Capitulo 1

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Fabiana Paez en multimedia

Me despierto al sentir que alguien salta sobre mi, abro los ojos para encontrarme con los de la niña que llena de amor mi vida.

—¡Buenos días mami!—Me dice tiernamente mientras acomoda su cabecita en mi pecho.

—¡Buenos días cariño mio!—Beso su cabello.

—Mami quiero amburguesa.

Me río por lo bajo.

—Pulguita no son ni las diez y quieres comer amburguesa.—Niego.—Cielo, no siempre puedes comer eso.

—Pero yo quiero mami.—Hace un puchero.—Déjame pedirle a la abuela que encargue una.—Me mira con ojitos de perrito regañado, lo que hace que no me pueda negar.

—Vale cariño.—Beso su cabello una vez más.—Corre con la abuela.—Le doy un asentimiento con una sonrisa mientras veo como se ilumina su carita hermosa.

—Gracias mami.—Besa mi mejilla.—Te amo.

La ayudo a bajarse de la cama y corre hacia la puerta.

—Yo te a...

Me mira sonriendo.

—Mo.—Termina ella.

—Tu me a...

—Mas.—Vuelve a terminar ella con una sonrisa la cual comparto.

—Te amo pulguita.—Le lanzo un beso y con eso se va corriendo.

Sigo sonriendo y me levanto de la cama, camino al baño paso por el espejo y me detengo a ver mi reflejo, sobresale una sicatriz, paso mi dedo índice por ella.

El dolor no se va.

Solo hay una forma de hacer que se valla y podre estar bien conmigo misma.

Vengarme.

Pero es difícil, aún cuando no se quien es el causante de todo lo que pasé.

Entro en la ducha, me desnudo y dejo caer el agua caliente sobre mi cuerpo, los recuerdos de esa maldita noche invaden mi mente.

Golpes.

Mis gritos y súplicas.

Una última mirada.

Un disparo.

Su cuerpo cae al suelo frente a mí sin vida.

Y después...

Sacudo mi cabeza, me niego a seguir recordando esa maldita noche.

Varias lagrimas que habían salido de mis ojos sin darme cuenta se mezclan con el agua caliente de la ducha y caen con más facilidad.

Paso en la ducha alrededor de una media hora más o menos, cuando salgo, me dirijo a mi armario para vestirme, me pongo unos jeans negros ajustados, una camisa manga larga del mismo color y unas botas altas hasta la rodilla de tacón grueso mediano también negro.

Me maquillo un poco, mínima cosa, me gusta el maquillaje natural, me aplico sombra de ojos negra y en los labios me doy un color carmesí oscuro y seco, no muy fuerte, solo para que resalte mis labios.

Salgo del vestidor, agarro mi teléfono y mi arma, y colocándola en mi espalda entre mi pantalón salgo de la habitación, camino y bajo las escaleras hasta el piso de abajo donde se encuentra en comedor, al llegar ahí me encuentro con mi madre sentada en el lugar de siempre.

—¿Y Nefme?—Pregunto al ver que mi hija no está aquí.

—Buenos días a ti también hija.—Dice con sarcasmo.—La princesa está comiendo amburguesa con su nana en la sala de juegos, quiso comerlas alla.

Entre el amor y la venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora