Capitulo 33

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Becky

—¿Eres una Armstrong?

¿Qué quiso decir con eso? fruncí el ceño a su dirección, mi familia es conocida, eso no es un secreto para nadie; pero lo dijo de una forma tan particularmente familiar, que me hace creer que conocía a uno de mis padres, o a los dos. Carraspeé.

—Sí, una Armstrong —afirmé.

—¿Qué hace una Armstrong en la casa de mi hija? —dijo en un tono amenazador.

—Hana, cuidado con lo que haces —le advirtió Freen.

La madre de Freen quería como acercarse, y me miraba de una manera muy de advertencia, como si tuviera algo contra mí. ¿Habrá conocido a mi padre? ¿habrá mantenido una amistad con él?

Era todo muy confuso, nunca me enteré de nada, así que no puedo dar algo por hecho.

—Esta chica no debería estar aquí —me miró de pies a cabeza, con una mueca desagradable—. Y tiene una de tus pijamas, vaya, ¿quién lo diría? ¿Te revuelcas con esa sin vergüenza?

Freen caminó hasta ella, —Cállate, ¿a que coños viniste? —le escupió—. No la insultes.

—No, déjala —detuve a Freen. Miré a Hana—. Mire que conocí a una persona que era muy parecida a usted, juzgaba sin conocer...

—No, es que yo sí te conozco, ¿quién no? la chica que fue abusada por un hombre, un hombre al cual su padre le dio hospitalidad —decía con veneno, en su mirada se podía ver lo frívola que era. En todo momento la miré a los ojos, no pensaba o planeaba bajar la mirada ante ella, mantuve mi mentón en alto y mis brazos cruzados—. ¿En serio crees que después de eso le puedes dar un futuro digno a mi hija?

—Mamá, detente —le pidió Freen, interponiéndose cuando vio a Hana avanzar hacia mí.

Comencé a retroceder.

—No, Freen, aquí se dicen las verdades —respondió. Apreté mi mandíbula—. No eres suficiente, no porque lleves el apellido de tu padre que fue el que creo todas esas empresas, porque tú no hiciste nada —mis ojos se cristalizaron—. Porque sí, yo conocía a tu padre. Era un hombre increíble, y fuiste tú que debiste ir en ese coche, no él.

Mi garganta se cerró.

—Hana, cállate, no te lo repito más —le volvió a decir Freen, en modo de susurró.

—No sé que haces con esa Armstrong, ¿no te interesaba Irin? ella si es una chica sana, no tiene trastornos. Porque de eso es que se habla, ¿o no viste los periódicos de esta mañana? —una lágrima rodó por mi mejilla.

El mundo pareció cerrarse a mi alrededor, mis manos comenzaban a temblar, mis piernas se sentían débiles. Negaba una y otra vez retrocediendo. Los recuerdos me azotaban porque sí, parecían nunca poder irse, parecían estar ahí guardados, esperando a que sucediera un acontecimiento para volver como virus.

—¿Que noticia? ¿De qué cojones hablas? —Freen fue corriendo afuera y regresó con un periódico en sus manos, yo me mantuve quieta en mi lugar—. ¿Qué es esto? —balbuceó—. ¿Quién hizo esto? —levantó el periódico hacia Hana.

Esta se mofó, —Y yo que sé, sólo sé que el encontrarla aquí me confirma que tú estas peor de la cabeza.

Y unos flashbacks llegaron a mí.

No sé porque no come, sólo abusaron de ella —dijo el psicólogo a mi madre.

Es usted un poco profesional, haré que lo despidan.

Y otro.

Su hija nunca se curará, lo siento pero no puedo hacer nada.

Y otro.

Sour Candy Beckfreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora