Las nubes son tan gruesas y oscuras qué incluso a la una de la tarde, parece más cerca de la noche que del día. Renjun y Chenle llegan al hotel en una sola pieza a pesar de la fuerte lluvia, Chenle lo conduce a un comedor privado y cuando la puerta se abre, Renjun se da cuenta que es una emboscada.
Sentada en la mesa esta su abuela y un hombre alto y elegante qué sabe que debe reconocer, pero no logra ubicar.
Se detiene y mira a Chenle con decepción —Mentiste.
—Técnicamente no es una mentira, solo... –Chenle mueve las manos en el aire. —una especie de omisión de una parte del plan.
La abuela de Renjun se levanta y saluda. —Nieto, deja de estar ahí como un tonto, ven y únete a nosotros. –Renjun tiene una cara de enojo, pero Chenle lo toma del codo y lo acerca a la mesa. Él se sienta, mirando a su abuela. —Renjun, este es Jeno. –dice su abuela, haciendo un gesto al hombre del otro lado de la mesa.
Renjun dirige su mirada brevemente a Jeno, observando el traje a medida, el cabello negro artísticamente labrado, la sonrisa fría y cortes qué no llega a sus ojos. Cruza los brazos sobre su pecho y se gira a su abuela.
—Esta es una maldita cita de matrimonio. –murmura, la ira hirviendo en su estómago.
Su abuela parece imperturbable, arqueando una ceja. —Te crié mejor que eso, saluda a nuestro invitado.
Él hace una cara de enojo y dice: —Tu no me criaste.
—¡Modales!
Renjun mueve su mirada hacia Jeno y asiente en reconocimiento. —Lamento que hayas tenido que estar en medio de esto, pero claramente recuerdo haberle dicho a mi abuela que ya no había más citas de matrimonio.
Su abuela sonríe burlonamente. —Si crees que la rabieta me disuadira, entonces eres tan tonto como obstinado.
—Debe darse en la familia. –Jeno mira nerviosamente a los ocupantes de la mesa, su sonrisa cortes disminuye pero todavía está presente. —Lo siento, Renjun, esto debe ser un shock para ti.
Renjun admite que Jeno intenta, muy difícilmente, mediar en la situación, pero él se mantiene obstinadamente silencioso y hosco durante el almuerzo, mirando cada vez a Chenle o a su abuela intentado llevarlo a la conversación. Finalmente, su abuela suspira frustrada, arrojando el tenedor a su plato.
—Eres imposible Renjun. –dice, la frustración hecha presente en su voz.
Él se encoge de hombros, poniéndose de pie y deslizando sus manos en los bolsillos de su pantalón. —Parece que hemos terminado aquí. –él mira brevemente a Jeno. —Perdón por el almuerzo, diría que te compensaré, pero no nos volveremos a ver.
Jeno lo mira con la boca floja y los hombros rígidos.
Renjun levanta una mano en señal de despedida y sale de la habitación, dirigiéndose a buscar su auto.
Por lo que Jeno había escuchado sobre Renjun esperaba que esté pudiera ser adverso a la idea de una matrimonio arreglado, él estaba preparado para esto, estaba listo para encantar y persuadir y seducir, suavizar los bordes de Renjun hasta que Jeno consiga un arreglo matrimonial. Él realmente no esperaba que el hombre fuera verdaderamente hostil a la idea.
Jeno se sienta, sus dedos se agarran fuertemente a los bordes de su plato, parpadeando mientras Renjun sale corriendo de la habitación, llevándose consigo toda la esperanza, sueño y promesa que Jeno alguna vez se hizo así mismo. Cada paso que toma Renjun es el fracaso de Jeno, la imposibilidad de asegurar un matrimonio, la incapacidad de proteger a Anton, la imposibilidad de cumplir su promesa a su madre. Su estómago se revuelve, hay un sabor amargo de ácido en la parte posterior de su garganta.