Capítulo 7: "Confía en mí"

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Las palabras de Max resonaban en los oídos de Ashley. Los ojos de la joven se posaron en él mirándole con incredulidad, su cuerpo temblaba y aunque ella trataba de parar de hacerlo, no podía. Ella negó con la cabeza negándose a creerlo. ¡Dios, qué estaba ocurriendo!

No, no y no, se negaba a imaginar que eso de verdad estuviese sucediéndole.

―Mientes ―la voz de Ashley apenas fue audible.

Para cualquier otra persona hubiese sido imposible escucharlo por la forma en la que lo dijo, pero los sentidos desarrollados de Max le ayudaron a hacerlo sin ninguna dificultad. El ángel se revolvió el cabello, intentando no perder la paciencia. Era difícil, lo era cuando los humanos entraban en shock, como estaba sucediéndole a la chica.

―Ashley ―respondió el ángel, acercándose a ella con cautela, como si quisiera entendiera su forma de actuar―. Puedo explicarte todo, pero no aquí.

―¡Aléjate, Max!

Un gruñido salió de los labios de ángel al escuchar el chillido de Ashley. Eso estaba mal, joder, estaba demasiado mal. Sus planes no estaban ni cerca de estar marchando correctamente, pero ahora no podía pensar en eso, debía enfrentarse a lo que estaba sucediendo, aunque no estuviera planeado. Odiaba admitirlo, pero su paciencia se estaba agotando y no quería perder los estribos frente a ella, porque cuando lo hacía, era irreconocible.

―Confía en mí ―dijo con voz aterciopelada, intentando no asustarla más.

Max entendía casi a la perfección el miedo que emanaba del cuerpo de Ashley, literalmente él igual podía sentirlo, comenzaba a filtrarse en su sistema y eso le causaba pánico. Ambos compartían las emociones más fuertes que el otro experimentaba, por eso Max tenía que controlarse con cualquier cosa que sucedía a su alrededor. Cuando esto sucedía ―este don lo compartían los ángeles guardianes con el humano bajo su cargo― la otra persona podía entrar a la cabeza del otro, leyendo su mente y si se lo proponía, podía aunar en los pensamientos más profundos de la otra persona. Era poco común que el humano lo hiciera, pero Max sabía que Ashley no era un humano por completo, y la sola idea de que ella leyera su mente le ponía los nervios de punta. No podía permitirlo, no se imaginaba el riesgo en el que pondría a la chica al conocer todos sus secretos.

―Necesitas calmarte, te llevaré a casa ―añadió el ángel de forma melosa, quería tranquilizarla, pero no tenía idea de cómo hacerlo.

Max nunca había lidiado con una humana que conocía que era un ángel. Usualmente jamás se enteraban de que siquiera hubiese estado ahí.

―Los asesinaste ―la voz de Ashley salió tan trémula que el Jedne se odio por ser uno de los factores que ocasionaron esa ola de emociones.

―Eran demonios ―refutó, como si esperara que entendiera su forma de actuar.

Max no añadió nada más, pero esa simple explicación hizo que el terror de Ashley creciera, evitando que pudiese pensar con total claridad. Quería saber si Max era o no confiable. Sí, lo que decía era completamente inverosímil, pero no podía evitar pensar que él la había salvado de esos tipos. Su cuerpo temblaba peor que una gelatina, pero de pronto comenzó a sopesar la idea de ir con Max, como si la idea hubiese llegado de repente a su cabeza.

Si se quedaba ahí, cualquier persona podría aparecer de la nada, y la idea de que ellos también le quisieran hacer daño la enfermaba. No entendía nada, no sabía por qué Max apareció de repente ahí, pero en cierta forma le agradecía.

―Necesito explicaciones.

Max asintió, sintiendo un alivio instantáneo.

―Te diré todo lo que quieras, pero vámonos, no puedes estar aquí por más tiempo.

El ángel ayudó a la rubia a ponerse de pie, intentando no parecer demasiado brusco, no quería asustarla más. Apenas la tocó sintió como la joven temblaba de forma descontrolada. Susurró en su oído que todo estaría bien, intentando tranquilizarla. Tardaron unos cuantos minutos en salir del bosque, al hacerlo, Max ayudó con suma delicadeza a Ashley a subir a su auto, la cual, pese a todo pronóstico se había relajado de forma drástica. Ya no temblaba, pero sus ojos seguían llenos de lágrimas que trataba de no soltar.

―Tienes que decirme todo, quiero saber por qué esos tipos me seguían ―susurró de forma gélida, no confiaba en Max o por lo menos, no aún.

―Te diré todo lo que quieras, pero no aquí. Confía en mí, no te haré daño.

―No confío en ti, Max. No ahora.

El auto se hundió en un silencio que ninguno se atrevió a romper. La respiración irregular de Ashley comenzó a tranquilizarse gradualmente, hasta que tan solo era ella y sus pensamientos. Nada en su cabeza tenía sentido, pero trataba de no perder la compostura, lo único que necesitaba era que Max le aclarara todo.

El ángel condujo por las calles desiertas del pueblo durante varios minutos, hasta que se detuvo en una casa que le pareció muy familiar a Ashley.

Era de Carissa... el lugar donde Max la llevó era la casa de su mejor amiga.

¿Qué demonios hacían ahí?

(...)

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