Becky
—Dios, pero ¿qué haces aquí? —desde donde estaba, hablé. No pensaba mover ni un sólo músculo y esperaba que él tampoco lo hiciera.
Heng me sonrió encogiéndose de un solo hombro. Este tenía muchas cosas cambiadas, y es obvio, lo dejé cuando tenía dieciséis años, aunque tiempo antes me había alejado de él. Este dio un paso al frente.
—No, Heng —Irin le impidió seguir más.
—¿Todavía? —me miró a mí.
—Lo siento, pero si quieres conversar va a tener que hacer tú en una punta del mueble y yo en la otra.
—Está bien —me alejé y Irin lo dejó pasar.
Se quitó los zapatos y camino descalzo hasta lo que sería el mueble. Tragué fuerte y me fui a sentar en el mueble individual mientras él estaba en la punta del mueble largo. Irin fue a la cocina a buscar algo que comer, mientras yo hablaba con Heng. Este iba cambiado, su cabello antes era castaño, y ahora lo tenía negro, rizado, sus ojos eran más marrones, y su piel mas blaquencina. Su rostro parecía ser pulido por los dioses. Heng siempre había sido guapo, pero la edad pareció favorecerle para mejor.
—¿Cómo te ha ido? verte aquí es todo una locura, ¿Cómo lograste saber donde vivía? —pregunté.
—No fue muy difícil , fui donde tu madre y ella me dijo, sólo que se me pasó preguntarle más sobre ti. Y me ha ido bien, estoy trabajando como modelo en una de las empresas de Gucci —mis ojos se abrieron como platos, este sonrió de medio lado—. Y no te imaginas como fue que me encontraron, es una historia algo curiosa.
Alcé ambas cejas, —Me interesa escucharla.
—Se filtró un video para adultos en las redes de mí y de la chica —juro que mi cara al él contarme eso, fue todo un poema, tanto que Heng se partió de la risa—. Gracias —le agradeció a Irin cuando esta le dio un vaso con jugo de naranja—. Fue muy gracioso.
—Eso es muy Heng, y tú siempre andas queriendo experimentar cosas nuevas. En verdad, nos vemos luego de años y me vienes con esto —dejé el vaso de jugo sobre la mesa de centro—. ¿Y qué pasó con la chica?
—Mmmh... —terminó de beber el liquido que estaba en su boca—. Gracias a Dios y no se le vio la cara, su familia tampoco sabe que es bisexual. Los de la empresa me preguntaron que quien era, pero no podía traicionarla así.
—¿Y cuál es su nombre? —intentó averiguar Irin.
—No, no puedo decirlo, en realidad, prefiero que se quede así. Lo dejamos hace un año, ella me pidió que no la buscara más —un tono de desilusión y algo agrió—. Supongo que fue como ella dijo: la persona para su vida no es un él, sino una ella.
Irin y yo nos miramos de reojo, teníamos un Don para comunicarnos con la mirada. Ambas sabíamos que el chico no la estaba pasando bien. A pesar de que formó una sonrisa en sus labios que quería dar todo lo contrario a entender. Me aclaré la garganta. Heng siempre había sido un chico sensible, y venía siendo muy difícil de su parte no expresar sus sentimientos, usualmente, era él quien lo hacía primero.
—¿Y a ti, Armstrong? —buscó cambiar el tema de conversación—. ¿Te va mejor?
Fruncí los labios. Heng se llegó a enterar de lo que me pasó cosa que me contó Irin semana después de que me haya pasado; yo fui la que pedí no ver a nadie. Y es que me sentía realmente sucia, algo dentro de mí, me impedía ser vista, tocada, mirada por una persona de carne y hueso. Tragué en seco, dado que la saliva de mi boca se había secado. No me gustaba dar reversa al pasado, con las pesadillas tenía de más, y con los tormentosos recuerdo también.
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Sour Candy Beckfreen
RomanceRebecca Armstrong ha sido jefa de su propia empresa por tres años después de la muerte de su padre; el cual de un accidente automovilístico no sobrevivió. Becky tiene una fobia que le ha impedido casi toda su vida, vivir como una persona normal. La...