Capitulo 37

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Becky

—Esto no tiene explicación —tomé la cámara que se encontraba escondida en mi habitació y la arranqué lanzándola al piso—. ¿Qué te pasa, Irina? tú no eres así.

—Tenía que hacerlo para cuidarte.

—¿Cuidarme? —reí con fuerza e ironía—. Puta manera la tuya de querer cuidarme, poniendo cámaras sin decirme. Tú no te diste cuenta que dormí con Freen porque entraste y me viste con ella, te diste cuenta porque te deleitaste con la hermosa vista de esa puta camarita, joder, si es que a penas se ve. ¿Quién te ayudo?

—Becky, tienes que entender que todo lo que hago lo hago por tu bien, porque te quiero —alegó.

—¿Qué me quieres? ¡no me metiste una cámara por el culo porque no podías! —me llevé la mano a la cabeza—. Está bien que me quieras cuidar, pero todo tiene un límite, si me lo hubieras comentado, Okey, ¡pero no lo hiciste! —rebufé—. Y yo como una idiota, tratando de ayudarte con Noey, y ya sé porque se cansó de ti —y me arrepentí de mis palabras, pero tampoco hice el favor de restaurarlas, sino que me quedé mirando el rostro de decepción de mi hermana—. Sé que quieres hacer lo mejor, pero a veces lo mejor es no hacer nada, y dejar que cada quien se ocupe de su vida, Irin. Porque no puedes estar pendiente de la tuya y de los demás.

—Las iba a quitar, sólo quería protegerte, ese hombre me tenía la cabeza hecha un lío, lamento tanto mi sobreprotección —se cubrió la boca con su mano, aguantando el sollozo—. En serio, perdón, no quería...

Por más que me haya enojado lo de las cámaras, no pude evitar sentirme mal por ella; porque en el fondo sabía que Irin no tenía malas intenciones, ella tenía el mejor corazón de la fas de la tierra, era un sol. Y me quería, mi corazón se encogió, fruncí los labios y fui a abrazarla, sus lágrimas mojaron mi blusa. Froté su espalda.

—Siento el haberte gritado así —miré la camara rota en el piso—. No era mi intención, te quiero, Irin.

Esta se separó, —Perdóname tú a mí, sé que hice mal —se disculpó sinceramente—. Ahora mismo mando a quitar todas las camaras.

—Sí, por favor, dile a tu cómplice —hice un ademán con la cabeza hacia la puerta, en donde estaba Jane—. Ya no vuelvo a confiar en ti.

—En mi defensa, la peliteñida me obligó —rodeé los ojos.

—¿Qué? ¿Te amenazó con dejarte una semana sin sexo? —tomé la cámara que había roto.

—Sí... ¡¿Qué?! no, eso no.

Sonreí sin separar mis labios, —Empiecen a quitar todas las cámaras.

—¿Irás? —preguntó Jane entrando a mi habitación, más específicamente a mi closet.

—¿A dónde?

—A la fiesta de disfraces —respondió desde el closet.

—¿Fiesta de disfraces?

—Es de antifaces, intelibruta —le dijo Irin a Jane.

—¿Tú? sí. Se me hace tan atractiva la gente que admite lo que es, Grrr.

—Esto esta minado de gente con problemas mentales —murmuré—. Respondiendo a tu pregunta, no, no iré, ¿para qué?

—Freen irá —mencionó Irin.

—¿En serio? creí que ella no iría este año, quiero decir, no vi el apellido Chankimha por ningún lado esta vez en el anuncio —Jane salió como con tres tajes, cinco vestidos, dos botas y tres tacones. ¿Cómo diablos cupieron tantas cosas en sus brazos y manos? las dejó caer todas en la cama—. Te juzgo todo, Becky, todo. Pero lo que nunca te juzgaré será la forma de vestirte, tremenda Diosa que eres.

Sour Candy Beckfreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora