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17 de Julio de 2020:

– ¡Colo!

– ¡Ah!– proferí un grito y me levanté rápidamente de la cama. Mateo reía y yo le tiré la almohada enojada. –Me asustaste tarado– dije cruzada de brazos.

–Adiviná a dónde nos vamos.– se tiró a mi lado y me abrazó con fuerza.

–No se Mateo, ¿a dónde vamos?

–Vamos a Bariloche, unos días. Salimos mañana a la tarde– dijo con la boca pegada a mi– Hablé con tu vieja, me dijo que sí, mientras nos cuidemos– guiñó el ojo y reí– ¿Tenés ganas?

Suspiré y admiré la sonrisa que se le formaba a Mateo, dejando ver los dientes perfectos.

–Si tengo ganas– dije sin mucha convicción pero tratando de poner todo mi ánimo para ver a Mateo feliz. Eso me ayudaba demasiado.

–Yo creo que la vas a pasar bien, lo hago por vos, para que despejes un poco la mente– sonreí y el me golpeó la pierna despacito– a levantarse morsa.

Me levanté riendo y me fui a su placard.

–Bueno, ¿Qué nos ponemos?– pregunté mirando toda su ropa.

—No es justo, así cualquiera, me usas toda la ropa, yo no te puedo usar nada.–se quejó estirando las manos.

–Este te puede quedar bien– Saqué mi corset rojo del lado de mi placard y se lo pegué contra el cuerpo

–Que graciosa– lo miré, le devolví la remera cabizbaja y el rió– Te estoy jodiendo, me encanta como te queda todo.– sonreí cómo una nena chiquita y le di un beso en el cachete.

[...]

20 de Agosto de 2020:

Estaba en la calle, con un árbol chiquito en frente mío, no había nadie, sólo ese arbolito.

El árbol comenzó a brillar. Cómo con lucecitas alrededor de él, y luego le crecieron bolas rojas en las puntas de las ramas.

Era el árbol de navidad que armaba de chiquita.

Este comenzó a moverse y detrás de él salieron dos pibitos pelirrojos que corrían alrededor del arbolito. La nena más bajita se frenó en frente a mi y su mirada se iluminó.

Miraba algo, sorprendida, me miraba a mí, que sostenía una caja roja con un moño blanco. La nena quería agarrar la caja pero yo no se la quería dar, no sabía porque, pero no quería.

"No" repetía mientras ella, que era yo, alzaba los brazos para alcanzar la caja y "No" decía de nuevo.

La caja se abrió, y de ahí salió un gato blanco, el gato blanco que una vez tuve pero murió. Cuándo vi el gato tiré la caja y lo abracé, Ángel, se llamaba porque era blanco cómo uno. El gato que dejó de ser un gato, para convertirse en mi hermano, me rodeaba con sus brazos mientras yo lloraba en su hombro.

Y cómo tenía que ser, Ángel murió, pero Ángel ya no era Ángel, era Gonzalo que se había convertido en un ángel. Uno que me cuidaba mientras su alma brillaba junto a las demás almas en el cielo, formando, a lo que todos llaman: estrellas...

Me levanté con una extraña sensación de incertidumbre. El sueño había sido muy raro, pero hoy era mi cumpleaños número 18, y quería empezar el día de una única forma.

Me senté en la cocina de Mateo, tomé mi celular que marcaba las cuatro de la mañana y busqué en los contactos archivados al de mi hermano. Me detuve a ver la foto de perfil, era una jugando. Sonreí ante la imagen, tenía miedo de olvidarme algo de él.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora