Becky
Me quedé parada fuera del lugar, no era tan grande, en realidad, era muy diferente a la mayoría de sitios a los cuales había asistido. Irin a mi lado, se quedó mirando el lugar con una sonrisa, pareció conocerlo desde hace años, ¿serían amigas ella y la psicóloga? y es que viniendo de aquella rubia, nada me sorprendería. Mordí mi labio superior, estaba nerviosa y es que era normal; me coloqué mis guantes de látex como siempre lo hacía, Irin procedió a rodar los ojos, y aunque ella tenía en cuenta que era algo muy mío, no podía evitar decir que era ridículo. Nunca rebajó mi fobia o mi trauma, pero siempre le dio risa el como alguien puede sentirse tan afectado por ser tocado. Ella no era la que lo vivía por lo mismo, no sabía lo que se sentía.
—Pero vamos, no nos quedáremos aquí por siempre —me incentivo a entrar, ella empezó a hacerlo pasos por delante de mí.
Tomé valentía no sé de donde diablos y empecé a caminar detrás de ella, mi corazón empezó a ir raudamente, y es que pensar en la sola idea de que alguien me pudiese tocar me daba escalofríos. Me preparé mentalmente para entrar, y cuando lo hice, lo primero que me recibió fue una sala pulcra, muy limpia y extensa. El lugar era grande, tenía asientos y un buen aire acondicionado, eso era excelente, así mataban las bacterias. Metí mis manos dentro de los bolsillos de mi traje de lino, Irin se acercó a recepción y yo, sin dejar de mirar a los lados cuidando que nadie se acerque, me pegué a ella.
—Becky, despégate un poco —pidió, la recepcionista, nos miró a ambas <<más a mí que a ella>> con algo de guasa en la mirada.
—Hay... Bacterias en el aire —dije por lo bajo, Irin me medio empujó, lanzándome una mirada con censura.
—Discúlpenos —me tomó del brazo, ella sabía que no me iba a liberar. Nos llevó a una esquina y ahí empezó a hablar— ¿Puedes estar tranquila cinco minutos? no pido más, Rebecca, sólo cinco.
Volví a examinar el lugar con la mirada, —¿Quieres... —miré el asiento con algo de asqueada-, que me siente ahí?
—Sí, Becky, siéntate ahí —se fue, dejándome con la media palabra, entonces, no me senté, no lo haría, porque ahí sabrá dios que ser humano habrá puesto su cuerpo, manos, y... guácala.
Me quedé parada. Irin no tardó mucho en volver con algo en sus manos, me le quede mirando mientras ella lo leía.
—¿Y eso? —quise saber metiendo la cabeza.
—La psicóloga todavía no llega, y como tiene varios pacientes este fue el horario que ella decidió para ti, ahí tambien tienes los días —me lo tendió y yo saqué el alcohol para echarle—. ¡Que no, por dios, Rebecca, ¿Cómo le vas a echar alcohol?! tienes unos guantes por lo más sagrado —se cruzó de brazos.
Inflé mis mejillas, —Está bien —lo tomé con una mueca de desagrado—. Aquí dice; los Lunes y viernes. ¿Sólo dos días?
—Pues sí —se sentó tronando sus dedos—. Anda, siéntate, Rebecca.
—¿Estás enojada, Irina Orina ? —ella detestaba que la llamara así, pero a mí me gustaba y si antes no estaba enojada, ahora sí, porque la mirada que me dedicó que no era ni medio normal—. Pido perdón, y no, mejor me quedo parada, esos asientos contienen muchos gérmenes.
—Todo, Becky, todo contiene gérmenes.
—Pe...
—Disculpen la demora, es que el tráfico de Bangkok cada día se pone peor —entonces, como si del cielo hubiese caído un ángel o no sé que carajos, una voz meliflua, suave. Irin se incoporó, tendió su mano y recibió a la chica de cabello oscuro con una sonrisa agradable y simpática.
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Sour Candy Beckfreen
RomanceRebecca Armstrong ha sido jefa de su propia empresa por tres años después de la muerte de su padre; el cual de un accidente automovilístico no sobrevivió. Becky tiene una fobia que le ha impedido casi toda su vida, vivir como una persona normal. La...