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Mateo

19 de Agosto de 2019

Me encontraba caminando por la costa con el frío viento de la noche junto a ella. Me había costado convencerla pero ahí estábamos, andando sin rumbo alguno. La luna estaba casi llena, eran eso de las once y media de la noche y desde que llegamos a la costa que ninguno de los dos habíamos dicho ni una palabra. Me gustaba estar con ella, antes solía ser alguien cerrado, apreciaba la soledad de una manera más pacífica, pero el día que la vi, no pude evitar sentir una fuerte atracción hacia esa chica pelirroja. Me dieron ganas de conocerla, saber de esa persona, y sin que ninguno de los dos haga mucho esfuerzo, las cosas se dieron de forma que ambos terminamos entrando en la vida del otro, y me gustaba. Me gustaba formar parte de sus ratos, y quería que ella fuera parte de los míos. Ella tenía algo.

Sin embargo, la notaba triste desde que nos habíamos juntado.

–¿Y esa cara?–pregunté tratando de que no se molestara por la pregunta. Calmó un poco más el paso y se sentó en el paredón de la playa. Con la mano me hizo señas de que me sentara a su lado y eso hice.

–Hace como dos días mi hermano y mi vieja estaban peleando por algo, no sé qué era, pero parecía ser grave. Ninguno de los dos me quiso decir y eso me dejó bastante preocupada.

–Quizás es un tema de ellos–respondí con lo primero que se me vino a la mente.

–No sé, dijeron "ya te vamos a contar" pero siguen así, y cada vez me hago más la cabeza. Mi hermano está raro, y yo me muero si le llega a pasar algo.– La observé jugar con el hilo que sobresalía de su campera de abrigo mientras me hablaba. Entendía lo que sentía por su hermano, yo una vez lo llegué a sentir y una pena me invadió la mente. No quería que sufriera, no me gustaba verla así.

–Mirá, no pienses en que todo va a salir mal, hay veces que la gente no cuenta las cosas porque le da miedo, o porque sabe que contártelo no va a traer ningún bien. Tarde o temprano la verdad siempre se sabe, así que te toca ser paciente. Capaz no es nada.

–Paciente es lo último que soy– dijo con una sonrisa cerrada pero dejando ver sus hoyuelos que se le hacían en las comisuras de los labios. Verla siempre me causaba ternura, era chiquita y las camperas que usaba siempre la hacían ver como una bolita. Su gorro blanco le hacía resaltar los mechones lacios y anaranjados. No entendía porque no se dejaba los rulos si le quedaban mil veces mejor. Giró su cara hacia mí y la observé detalladamente. Tenía una nariz hermosa y las pecas le pintaban todo el rostro. Sus ojos ahora se veían oscuros pero en el día se podía apreciar el color miel de ellos. Ella volvió a sonreír esta vez con los dientes que se encontraban algo chuecos pero bonitos. Le devolví la sonrisa. Me volví a fijar la hora e indicaban las doce y seis a.m. Me levanté y salté a la arena. Me miró confundida pero a los cinco segundos ya estaba a mi lado corriendo hacia la orilla. La marea estaba alta y la luz de la luna se reflejaba en el agua. El resto era pura oscuridad apenas iluminado por las pocas lámparas de la calle.

La tomé de los hombros y la volví a admirar en la oscuridad. Era muy bonita, pero respetaba la relación que tenía con su novio. Así que la solté y hablé.

–¿Tenés mucho frío?– Ella me tiró una mirada obvia. Estaba temblando y me sentí un boludo.– Corré.

–¿Qué?

–Corré– La agarré de la muñeca y comencé a correr por la arena mientras ella me seguía, riendo y sosteniendo su gorro para que no salga volando. Era relajante, correr con el viento en la cara junto al ruido de las olas del mar de fondo.

Habíamos corrido al menos una cuadra a lo que Ella ya estaba jadeando.

–¡Que flojita que sos!– le grité ya que se encontraba lejos. Subió la mirada y volvió a correr hacia mí. Tenía una mueca graciosa y seguí corriendo a un paso más lento hasta que de la nada sentí como un peso se estamó contra mi espalda haciendo que termináramos ambos en la arena tirados y estallando de risa. Ella se apartó y señaló las estrellas.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora