Capitulo 36

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No puedo contarle quien soy.

Pero no puedo hacerme la sorda ante la pregunta que me ha hecho.

Era obvio que iba a preguntar.

Estoy a punto de responderle con cualquier nombre que me venga a la cabeza pero la luz de un auto atravesado hace que la mujer tenga que frenar violentamente.

Ya me había extrañado que había tenido tanta suerte.

La figura de Yilena aparece en mi campo de visión y esta apuntando hacia acá con su arma.

—¡Baja del puto auto!—Escucho que grita y estoy por negarme cuando su amenaza de hacerle algo a Nefme se cruza por mi cabeza.—¡Qué bajes!

—¿La conoces?—Me pregunta la mujer, mi cabeza se gira hacia ella para respinderle pero un disparo me sobresalta haciéndome cerrar los ojos y al abrirlos veo a la mujer que me había recogido, arrecistada al asiento del auto con una bala en su frente y los ojos abiertos.

—No debí de haberte metido en esto.—Cierro sus ojos.—Espero que puedas descansar en paz.

Me bajo del auto cogeando y me acerco a la puta de Yilena que tiene una sonrisa de victoria en sus labios.

—¿Creíste que te me ibas a escapar tan fácilmente?—Pregunta.—Pobre ilusa.—Niega.—Bueno al menos sobreviviste a mis cachorros.

—Me iban a matar idiota.

—Pero veo que supiste manejar lo, sube, que lo prometido es deuda.

—¿Qué?

—Te llevare de nuevo con Nefme, estarás con ella un rato.

Cogeo intentando caminar hacia el auto suyo sintiendo como no deja de apuntarme, me siento en el asiento del copiloto, ella cierra la puerta.

—No Debiste haber metido a alguien en el juego.—Señala el auto de la mujer.—Mira como terminó.

Antes de procesar sus palabras, veo como Yilena acerca una de sus manos a mi y siento un pinchazo en mi brazo derecho, mi mirada se va hacia la aguja que ha clavado en mi brazo que contiene quien sabe que cosa.

Todo se vuelve oscuridad después de eso.

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Un dolor agudo en mi teta izquierda me hace despertar y por inercia vierto mi vista hacia el dolor penetrante que se apodera de mi pecho.

Mis ojos se abren por la sorpresa al darme cuenta de que estoy sin camisa y para peor, un bolígrafo encajado en mi teta izquierda.

Un poco de sangre sale del lugar manchando mi sujetador.

Gruño por el dolor que me causa cierta herida.

—¡Al fin despiertas!—La voz de Yilena nuevamente llena mis oídos.—Ya estaba aburriendo me.

—Mami ¿Estás bien?—Al captar la voz de Nefme me doy cuenta de que estoy de rodillas frente a ella que esta atada a una silla a un par de metros de distancia de mi.

Trato de moverme pero estoy encadenada al suelo como una perra.

No solo de las manos y miernas, sino del cuello también.

La mirada preocupada de mi hija es lo que más me duele de toda esta situación.

—¡Maldita....!

—No me insultes querida, cumplí mi promesa, te traje junto a tu hijita.—Me interrumpe Yilena.

Veo de reojo como se frota las manos satisfactoriamente ante la situación, las piernas aún me duelen y el tobillo ni decir.

—Ahora, vamos a hacer algo las tres.—Propone Yilena y escucho como camina hacia mi, pero estoy de espaldas a ella.—Fabiana, te voy a azotar cien veces y tu hija las va a contar.—Me dice, todos mis sentidos se alarman y no precisamente por lo que me haga a mi, porque se que ya estoy lo suficientemente jodida como oara tratar de salvarme.

Entre el amor y la venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora