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Abrí mis ojos lentamente, el avión ya había aterrizado. Parpadeé un par de veces para acostumbrarme a la luz y tuve la sensación de estar en un sueño. Me sentía con una energía que nunca había tenido, tampoco me sentía cansada o vacía. La gran mayoría ya estaban bajando, Pedro también. Me levanté para juntar mis cosas cuando Mateo me las alcanzó.

—Gracias ... de nuevo.—Noté como me rebajó con la mirada.

—Está bien ¿Cómo estás?

—Bien ... mejor.—Respondí desconfiada. A pesar de esta nueva sensación de bienestar había algo raro en ella.

—Qué bueno—dijo mientras íbamos hacia la salida.

—Así que Mateo ¿eh? —dije con un tono de superioridad.

—Sí, y no soy un ultracrepidiano—Respondió de manera sobradora. Lo miré sorprendida—Si, busqué esa palabra en el diccionario, aunque me haya ofendido que me llamaras así, no voy a negar que es un buen insulto. Muy original.

—No estaría entendiendo el porqué de tu ofensa, porque si lo fuiste en ese momento.

—No fue mi intención opinar sin tu consentimiento—dijo poniendo los ojos en blanco—Solo dije lo que pensaba. Además te quedaban graciosos esos pantalones, no mal.

—Está bien, está bien, ya entendí—lo frené. Entramos en la lengua que nos conducía al aeropuerto. Ya había estado en Buenos Aires en algunas ocasiones, pero muy de chica. Quizás en estos días tenía tiempo para recorrer o algo así. Me adelanté unos pasos a Mateo y este me volvió a alcanzar.

—¿Cuál es tu nombre?—preguntó apenas estuvo a mi lado. Lo miré juguetona y sonreí.

—Adivinalo.

Mateo hizo una media sonrisa y arrugó el entrecejo.

—Camila—negué—Irene—volví a negar— ¿Sofía?

—Nop.

—Jacinta.—Abrí los ojos y solté una carcajada.

—¿Quién carajo se llama Jacinta? Nacés jubilada.—bromeé.

—Qué falta de respeto para las Jacintas—se hizo el ofendido— pero es verdad ... No sé. Es algo complicado adivinar el nombre de alguien. Es una respuesta en un millón.

—Entonces vas a tener que ser atento Mateo.—él chistó y con una sonrisa aceleró el paso dejándome atrás. Lo observé caminar, su andar era algo rustico pero elegante a la vez. Sus piernas se movían junto con sus brazos.

La ida al hotel fue agotadora. Una hora y media para buscar las valijas, otra hora para esperar el colectivo que nos llevaba al hotel. Más horas de espera en la sala de recepción hasta que nos dieran las habitaciones y cuándo por fin llegué a la mía, salté sobre la cama y caí rendida ante el sueño ... De nuevo.

Lastimosamente no pude dormir mucho, la llamada entrante de mi madre en el teléfono me despertó. Cómo era de esperarse me llenó de preguntas, que como había estado el viaje, si salió todo bien, si había comido, lo típico.

—Espero que todo salga bien—dijo amablemente—Acá Gonza quiere hablar con vos.—Me paralicé.

Apenas escuché su nombre una sensación de incertidumbre me vino al cuerpo. Era extraña.

—Hola enana—esas dos palabras retumbaron en mi cerebro como un eco, era extraño oír la voz de mi hermano. No tuve fuerza para reprimir el llanto. ¿Por qué estaba llorando? ¿Qué pasaba? —Ey, ¿por qué llorás?

—Hola Gon—saludé con la voz entrecortada—No sé, te extraño supongo.

—Que me vas a extrañar vos—rio él y mi corazón dio un vuelco al escucha su risa, parecía como si la hubiera dejado de escuchar hace mil años.

—Tenés razón—traté de reír pero sonó más como una queja.

—La vas a romper ahí en el escenario—sonreí aún más y cerré los ojos con fuerza dejando caer las lágrimas sobrantes.

—Si vos lo decís, me tuviste que haber visto.—bostecé— bueno, estoy muerta, decile a mamá que no se ponga cómo loca y que no me llame, que la voy a llamar yo cuando pueda.

—Estaba algo ocupado como para verte, pero me hubiera gustado. Chau.

—Nos vemos— la llamada se cortó y me quedé mirando la pantalla del celular. No le di más importancia al tema y me volví a dormir.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora