Capitulo 28

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Mis labios se curvan formando una sonrisa en el momento en que los gritos de la mujer a la cual le clavan sus manos a la cruz de madera con un martillo y unas puntillas, la sangre corre por sus manos manchando su blanca piel.

Después del suceso en el hospital me hicieron un chequeo antes de darme el esperado alta pata poder salir de esa jodida cama y vine directo para donde Luis había traído a Yilena.

—P-Por f-avo-or—Balbucea en llanto puro y casi sin fuerzas.

—¡Cállate!—Dice Francesco, me río sin disimulo alguno al ver como pone ojitos de borrego a medio morir al callarse.

—¿Qué vas a hacerle cariño?—Le hablo a mi esposo sin borrar la sonrisa de mis labios.

—Es una idea que me dio la pulga.—Me guiña un ojo y eso hace que me llene de confusión.

—¿Cómo así?

—Como lo oyes Lupacchiotta, la pulga es de armas tomar, ya quiero ver como revolucionará la mafia con sus locuras.

—Sin dudas nos dará más de un dolor de cabeza.

—¡Ni que lo digas hermosa!

Mi atención vuelve a Yilena y no me había dado cuenta de la leña debajo de la cruz de la que está colgada.

Mi hija no deja de sorprenderme.

Francesco se acerca despacio hacia la multitud de maderas y la mujer que lo mira con verdadero temor, sus ojos siguen cada uno de sus movimientos.

—Debo admitir que te creí más inteligente.—Habla Francesco.—En serio creíste que podrías matar a mi esposa así como así.—Inquiere.—¿De verdad lo creíste? Si lo llegaste a creer es porque en verdad eres una maldita cagna.—No tengo ni idea de lo que quizo decir ahí.—Siempre he respetado a las mujeres, y créeme, estoy en contra de maltratarlas o hacerlas sufrir porque para mi son sagradas e intocables es algo así como una creencia que tengo. Por eso no voy a tocarte, por ese lado puedes sentirte aliviada. Es más, de haber hecho alguna otra cosa, hasta te perdonaría.—Saca una cajetilla de fósforos y comienza a jugar con ellos.—Pero te metiste con lo único más sagrado para mi que las intocables mujeres.—Explica.—Una mujer de mi familia, y más que eso, MI MUJER, y por encima de ella ni Dios, ni el mismísimo Demonio, ¿lo entiendes?

Sus palabras me llenan de satisfacción y ternura, francamente no me esperaba que me tuviera en un pedestal tan alto, pero me gratifica mucho eso y me entra la duda de que también este más arriba del hombre que caboro para que el viniera a este mundo.

—P-Por...

—No supliques que no vales la pena.—Intervengo.

—Creíste que podías joderme solo porque te di el derecho de ser follada un par de veces por el lobo de Colombia.—Se rie secamente.—Pues mira lo que te ganaste.

Es lo último que dice antes de sacar un fósforo y encenderlo lanzandolo a la madera la cuál comienza a arder de forma rápida, los gritos de Yilena se escuchan rogando por su vida, veo el terror en sus ojos y aún las llamas no han llegado a ella.

Hasta aquí siento el vapor.

Yo también estaría horrorizada, pero me encanta que Francesco haya hecho todo esto por mi.

Me da una inmensa satisfacción.

Salgo del lugar y me encaminó hacia mi auto, marco el número de Leah y me responde después de varios timbres.

—¿Haló?

—¿Éstas con Nefme?

—Si cariño aquí en la casa estamos.

Entre el amor y la venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora