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Mateo:

7 de Octubre de 2019:

Su aparición en mi vida hizo que esta cambiara completamente. Ahora pisaba un hospital al menos dos veces por semana cuándo me había negado a ir a uno desde la muerte de mi mamá.

Sin embargo si Gina estaba, ya no dolía. Últimamente ya no dolía nada.

Lo que si me molestaba era lo que le estaba pasando a su hermano, con quién compartí algunas charlas este último mes. Era un chabón divertido, que sabía llevar con humor la situación. Ese día era uno de esos dónde Gina y Lucía se iban por un lado, ya que se habían hecho más unidas, y yo acompañaba a Gonzalo que seguía empotrado en esa habitación. Compartíamos gustos por el deporte, aunque él era más del Básquet que yo, yo más de futbol.

–Esa jugada está buena– comenté mientras miraba en la tablet de Gonzalo, su último partido.

–Igual no llega la mejor parte, pará... Ahí.– era un pase limpio, y luego encestó la pelota desde media cancha. Era una jugada muy bien hecha. Había que admitirlo, el chabón tenía talento. Podía entender la bronca que sentía al no poder jugar.

–Buenaa– festejé.– Que hijo de puta. Terrible jugada

–Se, se.– Gonzalo apagó la tablet y dirigió una mirada hacia mí, haciendo que me apartara velozmente. –Che, ¿Qué onda con mi hermana?

–¿Qué onda qué? No hay onda.– contesté nervioso.

–Dale gil, estaré medio moribundo pero idiota no soy ¿No te das cuenta cómo te mira?– lo observé curioso. Podía sentir una emoción dentro de mí.

–Y bueno, que querés que te diga, esta buena.– Alzó las cejas y profirió un gesto de disgusto.– Al pedo te digo las cosas.

–Te estoy jodiendo. Escucháme, vos le tenés más que ganas, y yo sé que ella a vos igual, son uno más obvio que el otro, es tu decisión mandarle mecha o no, pero lo único que te voy a decir es que, por más que se haga la canchera, la fuerte, no siempre puede sola, así que cuidala... Porque personas como ustedes, esas que se miran así, no se encuentran siempre.

Asentí lentamente, sentado en el sillón de la habitación. Lo recorrí con la mirada, parecía estar quedando con menos pelo, y se le notaba más flaco. La quimio lo estaba afectando bastante físicamente. Y suponía que mentalmente también o peor.

Las chicas aparecieron minutos después y comenzó una charla sin importancia, dónde cada tanto observaba a Gina reír por los comentarios de su hermano o moverse nerviosamente de un lado al otro. Bajé la vista hacia sus piernas, no solía usar ropa apretada, más bien era suelta, pero ese día llevaba un jean que parecía ser entallado. Me dio la sensación de que su flaqueza, no era cien por ciento natural. Algo andaba pasando y nunca me lo había contado. En varias ocasiones escuchaba a su hermano diciéndole que se alimente. Traté de recordarla alguna vez comiendo, muy pocas se me vinieron a la mente. Un sentimiento de incertidumbre me invadió.

La mamá de Gina entró con una noticia que dar. Últimamente su trabajo estaba dando frutos, el restaurante estaba mejorando tanto en calidad como en fama y cómo todo estaba yendo, más o menos bien con su hijo, decidió invitarnos a todos los que nos encontrábamos en la sala a una cena para nosotros la noche siguiente.

–Se tienen que despejar un poco chicos... Se la pasan acá, aburridos. La casa invita– sonrió feliz y pude notar como Gina miraba atontada a su vieja. Seguramente no debía verla así, con esa emoción, muy seguido.

A día siguiente me fui a la hora acordada. Era una noche cálida, la primavera ya se estaba haciendo notar, y reinaba un calorcito liviano sin una gota de viento. Podía jurar que era la noche perfecta.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora