Freen
—¿Ya te vas Freen?
—Sí, es que si espero un poco más no salgo hoy de aquí, terminé con mi último paciente. Y parece que el cielo se va a derrumbar —miré por una de las ventana como el agua caía de sobremanera—. ¿Tú cuándo te vas?
—Tengo que entregar estos documentos, despúes sellar unos formularios, y por último rellenarle esto a Sink. Hoy como que me tenía ganas —ambas reímos. Colgué mi cartera de mi brazo—. Tienes suerte de que la parada esta cerca y tiene techo, vete con cuidado —me depositó un beso en la mejilla—. Y me llamas cuando llegues.
—Está bien, tú cuídate —me terminé de despedir de ella para pararme en la puerta, la lluvia caía a por montones—. Joder —mascullé. Tomé impulso y corrí hasta la parada la cual me cubrió del agua fría. Ahí no había nadie, era muy raro encontrarme personas con esta lluvia. Miré a los lado a ver si venía un taxi, pero nada.
La lluvia parecía no querer cesar, es más, mientras más esperaba, más duro llovía. La brisa traía el agua consigo; lastimosamente dejé mi paraguas. Creo que sí debí llevarme de mi madre cuando me decía que siempre llevase un paraguas conmigo.
Saqué mi celular de mi bolsillo trasero y busqué el número de Seng, sabía que él vendría si se lo pedía. Y ahora mismo no tenía a nadie más que llamar. Heidi debía estar trabajando, Irin por igual. Ahora mismo, mi única opción era Seng. Al tercer timbrazo fue tomada la llamada.
—Hola, ¿Seng?
—¿Seng? ¿En serio me llamas a mí y crees que va a contestar Seng? —mis ojos se abrieron como platos del asombro y me llevé la mano desocupada a los labios.
—Lo-lo siento, de verdad creía que había llamado a Seng... dios mío —de mis labios fue a mi frente—. Lo siento, Becky.
—Vaya manera de equivocarte, ya te digo yo que no era a Seng que querías llamar —dijo con socarronería.
—¿Crees que te llamaría a ti? sólo... olvídalo, me equivoqué —chisté.
—¡No, espera! —me detuvo antes de colgar la llamada.
—¿Qué quieres? quiero cerrar, siento el haberte llamado, y es que ni sé porqué tengo tu número —repliqué. No pude evitar darme cachetadas mentales, y es que me estaba muriendo de la vergüenza.
—¿Para qué llamabas al tipo ese?
—El tipo ese tiene nombre, y es Seng. Y lo llamaba para que me pasara a recoger a... —entrecerré los ojos—. No te importa. Adios, y perdona las molestias, Becky.
—No cortes, Freen. Yo puedo pasarte a recoger —dijo con gentileza.
—¿Tú? no gracias.
—Tu novio no es el único ser en el mundo —al otro lado de la línea pude escuchar algo cerrarse.
—Supongo que estás ocupada, no quiero causarte molestias. ¿Recuerdas que pasó la última vez que hablamos?
—En ese momento no estábamos hablando —se quejó de algo, para luego volver a la llamada—. Estábamos discutiendo, y eso no está bien. Ambas estábamos enojadas por X razón.
—No, tú estabas enojada —señalé.
—Claro, como si tú no te emborrachaste y al día siguiente desde que me viste empezaste a mentarme hasta el padre en misa.
—No sé porqué sigo al celular contigo. Te cuelgo, tengo que llamar a Seng, y no quiero perder mi valioso tiempo hablando contigo por aquí.
—Está bien, no lo hagas por ahí —me giré asustada—. Hazlo en persona —tenía una media sonrisa en su rostro.
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Sour Candy Beckfreen
RomanceRebecca Armstrong ha sido jefa de su propia empresa por tres años después de la muerte de su padre; el cual de un accidente automovilístico no sobrevivió. Becky tiene una fobia que le ha impedido casi toda su vida, vivir como una persona normal. La...