos antes de que me quede sin balas.

Asomo mi cabeza y disparo para luego volver a ocultarme detrás de mi moto.

He matado a dos, Salvador a dos también  y todavía queda el embarazado ese que al parecer es el líder y otros tres más, laa balas intentando traspasar la moro hacen que se tambalee, pero no es suficiente para que esta caiga.

El olor a pólvora es lo único que capta mi olfato, mis oídos se taladran por el ruido del tiroteo, más he perdido mucha sangre y mi vista ha comenzado a nublarse un poco, mi instinto de supervivencia es el que me mantiene despierta, ignoro todo lo demás, lo importante es como saldré de aquí con solo las tres balas que me quedan, la mirada de Salvador no me da muchas más esperanzas, es obvio que sus balas tampoco durarían mucho más.

Si no hubiera gastado las mías ya todos estarían muertos, pero no tenía idea de que esto podría pasar, no tuve cabeza para ser precavida y ahora estoy pagando las consecuencias.

El sol golpea mi rostro y siento mucho calor y al mismo tiempo he comenzado a sudar frío, me desespero y siento que no quepo, se que el mal estar se debe a la bala en mi pierna, más estoy intentando ser fuerte, pero no se que tanto más pueda aguantar.

Cierro los ojos por la molestia del sol, no lo entiendo ¿tengo frío? o ¿calor? ya ni sé, por segundos es una cosa y por otros, otra.

La necesidad de aire fresco me es inminente ya que el aire contaminado por la pólvora no me llega. Mi pecho sube y baja con desespero en busca de aire, resolver para mis adentros que estos imbéciles acaben de descargar todas las municiones que tienen pero parecen nunca tener fin.

La moto se tambalea y no se como pero cae sobre mi golpeando mi cabeza de forma brusca, los ojos me pesan y no negarme a cerrarlos, lo último que veo de forma borrosa es como Salvador se lanza hacia mi.

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Tipo de Narrador: 3era persona.

Las balas habían disminuido a causa de que a ninguno de los dos contrincantes les quedaban muchas. Salvador, había matado a los que quedaban y solo quedaba el insinuó que su jefa hacia llamar "Embarazado"

Entre el amor y la venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora