Capítulo 10: "Arrancar plumas una por una"

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El lugar donde se encontraba Ashley era la recamara de su mejor amiga. Ella estaba recostada en la misma cama en la que ambas se quedaban platicando durante horas, claro, eso solía pasar antes de que toda la bomba de verdad explotara directamente en el rostro de Ashley, porque a partir del momento en el que Carissa le confesó todo algo cambió entre ellas.

La luz del sol comenzó a colarse por la ventana, despertando a la chica. En un inicio se sintió confundida, no recordaba mucho del día anterior, pero conforme lo fue haciendo, una jaqueca enorme la invadió. Se incorporó en la cama, observando a su alrededor. La familiaridad de las paredes rosas con blanco la recibió, provocándole solo nauseas. Con cuidado se levantó de la cama, al hacerlo, lo único que ganó es lastimarse más el tobillo. Sólo una maldición al aire recordando que se lastimó un día antes y comenzó a caminar cojeando. Intentaba no poner todo su peso en éste mientras salía de la habitación. Conocía la casa de Carissa a la perfección, pero con todo lo que estaba pasando se sintió como una extraña en un lugar nuevo. Por primera vez desde que despertó se percató de su atuendo: no traía la misma ropa que la noche antes, ahora vestía un pijama de su mejor amiga, la cual consistía en una blusa rosa y un pantalón del mismo color con corazones en él. Su tobillo se encontraba envuelto en un vendaje improvisado.

Mientras avanzaba por el pasillo que conducía a las escaleras, nuevos nervios comenzaron a formarse en su cabeza. A cada paso que daba sus recuerdos comenzaron a hacerse más nítidos, hasta llegar a uno que agitó su respiración. Antes de sentir esas incontrolables ganas de dormir había escuchado una voz, y ahora recordaba que era exactamente igual a la de Max. Era algo loco si lo pensaba con detenimiento, pero debido a todo lo que ocurría en esos momentos no descartó la idea de que en verdad hubiese sido él. Después de todo, Max era un ángel y Ashley aún no tenía idea de lo que ellos eran capaces de hacer.

Recordó que él había comentado que ahora ella tenía el poder de una diosa, por lo que se preguntó cuánto debía ser. Si él siendo un ángel podía entrar a su cabeza, no se imaginaba lo que ella, por absurdo y loco que pareciera, podía hacer.

Al llegar a las escaleras comenzó a bajarlas, apoyándose del barandal para no caer, conforme avanzaba, voces en la planta baja llegaron a sus oídos, haciéndose más entendibles conforme se acercada a la sala. Se detuvo a mitad de camino para intentar escuchar lo que decían.

—¿Qué haremos con ella? —preguntó una voz, la reencarnación de Laín estaba segura de que se trataba de Max.

—Lo primero es llevarla a un lugar seguro, no sabemos si los demonios ya saben dónde vive —respondió otra persona, a diferencia de la primera, era la primera vez que Ashley la escuchaba.

Se trataba de una voz más gruesa y dominante, con un atisbo de autosuficiencia y egocentrismo.

—No se irá, Dylan, ella ama demasiado a su madre como para dejarla sola —respondió Carissa de la nada.

Ashley se sentía confundida. No sabía de qué hablaban, per debido a la prudencia con la que todos expresaban sus puntos de vista, sabía que se trataba de algo serio. Frunció el ceño victima de su propia confusión.

—Les he dicho lo que haré —intervino Max de nuevo.

—Si te atreves a lastimarla. —La voz de mi Carissa se hizo presente; pero no sonaba amistosa como siempre, tenía un toque de advertencia que no pasó desapercibido para Ashley—. Te juro que me importará poco que seas mi hermano, te arrancaré las plumas de tus alas una por una.

La forma en la que hablaba sorprendió mucho a Ashley, quien para ese punto se encontraba concentrada en la conversación. Algo malo estaba por ocurrir, ella lo sentía y no tenía idea de cómo, pero tenía un presentimiento malo sobre el comentario de Carissa.

—Hermanita, por favor, no podría hacerle daño sin hacérmelo también a mí.

—No sólo existen daños físicos, idiota.

Para ese punto la rubia se encontraba de pie en el mismo lugar, sin moverse, respirando de manera calmada para que no le escucharan, no podía verlos por completo, solo veía sus espaldas; se encontraban de pie en la sala. De un segundo a otro los ojos de un apuesto chico se encontraron con los de Ashley sin que ella pudiese retroceder para evitar ser vista. Él sonrió en su dirección al verla, como si se estuviese burlando con tan solo ese gesto por haberla pillado espiándolos.

—No seas exagerada, simplemente es...

—¿Ella es Ashley? —Interrumpió el chico, quien miraba a Ashley con una mezcla de fascinación y diversión.

Max y Carissa se dieron la vuelta, mirando con sorpresa a la chica, quien se encontraba en las escaleras sin moverse en lo absoluto.

—Ven aquí, Ash. —El ángel guardián se acercó a Ashley con paso decidido, subiendo los cuantos escalones que le faltaban por bajar a la chica. Se acercó a ella, colocando su brazo sobre su hombro y susurró cerca de su oreja—. Te ayudaré a bajar.

Ambos bajaron con cuidado, no querían empeorar la situación del tobillo de la rubia. Al llegar a la planta alta, Ashley se permitió mirar con detenimiento al nuevo compañero de los ángeles en la casa: el chico era castaño, sus ojos color miel, tez blanca, tenía algunas pecas en las mejillas y era notablemente más alto que ella, e incluso que Max.

—Me presentaré, Ashley, mi nombre es Dylan —dijo al ver que la humana no dejaba de analizarlo.

Ella frunció el ceño y negó con la cabeza. No entendía la razón por la cual el tal Dylan la había saludado de esa extraña forma. Era incómodo y raro, y no quería sentirse de esa forma.

—No es necesario que hagas eso —susurró despegándose del cuerpo de Max.

No le gustaba la extraña sensación que comenzó a sentir en el estómago al tenerlo tan cerca.

—Llama a tu madre, está algo molesta porque no le avisaste que te quedarías a dormir en mi casa; anoche tuve que decirle que cuando terminaste la tarea viniste a visitarme y el tiempo pasó sin que lo notáramos, le dije que te quedaste dormida y por eso no habías llamado —explicó Carissa al notar la tensión en el ambiente. Le tendió el celular a su amiga y prosiguió—. Encontré esto en tu pantalón cuando te coloqué la pijama y lo puse a cargar, llámala, dijo que apenas despertarás lo hicieras.

Ashley le agradeció con la mirada y tomó el móvil. Lo encendió, después de unos segundos en la pantalla comenzaron a aparecer por lo menos veinte mensajes, todos provenientes de su madre. Suspiró maldiciendo mentalmente haber olvidado por completo a su madre.

—Llamé una grúa para tu auto anoche, deben traerlo en unas cuantas horas —dijo Max.

Ashley asintió sin prestarle demasiada atención, debía llamarle a su madre antes de que ésta entrara en un colapso. Jamás habían pasado tanto tiempo sin saber la una de la otra.

—Gracias —respondió la rubia, alejándose de los ángeles en la sala.

Le esperaba una fuerte reprimenda por parte de su progenitora.

(...)

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