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La obra salió más que bien, recibimos una ovalada de aplausos y sonrisas. Era un éxito. Dimos tres funciones en el día, y mañana tocaban otras tres, iba a ser días agotadores, pero dentro de todo la pasaba bien.

Luego de que termináramos la última función, decidí tomarme un tiempo para mí. Fui a un bar que quedaba a unas cuadras del hotel para pedirme un café y leer algún libro. Encontré uno de Edgar Allan Poe, "Ligeia" titulaba el relato. Era corto así que no demoré mucho en leerlo. Su obra macabra era algo que me encantaba de este escritor.

"Y allí dentro está la voluntad que no muere.
¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su fuerza? Pues Dios no es sino una gran voluntad que penetra las cosas todas por obra de su intensidad .
El hombre no se doblega a los ángeles, ni cede por entero a la muerte, cómo no sea por la flaqueza de su débil voluntad "

Así empezaba el prólogo, con una frase de Joseph Glanvill. Voluntad... que extraña era esa palabra y cuanto necesitaba de esta.

Era un cuento macabro. En ocasiones me puso la piel de gallina. Ya estaba oscureciendo así que era mejor que volviera pronto.

Llegué al hotel a eso de las nueve. No tenía pensado ver a Mateo al llegar pero ahí estaba. Lo vi ahí parado hablando con algunos adultos del elenco, y por algún tipo de impulso raro, me quise esconder, pero no salió.

—Ahí estas—dijo con su sonrisa tan ... perfecta.

—Hola–—saludé con un hilo de voz.

—¿Todo tranquilo? —Ubicó sus manos en los bolsillos de su buzo y me pareció un gesto lindo.

—Sí, estoy un poco cansada, pero bien.—me adentré en el comedor, seguido del chico y me dirigí a la barra. —Y vos ¿La estas pasando bien?

—Sí, siempre la paso bien.—lo miré confundida.— ¿Dónde estabas?—respiré hondo aguantando su invasión a mi espacio personal.

—Tomando un café.

— ¿Sola? —preguntó cómo si fuese un delito.

—Sí, sola ¿Algún problema? —supongo que fui algo intimidante porque su gesto cambió a uno asustado, o molesto.

—No, solo que, es medio peligroso que andes sola acá, y más de noche ...

—Ya estoy acostumbrada a estar sola—hablé para mis adentros.

— ¿Qué?

—Nada.

Se produjo un silencio incómodo. Mateo carraspeó y volvió a hablar.

—Ey, más tarde en el Lobby van a venir más personas y vamos a estar ahí boludeando, ¿Querés venir?

— ¿Puedo ir?

—Es ... lo que te estoy diciendo.—dijo él rascándose la nuca.

—Digo, porque quizás como no me invitaron y eso ...

—Bueno, yo te invito.

—Está bien.—Volví a mi habitación para arreglarme un poco la cara, y sobre todo el pelo. Me lo até en un chuflo alto dejando los rulos al aire, y luego de unos minutos bajé al Lobby. Busqué a Mateo con la mirada levantando un poco más la cabeza, luego me adentré en la muchedumbre, pero no lo encontré entre la gente y la poca luz que había. Había más personas de las que pensaba y seguía sin saber de dónde habían salido, supongo que muchos estarían aca por "trueno"

—Te encontré, de nuevo—dijo por detrás, haciendo que de un respingo.

—Yo no—contesté con una sonrisa tonta dibujada en la cara.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora