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–No quiero ir.–me crucé de brazos haciendo puchero.

–Colo, no vengas con boludeces, vas a ir a la escuela y punto, dale que no tenés tiempo.

Gabriela insistía en que tenía que ir a la escuela. Habíamos pasado la noche en el hospital, yo me negaba a dejar a Gonzalo, pero cuándo abrió los ojos y mostró mejores signos una chispa de esperanza me iluminó el día.

Al final Gabriela me terminó llevando casi a rastras al colegio, no le veía el sentido a ir si ni siquiera tenía la mochila, pero para Gabriela la escuela es lo primero ante todo. Me dejó en la puerta de la escuela con la excusa de que más tarde me dejaría la mochila.

Y cómo me imaginaba, el horario se me hizo eterno. No hablé mucho con mis amigas, sí me saludaron por mi cumpleaños pero nada más, de hecho traté de ignorarlas causando que se enfadaran, pero sinceramente hoy no me importaba. A quién si quería ver era a él. Había hecho que el día de mi cumpleaños comenzara tan lindo, pero el destino tuvo que cagarla de esa forma.

Al salir, le sonreí a la pantalla al ver un mensaje de él, era un simple ¿Todo bien? Nada estaba bien, en lo absoluto, pero que me preguntara eso me hizo sentir menos sola. Quizás le importaba. Subí la vista y miré un punto fijo. ¿Mateo me importaba? De algún modo si lo hacía, porque añoraba cada momento con él, y me encantaba verlo reír, y más cuándo su risa se debía a mí. Pensé en qué canción podía mostrarle hoy cuándo Ángela me sacó de mi estupor.

–Vamos a lo de Mati ahora ¿Venís?.

–No puedo hoy...–Puso los ojos en blanco y volvió a hablar.

–Nunca podés. La otra noche te fuiste así sin avisar, ¿Sabés el miedo que me pegué? Tenés que avisarme boluda. Además no sé qué te pasó hoy... ¿Estas bien?

La miré a punto de asentir pero ya era tarde, las lágrimas se resbalaban por mis mejillas y Ángela me miró con compasión.

–Ay Colo– me tomó de los hombros y me envolvió con sus brazos– Mi vida, ¿Qué pasó?

–Nada. Solo, necesito estar sola.

Las chicas me conocían, sabían que a sola me refería a "no me hablen durante un tiempo" ya habíamos pasado por esto veces anteriores. Ella asintió y nos despedimos.

Necesitaba descargarme, pero no podía hacerlo con cualquiera, así que me dirigí hacia donde sabía que me iban a escuchar y su consejo me iba a servir de mucho.

Toqué tres veces la puerta como de costumbre, y al abrirse pude ver a una Abril despeinada, con el cepillo de dientes todavía en la boca y su caniche blanco en manos.

–Buen día–saludó con la boca llena de pasta dental y sonreí a duras penas.

–Buenas tardes mejor dicho– entré en la casa y me senté en su sillón lleno de pelos blancos. Abril supo en ese momento que tenía que dejar sus tareas para más tarde y convertirse en la psicóloga que algún día iba a ser.

–Bueno, ¿qué es esa cara larga mamita?– apreté los labios y me tomé el tiempo para pensar en mis palabras. Suspiré y largué todo de una.

–Bueno, Gonza está enfermo– tragué saliva y me dije a mi misma que tenía que ser fuerte y dejar de andar llorando cada vez que el recuerdo venía a mi mente– muy enfermo... Está internado y ayer parece que le afectó mucho, Gabriela me lo ocultó y él también... No sabés la bronca que me da eso y que no pueda decir nada porque está mal que lo sienta ¿entendes? Pero no puedo, no sé qué me pasa. Yo no sé qué haría si le pasa algo a él Abru, es mi hermano, estuvo conmigo toda la vida y creo que es a la persona que más quiero en el mundo. No es justo que le pase algo así a él, que es tan bueno...– A este punto la voz ya se me estaba entrecortando.

Vuelo Atrasado|| TRUENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora