Capítulo 1: "Reencarnación"

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El olor a tierra húmeda estaba impregnado en el aire, llegando a Max cada vez que el viento soplaba fuerte. Era un día caluroso, horas antes había llovido, provocando que todo el vapor de la tierra se sintiera horrible. El chico frunció la nariz mientras fijaba la vista en su objetivo.

Una chica rubia de ojos verdes yacía sentada sobre una roca a varios metros de él, sollozaba en silencio manteniendo la vista fija en el suelo. Ashley se encontraba llorando a solas, o al menos eso era lo que creía, ya que su ángel guardián estaba con ella. La joven estaba en una de esas tardes en las que creía que no podría soportar un día más sin su padre. Su progenitor había muerto casi tres años atrás. Quizás cualquier persona viéndolo desde afuera creería que ella ya debía haberlo superado, pero no era así. La relación que Ashley tenía con su padre era muy cercana, a veces la chica creía que, incluso más que la que compartía con su madre. Cuando le dieron la noticia sobre la repentina muerte de su progenitor en un accidente automovilístico, su mundo pareció desmoronarse en tan solo unos cuantos segundos; una de las personas en las que más confiaba se había ido, dejándole un vacío que ni siquiera ella podía explicar.

Ashley se la pasó muy mal los primeros días después de la muerte de su padre; no quería hablar, no quería comer, no quería ir a la escuela. Por supuesto, esto no duró más de tres días, cuando se dio cuenta de quien la estaba pasando peor: su madre. Quiso darse un golpe cuando se percató de eso, no podía creer lo egoísta que había sido. Por eso, se armó de coraje y fingió estar bien. Para la gente que la rodeaba debía ser fuerte, actuar como si tan solo estuviese dolida era mejor que llorar todo el día, aunque cuando estaba sola se permitía hacerlo.

Tal vez para muchos es estúpido decir que el bosque se convirtió en el lugar predilecto de la chica, pero en realidad era así. Ahí podía estar sola por completo, sin nadie que la mirara o juzgara a su alrededor, parecía ser algo liberador para ella. En ese lugar sentía que podía llorar todo lo que quisiera sin ser vista, odiaba que la vieran hacerlo: para los demás tenía que ser fuerte, aunque por dentro cada día se sintiera más vacía.

Aunque creía que estaba sola, Max —su ángel guardián— siempre se encontraba en cualquier lugar al que Ashley fuera. Ella pertenecía a uno de los pocos humanos quienes tenían a alguien como él cuidándolos, era muy importante para los de allá arriba.

Pese a que el ángel deseaba con todas sus fuerzas saber el porqué de tanto alboroto respecto a la joven humana, los ángeles con rango superior a él siempre le habían advertido que no hablarían hasta tener la orden de algún dios para liberar tal información, y eso, en vez de aminorar las ansias del ángel, las había aumentado.

Desde el día en el que la rubia nació le asignaron a Max como ángel guardián. El chico tenía órdenes específicas de mantenerla a salvo a toda costa, aunque eso significara que bajo las peores circunstancias debiera dar su vida por ella. Cuando él escuchó eso por primera vez, no pudo contenerse a preguntar el por qué, esa fue una de las veces en las que le dijeron que no podían hablar.

Las reglas respecto a tener un ángel guardián seguían siendo las mismas para él como en cualquier misión: no te acerques, no hables, que no te vea. Para todos los ángeles era vital seguir esas normas, eso les ayudaba a no causar problemas estableciendo sentimientos con la persona asignada.

Pero conforme Ashley fue creciendo el ángel se preguntaba cada día más sobre ella, la fascinación respecto a la rubia no hacía más que crecer, aunque los años pasaran: lucía tan normal, tan común, que el hecho de tenerlo a él significaba que bajo toda esa máscara de normalidad había un misterio que Max ansiaba conocer.

En esa ocasión él se encontraba en un árbol a casi quince metros de altura, sentía el vértigo hacerse presente en su sistema a cada segundo que pasaba ahí arriba. Para él era algo gracioso que en la Tierra las alturas le causaran esa sensación, pero no podía evitarlo, ese era el único lugar en el que no podía usar sus alas.

SAVE ME | PAST LIES IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora