Capitulo 26

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Francesco.

Ocultarle la verdad a Fabiana es una una tortura que me carcome por dentro.

No me gusta la idea de haber comenzado mi relación con mi esposa ocultándose información sobre lo que pasó el día en el que casi muere.

La doctora Queencel, su psicóloga me pidió que no le dijera nada de la muerte de Salvador, mucho menos la de Klaus y Carlo, se podría sentir culpable ya que les había tomado cariño aunque no lo quiera reconocer.

Y acaba de salir del coma, su cerebro no está del todo desinflamado y se está recuperando de toda esta mierda que recientemente vivió.

Quiero cuidar cada milimetro de su piel suave, cada hebra de su castaño cabello, cada sonrisa, cada sueño, cada mirada.

Y la voy a proteger, con mi vida de ser necesario.

Ahora que me dijo que también me ama haré lo que sea para mantenerla a mi lado.

Es mía.

Desde ahora y para siempre.

—¡Francesco!!—El inesperado grito de Nefme me hace sobresaltar.—¡Te estoy hablando!—Reclama, bajo la cabeza para ver su carita pequeña, con las sejas arrigadas y sus bracitos cruzados sobre tu pecho.

—No te escuche, perdóname pulga, ¿qué me estabas diciendo?

Su semblante cambia a uno más relajado en cuanto le ofrezco la disculpa, esta pequeña tiene más de su madre de lo que parece.

—Te preguntaba cuando va a salir mamá, quiero que los dos me lleven a comer hamburguesa.—Hace un ligero pucherito.

—Esperemos que mañana pulguita.—Le sonrío.

Espero con ansias e impaciencia que Tiffany salga para entrar con mi esposa, es mi turno para estar con ella y no veo el momento de verla dormir hasta que amanezca.

Cuando por fin sale me despido de Nefme y se la dejo a mi mamá antes de entrar. La veo en la cama, ya no aparatos conectados a su cuerpo los cuales se que son incómodos,  la veo jugando con sus manos, cierro la puerta haciendo que note mi presencia, sus preciosos ojos me encuentran y una pequeña sonrisa se dibuja en sus exquitos labios.

Me acerco a ella y tomo su rostro antes de darle un beso.

—¡Ya quería verte Lupacchiotta!—Me separo un poco de ella y me vuelve a sonreír permitiéndome ver sus perfectos dientes blancos.

—¡Yo también Gecko!

Me toma por sorpresa el mote que me ha puesto, pero siendo su voz la que lo pronuncia hace que solo se escuche más sexy y encantador.

—Ah, veo que ya encontraste como llamarme.

—Tiffany me ayudó.

—Que bueno. ¿Cómo estás?

—Mejor ahora que me quitaron todas las sondas y bueno también que mi enfermero particular haya venido a cuidarme.

—¡Seré lo que quieras! pero ¡Todo tuyo!—Digo con una sonrisa, y por alguna razón siento mis mejillas arder un poco.

—Más te vale.—Tapa su boca para bostezar.

—Deberías dormir hermosa.

—Lo haré con una condición.—Me mira con inocencia.—Acuéstate en la cama conmigo.

No puedo negar que es una propuesta tentadora pero no quiero que este incomoda y la cama es muy pequeña.

—Pero...—Intento refutar.

Entre el amor y la venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora