Abrí los ojos
Me encontraba en un espacio blanco, no parecían haber esquinas, tampoco había límites. Era todo blanco. Me miré las manos, estaban impecables, algo delgadas, pero no tenían mordeduras de uñas, ni marcas de rasguños. Subí la mirada y la volví a bajar. En la mano tenía un peón negro.
Mateo se encontraba en mi frente, moviendo una de sus piezas blancas. Miré el tablero, estábamos jugando al ajedrez. Mateo movió la torre y se comió una de mis piezas.
–Creo que ya es hora.– Dijo de la nada. Su voz sonaba extraña, como si me hubiese olvidado de como sonaba.
–¿Hora de que?– Pregunté.
–De que despertemos.– miré el tablero. El rey de Mateo estaba amenazado, pero él no se daba cuenta.
–Estas en Jaque.– exclamé.
–Gina, hay que despertar.
–¿Y si no me gusta?
–Hay que despertar.– Dijo. Quiso mover sus piezas, pero finalmente tiró al rey y subió la cabeza para mirarme a los ojos. –No me olvides...
Una luz brillante, más que el blanco, comenzó a brillar sobre nuestras cabezas, y me acordé, de que nunca supe jugar al ajedrez.
[...]
Aleteé las pestañas, pero la luz me molestó, y de a poco el brillo disminuyo. Por un momento sentí como si todos mis recuerdos se quisieran ir corriendo y yo solo me estiraba para agarrarlos. Sentí alguien a mi lado y me tranquilicé cuándo me tomó la mano.
Levanté los parpados y suspiré, la oscuridad me refrescó el ardor que sentía en los ojos. Vi a mi mamá, estaba llorando.
–¿Por.. lloras?– Dije, o intenté, ya que la voz salió fallada, la garganta estaba más seca que un desierto. Me dolió tanto que solté un sollozo.
La luz estalló de nuevo y un montón de gente comenzó a rodearme y apartaron a mi madre. Hombres, mujeres, todos con batas blancas
Lo único que podía mover eran los ojos, iban disparados de un lado a otro. Quería gritar, gritar que todos estos doctores se alejaran de mí. Giré la cabeza para contemplar a Gabriela que se cubría la cara llorosa, e intenté moverme.
–¡No te muevas!– me ordenó una doctora. La miré asustada. Traté de calmar mi respiración pero me era imposible.
–Tranquila Gina... debés estar muy confundida– Esta vez habló un doctor, parecía ser el que ordenaba a los demás. Se volteó hacia Gabriela y le asintió sin entender porque lo hacía.
Sonreí cuando mi madre apareció ante mis ojos, se cerró sobre mí y me abrazó.
Traté de recordar que fue lo último que había hecho pero mi mente estaba en blanco, no recordaba nada.
Volvieron a apartar a Gabriela, y me iluminaron con linterna los ojos, me metieron palillos de madera en la boca, haciendo que la garganta me doliera más.
¿Qué hacía en un hospital?
En un momento pensé si había dicho eso en voz alta, ya que el doctor principal se acercó a mí y habló suavemente.
–Gina, sé que estás confundida, no quiero que te pongas nerviosa ni te alteres. Es normal que no entiendas que está pasando a tu alrededor. Acabás de salir de un estado de coma– Abrí los ojos y proferí una especie de quejido afónico –Hace ya casi un año, estabas tomando un avión para ir a Buenos Aires, dónde te habían ofrecido una oferta de trabajo; el avión sufrió ciertas complicaciones, dónde le llegó un fallo técnico y se estrelló.– Escuchaba al doctor con los ojos cerrados.– Hubieron muchos muertos, y pocos sobrevivientes, sufriste un serio problema craneal más tres hematomas entre el cráneo y el cerebro, que estaban comprimiendo ciertas partes y había que extraerlos. En medio de la cirugía entraste en crisis, tu cuerpo estaba demasiado débil, no podíamos ingresarte nutrientes de la nada, ya que descubrimos además, que padecías de trastorno bulímico, y tu cuerpo podía colapsar si le llegaban demasiadas cosas a la vez... Esperamos meses a que despertaras, y aquí viene la parte más fuerte, espero que no te alteres... Los médicos insistían en desconectar las máquinas, tu madre aún no estaba lista, ya había perdido a otro hijo anteriormente... un día mostraste señales de contestar cuándo te hablaban, y eso nos dio esperanzas, y hoy, luego de tanto, despertaste. Son muy pocos los casos que despiertan luego de tanto tiempo, estamos tan conmocionados como usted.– La información había llegado demasiado de golpe, y comencé a llorar haciendo que todo me doliera.
–¿Q... que día es?– pregunté con esfuerzo.
–21 de Agosto de 2020, ayer cumpliste dieciocho años, es casi un milagro– contestó una de las enfermeras y traté de reprimir las lágrimas sin éxito.
Mi mente seguía en blanco, sin embargo sabía que tenía que buscar a alguien, preguntar por esa persona, pero no me acordaba quién, no podía hallar su rostro entre mis pensamientos, solo sabía que lo último que me había dicho fue "no
me olvides", y lo había hecho.
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Vuelo Atrasado|| TRUENO
Teen FictionColo es una chica intrépida, que un día se topa con Mateo, un amigo con el cuál terminan conectados más de lo que creen, dónde él la ayuda a afrontar un suceso que va a cambiar por completo la vida de Colo. Juntos transcurren un año arduo y difícil...