Becky
—No puedo creer que Freen te haya dicho que tienes que comprar un animal —comentó Irin a mi lado.
—Mira Irina Orina —señalé al perrito que jugaba con su patitas—. Es blanco con unas manchitas negras muy lindo —morí de ternura y no dudé en acercarme.
—No, Becky. Perros en la casa no —refunfuño.
—Pero mira esa carita —hice un puchero hacia Irin.
—Becky —me lanzó una mirada de advertencia—. Perros no.
—Pero es un perrito, y está pequeñito.
Exhaló e inclinó la cabeza hacia un lado.
El chico que trabajaba nos veía mientras sonreía. Este mantenía una distancia prudente dado que Irin le pidió que mantuviera distancia conmigo. El chico de veintipocos nos sugirió un Chow Chow pero esos perros son feos de cojones. No me gustó y seguí mirando hasta que llegue al blanquito.
—Sí, está pequeñito —imitó mi tono de voz de niña de cinco años—. Pero es un perro, y yo no me llevaré bien con él —siguió mirando a más animales a su alrededor.
—Te va a amar —con mis guantes puestos, metí un dedo por la rendija y el perro jugó con mi dedo, sacándome un pequeña sonrisa, era el único animal que me había tocado y me negaba a dejarlo ir, por más que Irin peleara. Esta me lanzó una mirada desaprobadora. Mi sonrisa se hizo grande sin separar mis labios y mirándola con una carita inocente.
—Ese perro ya me odia —señaló al hermoso perro—. Aparte está bien feo.
El perro dejó de jugar con mi dedo y miró a Irin como si la entendiera. Yo imité el gesto del perro, miré a Irin la cual estaba de brazos cruzados, esperando que dejara al gato.
—No hables así de Boba, le estas faltando el respeto —el perro volvió a jugar conmigo.
—Ah, que nombre y todo le pusiste —abrió los brazos, exasperada—. Mira, Armstrong —se llevó la mano a la frente frotándose esta—. Está bien, llévalo pero si caga la casa tu limpias la mierda, le echas comida, le pones agua, lo mantienes peinado, lo bañas porque no pienso soportar un perro sucio por toda la maldita casa. ¡Y lo alejas de mí! no lo quiero conmigo, aléjalo. Porque si me daña el mueble, si rompe algo, si tira un vaso u algo, te lo corto en rodajitas y hago que te lo comas.
El chico me entregó el perro y lo coloqué entre mis brazos mirando a Irin con miedo, y el perro también. Cubrí sus orejitas.
—No la escuches, Boba. No sabe lo que dice —besé su cabecita. El perro colocó su patita en mi mejilla y rozó su nariz con la mía—. Mira...
—¡Que no me lo menciones! y coge lo que le vas a comprar —se apoyó de una pared enojada.
Con el perro en los brazos, tomé una cama para él, un rascador, dos o tres juguetes y una cadena para que lleve mi nombre, el cual se lo pondré luego. Con todo listo, se lo entregué a Irin que fue la que se encargó de pagar todo y con su mirada asesina nos fuimos Boba y yo a subir al coche. No sin una advertencia departe de Irina Armstrong. En todo el trayecto, no mencioné nada porque iba muy distraída jugando con el perro.
En cuanto llegamos a la casa, deje al perro sobre el sofá.
—¡Bájalo de ahí! dios mío, es que me van a matar sin yo haber llegado tan siquiera a los treinta —corrí a bajar a Boba del sofá—. Prepárale sus cosas y haz que se pierda.
Hice lo que me dijo, y cuando terminé de colocarle todo en un lugar apartado, me fui a dar una ducha.
Por mi mente pasó el tema que tocamos Freen y yo; nunca había pensado en él, y es que nunca me había llamado tanto la atención como ahora. Me lo tomé personal, quizá y sea uno de los muchos retos que me toquen, no sabré más hasta el Lunes, y mentir diciendo que ahora mismo no tenía intriga, sería pecado. después de lo que me pasó, nunca había tenido la oportunidad de experimentar por el asco que me daba. Aparté todo rastro de pensamientos impuros y viniendo esos feos recuerdos que no se borran de mí mente. No soportaba cuando pasaba, simplemente me daban asco.
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Sour Candy Beckfreen
RomanceRebecca Armstrong ha sido jefa de su propia empresa por tres años después de la muerte de su padre; el cual de un accidente automovilístico no sobrevivió. Becky tiene una fobia que le ha impedido casi toda su vida, vivir como una persona normal. La...