Uno cuando sueña que se cae dicen que se debe al estrés y la ansiedad. Sometemos a nuestro cerebro a una gran actividad cerebral, el cortisol acelera nuestras funciones básicas, la preocupación aumenta, y las ondas cerebrales van al máximo de sus límites.
Por eso me desperté de esa forma, preocupada, y por alguna razón, llena de culpa.
Aclaré mi vista, y noté que estaba en una habitación a la cual nunca había estado, y por la puerta entró Mateo. Al verlo, los recuerdos vagos de ayer me inundaron la mente.
–Buenas.
–¿Esta es tu casa no?–pregunté aunque la respuesta era obvia.
–Sí, te secuestré.–Traía dos tazas en las manos.
–Ya empezamos con los chistes sarcásticos, no dan risa.–me tiré hacia atrás y me arrepentí al instante, mi cabeza dio mil vueltas.
–¿Vos te levantas de este humor todos los días? pobre tu familia.– Le revoleé el almohadón que no llegó ni a tocarle las puntas de los pies.– ¿Te acordás de algo?
–Poco, sí recuerdo que te llamé, y que de la nada estábamos acariciando a tu perro creo, después todo lo que pasó en el medio– Negué con los labios en línea–, ¿hice algo malo?
–Me robaste el auto, y chocaste a una persona, te metieron en cana, pero gracias a mi saliste rápido.–dijo demasiado serio, mientras apoyaba las tazas en la mesa de luz.
–¿Qué?– me quedé parapléjica, y él comenzó a reír.
–No Coloradita, no hiciste nada malo, te traje acá porque me dijiste que no querías ir a lo del Bauti y supuse que tu vieja no estaba enterada de tu salida. Muy mal lo tuyo.
–¡Uy Bauti!– Exclamé ignorando el último comentario.
–¿Qué pasa con Bauti?– su nombre sonaba raro en su boca.
–No le dije dónde estoy, después se pone re pesado.– El me miró extrañado, busque mi celular, y lo encontré, sin batería.–Mierda.– Subí la vista y contemplé la taza, tenía café. –¿Para mí?
–No, para el perro– puso los ojos en blanco. Tomé la taza con las dos manos, el calor de esta me calentó las palmas heladas. Tomé un sorbo y dejé que el líquido calentara el interior de mi cuerpo.
–¿Qué hora es?– No tenía idea ni siquiera de que día era, me llevé la mano a la cien dónde volvía a doler, no iba a tomar más.
–Las once y cuarto.–Bien, era temprano. Por eso sentía los parpados tan pesados. –Si querés date una ducha, yo no tengo problema.
–¿Tan mal huelo?– nerviosa hundí la nariz por adentro del buzo pero no había olor alguno.
–Yo desde acá no huelo nada, pero digo, para que estés más cómoda ¿no?
No podía darme la confianza de ducharme la primera vez que me encontraba en su casa, sin embargo la idea me tentó y terminé aceptando. Mateo esbozó una sonrisa y un pequeño brillo apareció en sus oscuros ojos marrones. Estaba feliz.
Luego de una corta pero relajante ducha. Salí del baño con la toalla envuelta en el cuerpo. Me sobresalté al ver a Mateo en la habitación, pero este no hizo absolutamente nada, estaba con la cabeza metida en el armario.
–Tomá– me dejó un pantalón de algodón gris en las manos– Ponetelo, hace frío. –Salió de la habitación cerrando la puerta y dejándome boquiabierta. Miré el pantalón y luego mi jean engomado que descansaba doblado sobre la silla donde, supuse que lo había dejado la noche anterior. Definitivamente no quería andar con esa cosa hoy. Me coloqué el pantalón junto con mi remera azul simple y salí de la habitación. En la puerta estaba Burkina que me miraba con una oreja doblada, se dio vuelta y comenzó a caminar meneado su peluda cola. La seguí y llegué al living dónde se encontraba Mateo sentado en el sillón pasando canales en la gran televisión. Me senté a unos centímetros de él y me miró de reojo.
Ninguno habló. Giré la cabeza y encontré un gran piano blanco que se encontraba en una sala apartada. Era hermoso, una obra de arte, y no pude evitar preguntar.
–¿Tocás el piano?
Mateo dejó de apretar la tecla del botón y bajó la mirada. ¿Había dicho algo mal? Luego se recompuso para mirar en mi dirección.
–No, mi mamá lo hacía– Miré curiosa el instrumento y traté de imaginarme a la mamá de Mateo, nunca la había visto. Decidí no preguntar más.
–Yo se tocar– las palabras brotaron solas de mi boca.
–¿En serio?–preguntó con una chispa de emoción– ¿Querés tocar algo?
–Me sabía una canción, no la recuerdo bien, pero puedo buscar las notas y traerlas algún día– Sonreí.
–Cuando quieras.– Mateo también sonrió y nos quedamos contemplados viéndonos el uno al otro. Sus ojos se posaron en mis labios y me sentí nerviosa.
–Creo que debería ir yendo– dije de repente enderezándome y apartando la vista de él.
–¿Te llevo?– Miré al piso, y luego a sus ojos. Quería seguir pasando más tiempo pero a la misma vez me quería alejar de él.
–Creo que me vendría bien caminar un rato.– balbuceé y Mateo asintió desanimado. Me puse mis zapatillas y me acerqué a la puerta.
–Chau, gracias por todo—saludé tímidamente. Este solo hizo un asentimiento corto con la cabeza y esbozó una sonrisa pequeña y bastante falsa. Lo saludé con el cachete y me fui.
¿Que tenía este chico raro que causaba ese efecto en mí? La respuesta era obvia. Me atraía, y no podía hacer nada porque estaba con Bautista, y dicho así, toda mi vida estuve con Bautista pensando que él era el único chico que me iba a gustar hasta que me volviera vieja y arrugada, viví tanto tiempo en esa burbuja que no me di cuenta de lo sofocante que era.
Llegué a mi casa con sueño. No se encontraba nadie como de costumbre así que no me preocupé por nada y me fui directo a dormir lo que me quedaba de sueño.
Esta vez no soñé nada, pero me desperté asustada por los gritos que provenían de la cocina. Eran Gonzalo y Gabriela.
–¿Por qué ma? ¿Por qué justo a mí? No me importa la cosa esa, yo voy a seguir entrenando no me la pienso pasar encerrado en...
–¡Bajá el tono de la voz!–pidió mi madre también gritando, pero no parecía enojada sino más bien triste, y sentí tener un Deja Vu de este momento.– Ya sé que no es lo que querés, obviamente, nadie lo querría, pero es muy peligroso que sigas ahí fuera sin hacer nada.– No podía entender a qué se refería con "peligroso".
Salí de mi cama y me dirigí hacia la cocina dónde unos ojos sorprendidos me miraron fijamente.
–Hija... No sabía que estabas acá...
–¿Qué pasa?–pregunté en medio de un bostezo.
Gonzalo y mi mamá se miraron y pude entender que me escondían algo.
–Nada, temas con el club Enana–respondió mi hermano restándole importancia al asunto.
–¿Y por eso están a los gritos? Los escucha media cuadra–reí sarcásticamente pero ninguno de los dos cambió sus caras largas y serias y supe que era algo grave.– Eu en serio ¿Qué pasa?
Mi madre negó con la cabeza en forma de que este no era el mejor momento para hablar, mi hermano pasó por mi lado y le agarré el brazo para hablar.
–Soltáme– con un movimiento brusco se liberó de mi agarre y algo se oprimió en mi corazón. Mi hermano no estaba bien.
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Vuelo Atrasado|| TRUENO
Teen FictionColo es una chica intrépida, que un día se topa con Mateo, un amigo con el cuál terminan conectados más de lo que creen, dónde él la ayuda a afrontar un suceso que va a cambiar por completo la vida de Colo. Juntos transcurren un año arduo y difícil...