Capitulo 39

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Freen

Aquel hombre sujetaba el micrófono con una mano, mientras la otra la tenía ocupada con una copa de champagne, ¿qué hacía aquí? ¿Cómo había entrado? no tenía ni la más mínima idea, pero no me gustaba el como hablaba, como si en serio lo que fuera a salir de su boca viniera siendo lo peor del mundo, tragué fuerte, no me daba buena espina y sé que a Becky tampoco porque tomaba mi mano con fuerza, como si estuviera resistiendo el impulso de ir a donde estaba y no dejarle un hueso sano.

—Ese imbécil, ¿dónde carajos están los guardias? —Irim y Ella se miraron sin entender nada, todos estábamos expectante a cada movimiento de aquel hombre.

—Pensarán ¿qué hace ese borracho con el micrófono? —rió con burla—. Pues fíjense que un borracho jamás miente, ustedes son testigos de aquello, ¿no? —miró a mi padre, y ahí fue cuando me alerté, Nam se paró alarmada y me buscó hasta parar en mi mirada—. ¿No es así, Chankimha? tú sabes mucho de eso, de mentir —volvió a reír, dejándonos a todos desconcertados.

—Cállate, Theo. Bájate de ahí, o voy y te bajo yo —amenazó mi padre frente a todos, robándonos jadeos ahogados a todos.

—¿Me desaparecerás? así como lo hiciste con Edgar Armstrong—Becky se puso derecha, dura como una piedra y atenta a las palabras de aquel hombre—. ¿Por qué en serio creen que se accidento de la nada? ¡Por dios! —tambaleó, dejando caer la copa— Uh, se me cayó —señaló a mi padre—. Tú eres un mentiroso, ¿por qué no le dices a las Armstrong quien fue que desconectó los cables del coche de Edgar? —Becky apretó los puños, podía sentir su pesada respiración, Irin abajo fulminaba con la mirada a mi padre, queriendo saltarle encima.

—Becky, diles que detengan a ese hombre —le pedí casi a suplicas.

—No, Freen, él está hablando, dejemos que termine.

Me mordí el labio inferior con impotencia y obligándome a mí misma a terminar de escucharlo.

—¡Que te calles! —volvió a gritar mi padre.

—¡No me calló! estoy hasta los cojones de quedarme callado, ¿por qué? porque la puta de tu mujer se nos insinuaba —mi madre llevó su mano al pecho, avergonzada y ofendida—. Porque eso es lo que es, ¿o lo seguirás ocultando?

En la parte de abajo vi como todos se miraban. Nam miraba desesperada, Irin no parecía encontrar lugar y no dejaba de mirar hacia arriba, las ganas de golpear a mi padre no le faltaban, creo que estaba esperando la hora justa para hacerlo. Becky tenía una mirada fija, rigida y su cuerpo tenso. Su respiración estaba tan agitada que podía escucharla.

Resolló.

—Porque sí, señores, Hana Chankimha, la increíble, fabulosa, espectacular y esplendida Hana Chankimha, no sólo se le insinuó a Edgar Armstrong, el cual no sólo la rechazó una vez, sino dos, tres, y hasta cuatro, ¿por qué? porque él si era un caballero, él si estaba enamorado no sólo de su mujer, si no también de su familia —confesó, con firmeza y si titubeos.

—¿Quién le va a creer a un violador? ¡Porque... señores, para nadie es un secreto que este hombre abuso de la mayor de las Armstrong! —vociferó mi padre.

—¡Hijo de puta! —Irin fue para encima de él, Nam se interpuso al igual que Heng y Noey, deteniendo que se formen más problemas, Becky iba a salir corriendo, pero la detuve tomándola de la mano—. No hables más, quédate callado porque si escucho una palabra más salir de tu boca te mato, ¿me entiendes? te mato, imbécil.

Me sentí tan idiota aquí parada, mi familia estaba siendo destruida, sé que se lo merecían, no eran personas buenas y plenas de corazón, pero no dejaba de avergonzarme por aquello. Desvié la mirada.

Sour Candy Beckfreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora