Entre el amor y la venganza

Capitulo 40

Lo normal hasta ahora, había sido que en cuanto alguien entrara en la habitación que uso, el silencio se dispersara por una conversación.

Pero esta vez no fue así.

Y no necesitaba ver quien acababa de entrar para saberlo.

Es él.

Se que no sabe que decir y yo tampoco tengo muchas ganas de diga algo.

Ya es tarde para hablar.

¿Será que también es tarde para nosotros?

No lo veo claro

Hasta me sorprende que haya venido.

Balto se levanta de donde está y se acerca a la puerta, lo se porque sale de mi campo de visión.

—Creo que tenemos que hablar.—Dice pero sus palabras se escuchan tan vacías, que es como si no hubiera dicho nada.

—Es un poco tarde para eso ¿no crees?

—Si me dejas....

—Ya se lo que me vas a decir, que mi psicóloga te aconsejo que no me expusieras a emociones fuertes.—Lo interrumpo.

—Entonces me entien...

—¡Claro que no te entiendo!—Vuelvo a interrumpirlo.—Me tachas a mi de mentirosa, y tu eres el primero en mentirme.

—No es lo mismo Fabiana, creí que ya habíamos hablado de eso.

—Lo único que me ha quedado claro es que me ves como una maldita mentirosa y quieres que te deje explicarte cuando tu no me das el maldito beneficio de la duda.

—Fabiana para.—Sicea.

—Tú mismo estás aferrándote a algo que realmente nunca existió, y no lo quieres ver, date cuenta de la realidad por una vez en tu vida.

—¡Quieres callarte de una maldita vez!—Grita sobresaltado.

No es que me haya asustado su reacción o la forma en la que se ha dirigido a mi, más bien, me sorprende que me haya gritado así, cuando nisiquiera se ha dado la oportunidad de dudar.

No volveré a intentar convencerlo.

Desde ahora, Francesco puede creer lo que le de la gana, no intentaré abrirle los ojos, ni ayudarlo a salir del hueco en el que el mismo se está hundiendo al defender lo indefendible.

Ha sido un error.

Todo esto.

—Fabiana yo...—Dice en voz baja y algo me hace creer que se arrepiente de haberme tratado así pero ya es tarde.

—¡Vete Francesco!—Siceo en voz baja intentando ocultar las ganas de llorar que me surgen de repente.

—Déjame explicarte por...

—¡Qué te vallas!—Sentencio y espero impaciente que la puerta se cierre haciéndome saber que nuevamente estoy sola para dejarme caer en el llanto que he estado reprimiendo tanto.

Todo se me ha venido encima y ya no estoy segura de poder encontrar la paz.

Balto vuelve a mi con una expresión de tristeza hacia mi y lo acaricio con suavidad mientras más lagrimas siguen bajando de mis mejillas.

—Si, fue un gusto haberte conocido lobito.—Sonrío suavemente.

Si me separo definitivamente de Francesco, sin duda Balto, será una de las cosas que extrañare más.

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A pasado un mes.

Un mes que se ha resumido a las dolorosas curaciones en mi espalda, momentos melancólicos de soledad y otros de compañía con Nefme, Tiffany y todos excepto él.