Capítulo 12: "Buena suerte, Ashley"

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Los ojos de Max permanecían fijos en la carretera mientras conducía el auto de la joven rubia. Desde que el Jedne y Ashley salieron de la casa de Carissa nadie había dicho una sola palabra sobre lo sucedido. Ninguno se atrevía a romper el silencio que les invadió al encontrarse a solas por primera vez después de que la humana se enterara de quién era él en realidad.

Max se había ofrecido a llevar a la joven a casa, asegurándole que era simplemente para asegurarse de que llegase bien a casa, y, pese a las protestas por parte de la rubia, ésta terminó cediendo. En el momento en que entraron al auto ambos se concentraron en sus propios pensamientos, por su parte, Ashley pensaba en lo impresionante que fue ser testigo de cómo con un simple toque Liam había podido curarla. Estaba confundida y como era costumbre desde un día anterior, también aterrada. La curiosidad la dominaba, por lo que estaba dispuesta a dejarse envolver con lo que sea que sucedía a su alrededor, ergo necesitaba saber con exactitud qué era.

Ashley se llevó la mano derecha al rezago, cerrando su mano: no quería dejar que los sentimientos encontrados nublaran su juicio, tal como estaba pasando, tenía que pensar con claridad antes de decir o hacer algo. Ella sabía que actuó totalmente mal cuando Max le confesó parte de la verdad en el bosque, fue brusca y torpe, y la joven rubia no quería volver a ser víctima de su estupidez.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal al imaginar los posibles finales que tendría toda esa situación, pese a esto, no quiso echarse para atrás. No cuando por fin había comenzado a aceptar que a partir de ese momento los ángeles y demonios formarían parte de su vida diaria. También sintió cómo un nuevo peso cayó de repente sobre sus hombros; pensó en que no podía ser tan egoísta, ellos la iban a cuidar pese a que se manifestó en contra de ascender al cielo. Se masajeó las sienes intentando recapacitar; pensaba que tal vez si hablaba con los ángeles le dejarían llevar a su madre con ella, aunque aún no sabía cómo funcionaban algunas cosas ahí.

La rubia distrajo todo el camino mirando las casas y árboles que pasaban; Max permaneció en silencio todo el trayecto; en el auto sólo podía escuchar el ruido que ambos hacían al respirar, así que sí, el silencio era sepulcral.

—Llegamos —indicó Max al estacionarse a unos metros de casa de Ashley.

La rubia se limitó a asentir mientras posaba su mirada en el ángel a su lado. La noche ya había caído, por lo que ahí, bajo solo la tenue luz de la luna y las demás casas, vio a Max de una forma diferente. No era la primera vez que pensaba que era apuesto, pero sí era la primera vez que lo veía tan claro, como si algo dentro de ella le impulsara a creerlo. Apartó sus ojos de él sin creer lo que había cruzado su cabeza, horas antes se encontraba muerta de miedo por estar cerca de él y ahora pensaba de esa forma.

Era extraño, y no tenía idea del por qué lo hacía.

Ashley tomó una bocanada de aire meditando lo que haría. Llevaba varios minutos sin bajar del auto, analizando cuáles serían sus próximas palabras.

—Quiero saberlo todo —balbució la chica observándolo de nuevo.

Quiso sonar segura, pero falló. Falló estrepitosamente, pero ese a eso, Max sonrió levemente. Agradecía que por fin hablara, aunque lo hubiese hecho de esa forma.

—¿Quieres empezar desde la creación de los seres humanos? —inquirió dejándose llevar—. Porque eso nos llevaría un muy largo tiempo.

—Max, no es tiempo para bromas —respondió Ashley suspirando. Necesitaban hablar con seriedad si querían que todo eso funcionara—. Así que quiero saber todo lo que me involucra. Si voy a formar parte de algo, quiero saber qué es —prosiguió sin rodeos—. Necesito saber en medio de qué estoy, cómo funcionan las cosas y el verdadero papel que juego en esto —añadió, notando que a medida que hablaba su voz tomaba una convicción que desconocía—. Sé que evadiste cosas, puedo sentir que esta no es todo lo que sabes así que exijo que me expliques todo, sin evitar detalles; quiero saber a lo que me enfrentaré.

Max la miró con sus penetrantes ojos azules, notando que trataba de postergar lo inevitable. Se mordió el labio mientras asentía, haciéndole saber a Ashley que la había escuchado.

—Primero procesa lo que supiste hoy, mañana vendré a verte a las diez; podemos ir a beber algo o lo que tú quieras, te daré todas las respuestas que desees, pero hoy necesito que descanses —dijo después de unos segundos, miró al frente y despegó las llaves del auto—. Sé que Dylan se ofreció a poner más seguridad en tu casa, pero si sucede algo, cualquier cosa, no dudes en llamarme. Por lo pronto debes dejar que tu mente descanse un poco, y deja de pensar en todo esto, cuando lo haces demasiado, tomas un poco de mi energía.

—¿Cómo puedo tomar tú energía sin saberlo? —cuestionó la rubia sin poder controlarse. Las comisuras de los labios de Max se elevaron hasta formar una sonrisa cargada de diversión.

—Respuestas, mañana —recalcó el ángel sin ocultar su regodeo. Le tendió las llaves del auto a la rubia—. Inventa algo rápido, tu madre está observando directamente aquí desde tu habitación, supongo que puede verme, buena suerte, Ashley —añadió, bajó del auto dejando a la reencarnación de Laín aturdida, antes de que pudiera protestar o decir algo, cerró la puerta dejándola con la palabra en la boca.

La joven humana bajó de su auto y miró en dirección a su habitación, dándole una mirada rápida. Soltó un bufido notando que el ángel tenía razón. Su madre se encontraba observándola desde la ventana de su habitación. La rubia sonrió y saludó a su progenitora con la mano izquierda, pensando en una excusa rápida para justificar el hecho de haber vuelto con un chico cuando se suponía que estaba con Carissa.

Suspiró mirando a su alrededor, esperando ver en algún lugar a su ángel guardián, pero en la calle no había rastros de Max.

(...)

Disponible en físico.

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