Capitulo 18

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Becky

Rabia. Ira. Ganas de chocarla contra una pared para que dejara de decir tantas tonterías. Eso quería. No había cosa más irritante que Freen Sarocha cuando se lo proponía; me quedé mirándola de perfil, ambas estábamos frente al mar, yo tenía mis manos metidas en los bolsillos de mi pantalón mientras que ella se encontraba cruzada de brazos con el entrecejo fruncido. Ninguna de las dos decía nada, pero la mañana trajo consigo la brisa y asimismo el agua a la orilla. Nosotras no nos mojábamos los pies, pero al agua tener algo de olas, esta subía y traía algo con la brisa la cual llegaba hasta donde estábamos.

No quería hablar, no porque podía arruinar el silencio el cual no era para nada incómodo, sino porque no quería dañar el bonito perfil que me estaba regalando la tailandesa. No se lo dije, pero aun estando algo despeinada por la brisa, se seguía viendo muy hermosa; su cara se mantenía seria, ella parecía no querer decir nada. Nos quedamos un rato así, hasta que yo me senté en la arena con las piernas dobladas y mirando al mar. Freen no tardó en imitar mi acción.

—¿Alguna razón de porqué me trajiste aquí? —me miró y lo supe porque sentí su mirada sobre mí.

—Paz —musité.

—¿Paz?

Asentí, entrecerré mis ojos, —Sí. Cuando me siento abrumada, que no puedo pensar, siempre vengo aquí. Son pocas las veces en las que tiene gente, suelo venir los días de semana, sólo me encuentro con tres o dos personas.

Y estar contigo aquí, me daba más paz de la que yo podría admitir, sólo que no te lo diría. Porque sé que no sientes nada por mí. Soy una persona enferma, no sé cuando sanaré, no sé cuando superaré este trauma; mi vida siempre ha estado rodeada de problemas, lastima que no sé que es llevar una vida normal, ser tocada por las demás personas. Poder disfrutar de mi sexualidad, poder ser libre, venir a bañarme a la playa y nadar. Yo nunca supe que era eso.

—¿Cuántas veces te bañaste en la playa? —curioseó.

—Nunca —respondí—. Nunca pude.

—¿Por qué?

—Toda mi vida se resumió a miedos, a huir de la realidad que me perseguía. Empezar a salir fue algo que empecé a hacer cuando un día Irin me puso las cartas sobre la mesa —declaré. Chasqueé la lengua—. Y decía que tenía que hacerme cargo de la empresa, ahí fue que empecé a salir más, sin acercarme mucho a las personas y con un miedo de cojones —Freen sonrió, por lo menos eso fue lo que creí, la comisura de su labio se elevó—. Nunca asistí a las reuniones familiares.

—¿Nunca de los nunca?

—Nunca, Freen —me quité un mechón que se metía a mi boca—. Huyo de todo, hasta de mí. Odio dormir.

—Porque ahí es cuando suceden las pesadillas —terminó por mí.

—Así es —afirmé.

—¿Y no tienes una manera de espantarlas?

—No durmiendo. Pero no creo que se pueda agregar como una manera. Suelo ser sincera mucha de las veces, son pocas las que hablo mentira y no digo como me siento en el momento, sólo que necesito tiempo —expresé—. No mentí cuando te dije que no me fijaría en ti.

¿Y que más, Becky? deja de mentirte, por dios, esa chica te tiene de vuelta y media. Pero lamentablemente ella tiene novio y yo tengo que saber respetar eso; y Freen tiene que saber que nunca me fijaría en ella de otra manera, y agradecería que se quedara con eso. No sé a que vino que besara a Heng, y tampoco a que se emborrachara de esa manera y mucho menos a que mencionara mi nombre borracha diciendo que pasara la noche con ella. Sí, a Heng no se le quedó ningún detalle. El creyó que Freen era algo mío, eso hasta que le dije que lo único mío que llegó a ser, fue; mi ex psicóloga. Después de ahí, su cara fue todo un juicio.

Sour Candy Beckfreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora