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6 de Marzo de 2020

Llegué al departamento de Mateo, se había mudado ya que estaba comenzando a ser más autoritario según él. Y bueno, yo vivía en su casa literalmente, y mi madre en el restaurante. Por un tiempo parecíamos una familia de fantasmas dónde con suerte nos veíamos una vez al día, luego, muy de a poco empezamos a cruzar palabras, estaba destrozada, yo igual, pero ambas nos reusábamos a demostrarlo, a admitirlo.

–Hola flaca– Mateo dejó un beso en mi frente y volvió a la cocina para traer dos platos con pasta.

–Buenaa– admiré la comida, olía exquisita– ¿Lo preparaste vos?

–No, el vecino– se burló y puse los ojos en blanco– quería probar a ver qué onda, no quedaron tan mal.

–Habrá que probarlo supongo– me senté junto al plato y le di un pequeño mordisco a los fideos largos que colgaban del tenedor. Los sabores me inundaron la boca y miré a Mateo que me observaba con un toque de nerviosismo en los ojos. Abrí los ojos y sonreí con la boca todavía llena. Terminé de tragar con esfuerzo. –Están buenísimos.– Mateo sonrió de lado, se sentó a mi derecha y con el dedo pulgar me limpió la salsa que había quedado en la comisura de mi labio.

–Vos estás buenísima– alzó las cejas y reí. Tomé su cara entre las manos y lo miré angustiada. El me entendió y me dejó otro de sus besos reconfortantes en la frente.

–Te amo Matu.

[...]

25 de Marzo de 2020:

–¿Cómo estás Colo?– me preguntó Abril quién me hablaba siempre con algo de miedo en su voz, como si la fuese a mandar a la mierda.

–Bien– supuse, no podía parar de pensar en otra cosa, pero tenía que admitir que Mateo a mi lado me mantenía a flote hasta que yo pudiera hacerlo por mi cuenta.

Me había ido a buscar al colegio para hacer algo a la tarde. Ambas sabíamos que no íbamos a hacer nada más que mantener silencio para que ninguna diga algo que no es debido. Hace mucho no la veía, y extrañaba nuestras risas.

–¿Qué vas a hacer hoy?– preguntó ella.

–Hoy es el cumple de Matu, quiero regalarle algo pero todavía no sé cómo hacerlo.

–¿Qué le querés dar? Quizás te puedo ayudar.– se ofreció mientras caminábamos hacia el centro de la ciudad.

–Quiero darle un cd con... no te rías, todas nuestras canciones favoritas, o las que escuchamos juntos.

–Ah, como un mix... ¿porque no las descargás en la computadora...?

–Porque no– respondí.– quiero tenerlo así, físicamente– intenté explicarme sin mucho sentido.

–Yo tengo un amigo que sabe hacer eso, si querés vamos ahora.

–Dale.

La seguí hasta un pequeño local que se encontraba cerca de la playa, lo reconocía, había acompañado a Abril a tatuarse acá alguna vez. Entramos y un aroma a sahumerio se adueñó de todos los sentidos. Aguante un poco la respiración y esperamos a que apareciera el dueño del local.

Se presentó un chico llamado Miguel, algo petizo y flaco, que saludó amistosamente a Abril y luego a mi. Mi amiga le explicó la situación y lo que necesitábamos y el Miguel se ofreció sin problema a hacerlo. Subimos a la planta de arriba donde yacía una computadora algo vieja pero que debía andar si es que la iba a usar.

–Bueno, que canciones querés poner... Hacé una lista.

Miguel me ofreció una hoja y papel, me senté en el piso y escribí recordando los viejos momentos con Mateo y cada tanto se me escapaban sonrisas. Miré la lista de canciones satisfecha y la releí.

–Que combinación rara– comentó Miguel.– Okey, dame unos minutos.

Observé los dibujos que descansaban en las paredes, eran muy buenos. Una idea se me vino a la mente y no pude evitar preguntar.

–¿Cuánto cobrás los tatuajes?– Abril me miró extrañada y la ignoré.

–Y depende cuál, ¿Estás pensando en hacerte uno?

–Quiero hacerme uno, ahora.– dije algo mandona– cuando termines de hacer eso digo...–agregué. Miguel dio media vuelta para escucharme y dejó de lado la computadora. –Uno chiquito, una frase nomás. Acá– señalé el corazón.

–Bueno, cuando las canciones se estén pasando para el Cd te lo hago.

Y así fue como terminé en la camilla con Miguel tatuándome una frase en el costado izquierdo del pecho, donde estaba el corazón.

Cuando terminó me cobró menos de lo que debía, insistí en pagar todo completo pero el chico se negó. Me dio el Cd y con Abril nos despedimos.

–¿Qué dice tu tatuaje?– preguntó Abril cuando nos encaminamos hacia nuestrs casas.

–The show must go on.– contesté.

–Oh...– suspiró– ¿es por la canción de Queen?– susurró...

–Si... y porque el show debe continuar– solté sarcástica y reí forzadamente.

Nos dividimos cuando Abril llegó a su casa y yo me fui a la de Mateo para saludarlo.

En el transcurso me topé con Lucía que venía en camino contrario al mío. No la había visto desde aquel día. Sabía que a veces hablaba con Gabriela pero conmigo no volvimos a cruzar palabra.

–Hola– la saludé.

–Hola– ambas nos miramos con el mismo dolor en los ojos y cada una siguió su camino. Terminé llorando de nuevo.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora