Capitulo 11

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Becky

—Aquel día es uno que no quiero recordar más —me sequé las lágrimas y reí con amargura—. Pero eso es imposible, porque mi pasado me atormenta, Irin cuando llegó y me abrazó la vi como un lugar segura. Aunque al principio la alejé, supe que ella era una persona importante.

—¿Le guardas rencor por algo?

Negué, —No, si lo preguntas porque dije que ese día ella me había dejado a pesar de que mencioné que no quería quedarme sola...; no, no le guardo rencor.

—¿Y a tu padre?

—Tampoco —exhalé poniéndome erguida—. No le guardo rencor a nadie. Sé que otra persona en mi lugar sí lo hiciera; pero yo no pude. Y cada día que pasaba sentía que me hundía más.

—Ese hombre... ¿Está muerto? ¿Cómo entró a tu casa?

—No, está en la carcel, le dieron treinta años de prisión pero su familia y el negaban todo, aunque con mi declaración, la de Irin y todas las pruebas era más que obvio lo que había sucedido. Su familia negaba que el fuera un violador. Y ese día mi madre lo había dejado quedarse, ya que él decía que no tenía dónde quedarse porque no conocía nada de la ciudad.

—Su familia no parecía conocerlo, todas esas cosas que te pasaron justo cuando falleció tu padre. ¿Qué tan frecuentes son las pesadillas?

—Cada que cierro los ojos, está como en automático y no sé como dejar de tenerlas. Me da miedo dormir —froté mis manos y miré a Freen.

—¿Cuántas veces te intentaste suicidar?

Mis fosas nasales se dilataron, —Unas... no sé. Es que no sé cuantas fueron, llegué a perder la cuenta. Imagínese lo jodida que hay que estar para olvidarse de cuantas veces intentaste quitarte la vida por un tipo... que te tocó de la manera más sucia posible. Decía que yo lo provocaba. Pero te juro que no es así, te lo juro.

—El pedófilo no lleva un cartel ni tiene cara rara, cualquiera puede serlo. No me tienes que jurar nada, Becky. Yo soy la que te jura a ti que te cree. Para eso estamos aquí, para que vayas superando tus miedo, para que vayas dejando atrás tu pasado y duermas con los ojos cerrados sin temer, porque no me iré hasta que por fin te haya ayudado.

—Freen... ¿me aceptarías un café? —sus ojos se entrecerraron hacia mí, el golpe de cambio de tema la sorprendió—. Quiero... quiero decir...

—Becky no quiero incomodarte, no quiero que te sientas obligada a tocar a nadie, ni siquiera a mí —ella usaba mucho el razonamiento, y yo era a veces muy impulsiva pero sabía que ahora mismo no lo estaba siendo.

—No... no me siento obligada a nada, sólo quiero tomar un café contigo, como amigas, ¿le parece? no necesitamos tocarnos, con sólo hablar es más que suficiente.

—Para eso tendríamos que ir a una cafetería y no creo que estes capacitada para ir a una.

—Quiero salir como una persona normal —jugué con mis dedos.

—Y lo harás, eso te lo puedo asegurar, lo harás, pero todo a su tiempo.

—¿Te gusta leer?

Freen respondió a mi pregunta al instante.

—No es que sea muy de mi agrado, soy más de fiestas, lo admito, pero sí un día me toca leer para aprender lo haría sin titubear. ¿Y a ti te gusta leer?

—No, soy más de que me lean —las lágrimas se habían secado, remplazando la tristeza que había embargado el minuto anterior por dos sonrisas desconocidas que se morían por ir más alla, o por lo menos yo anciaba aprender a leer la sonrisa del cuerpo ajeno al mío—. Nunca tuve relaciones de parejas, pero siempre me deleite viendo como otros se miraban, o se tocaban las manos.

Sour Candy Beckfreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora