Irin
—Tengo que volver, no me puedo quedar mucho tiempo Noey, ¿para qué me llamaste? —le pregunté a la tailandesa que tenía frente a mí, la cual no hacía más que lanzarme miradas de odio.
—¿En serio me estas preguntando eso? —rabió—. ¿Cómo te atreves a preguntarme eso cuando ayer en mis putas narices te fuiste con una de las tantas empleadas de esta empresa?
Miré hacia los lados, no quería que nadie escuchara nuestra conversación, no estaría bien visto el que una de las jefas se estuviera mezclando de esta forma con una secretaria y más si es la de su hermana. La tomé del brazo y la llevé hasta mi oficina casi a rastras, cuando ya estuve dentro, me encargué de cerrar la puerta con pestillo y encararla.
—¿Me estás reclamando Noey? ¿De que vas? tienes novio y vienes así a reclamarme.
—¿Cómo de que voy, Irin? ¿y de qué novio hablas tú?
—Señorita Armstrong para ti y para todo el maldito personal. No te quieras venir a hacer la loca, tienes novio, y me reclamas con derecho no sé de qué —escupí, agitando mi mano.
Abrió sus brazos con asombro, —¿Ahora soy el personal? Pero cuando estabas debajo de mí era tu maldita prostituta barata, y es que ni barata, gratis —me empujó por los hombros. El lugar se llenó de una fuerte tensión—. ¡Eres una idiota! ¡Y no te importa si tengo o no!
Perfecto. Me lo había terminado de confirmar.
—Yo te dije a ti que era una jodida follada —le espeté.
—¡Una follada que llevaste a dos, después a tres y es que...! —gritó, estaba hecha una furia y es que ver a Noey en ese plan no era el mejor del mundo, ya que cuando se enojaba solía lanzar todo lo que veía y en mi oficina había de todo un poco.
—¡Tú lo confundiste! no puedo creer que de unas cuantas cogidas ya estés así, yo no me enamoro, no de ti, no me podría enamorar de una persona como tú.
Entrabrió sus labios, incredula, —¿Cómo yo? no puedo creer que estés diciendo esto, no se cual es tu jodido miedo, ¿tienes miedo a abandonar a todas tus jodidas amantes?
—¡Cállate!
—¡A mí tú no me das ordenes! tú y yo no somos nada, ¡Y a mi me respetas y me bajas el tono de voz! —y como si fuera su maldita perra, recibí su orden—. No sé que cojones te hicieron, pero el amor no es un delito, amar no es de cobardes, de cobardes es creer que el amor nos hace débiles...
Me crucé de brazos con burla, —¿Tú me estás dando alguna clase de moral? por favor, déjate de tonterías, no tengo miedo a amar. Y te vengo conociendo hace... nada, jamás me enamoraría de alguien como tú.
Caminó hasta estar a un paso de mí, —Yo no me enamoré de ti, más sin embargo, con cada cosas que haces, en vez de alejarte y odiarte, me gustas más. Y no es justo.
—Nada es justo, no te pongas a estar buscándole la quinta pata al gato porque no la vas a encontrar. Y si quieres puedes decirme que soy un monstruo, como muchas.
—No eres un monstruo, sino un animal herido. Te pediré de por favor que no me busques más, no me mires y pasa de mí. Espero hayas disfrutado tus folladas conmigo, ahora me dedicaré a buscar a una persona que si quiera algo más que meter y sacar. Con su permiso, Señorita Armstrong —y con eso, salió, dejándome con un nudo en la garganta.
¿Buscará? Pero sí tiene novio.
Quise agarrar no sé y estrellarlo contra la puerta por la que acababa de salir la chica. Choqué mis manos contra el cristal de mi escritorio y agache la cabeza. Ella no me entendería y es que había momentos en los que ni yo lo hacía; quise pasar de todos mis problemas e ir detrás de ella pero mis empleados no podían verme rebajarme. Noey se merecía a alguien mejor. Yo no era mejor, no la conocía de nada, no podía certificar que yo fuera buena persona o que ella fuera la mujer para mí.
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Sour Candy Beckfreen
RomanceRebecca Armstrong ha sido jefa de su propia empresa por tres años después de la muerte de su padre; el cual de un accidente automovilístico no sobrevivió. Becky tiene una fobia que le ha impedido casi toda su vida, vivir como una persona normal. La...