—¿Estás seguro de que no quieres que vaya contigo?
Jeno no se da vuelta ante la voz de Anton, mantiene sus ojos enfocados en la ventanilla del lado del pasajero del automóvil, mirando las farolas que pasan. Él sostiene su maleta de mano en su regazo y juguetea distraídamente con la correa, pasando el cuero negro por sus dedos.
—Hyung –habla otra vez Anton desde el asiento del conductor y Jeno puede sentir su mirada sofocante en él.
Jeno fuerza una sonrisa en sus labios. — Estoy seguro, tienes una escuela aquí. Tienes la compañía para tomar el control –finalmente se da vuelta para mirar a su hermano. —Mamá todavía necesita a uno de nosotros cerca.
Anton frunce el ceño. — Todavía...
Jeno se acerca para sacudir el cabello de Anton. —Soy tu hyung, estaré bien —
—¿Por qué no quisiste ir a París? Al menos conoces a Karina allí.
—Porque yo renuncié a esa vida. –responde Jeno. No quería seguir su viejo plan de huir a Francia. Ya lo había enterrado meses atrás cuando apostó por Renjun, de alguna manera no se sentía bien revivirlo. —¿Estarás bien sin mí? –pregunta Jeno mientras permanecen en el espacio fuera del recinto de inmigración.
Anton endereza los hombros y levanta la barbilla. —Me encargaré de las cosas aquí. Diviértete mucho. Te avisaré cuando haya destruido a los Kim.
Jeno se ríe a pesar de sí mismo ante la valentía de Anton. Él golpea su hombro. —Niño, preocúpate primero por ti mismo. Renjun realmente no hizo nada malo, ambos firmamos el contrato.
— No me importa lo que hayas hecho –dice Anton, mirando a Jeno.—Nunca me importó. Podrías romper cada promesa que hayas hecho y mentirme cada dos oraciones, y aún así no me enojaré contigo. Siempre estaré de tu lado.
Jeno sonríe agradecido a su hermano y lo abraza, dándole palmaditas en la espalda con demasiada fuerza. Anton no se estremece, simplemente se agarra con fuerza y suspira pesadamente en el hombro de Jeno.
—Eres un buen hermano –dice Jeno.—Estoy muy feliz de tenerte
—Te quiero, hyung. Por favor cuidate mucho –Anton murmura en la camisa de Jeno, todavía agarrándose fuerte. —Si te sientes sólo, solo llamame, ¿de acuerdo? Puedo volar a donde sea que estés.
Jeno sonrie de nuevo y quita a Anton de su hombro. Alcanza a revolver su cabello otra vez. —Lo sé. Ahora ve.
Anton frunce el ceño, labios en un puchero, pero él retrocede y endereza su columna vertebral. Él agita débilmente su mano en forma de despedida. —Ten un vuelo seguro.
Jeno se despide antes de girar sobre sus talones y dirigirse a la inmigración. Llegó demasiado temprano, preocupado por problemas con su pasaporte. Funciona bien, por supuesto que si. Karina es meticulosa.
Camina hacia la puerta, contemplando su nuevo nombre, grabado en negro junto a su foto en su pasaporte, Sohn YoungJae, suspira, deslizándose en un asiento junto a su puerta. Él está cansado, cansado de ser alguien que no es de nuevo, cansado de desarraigar y mover, cansado de buscar refugio seguro.
Cansado de irse sin ningún tipo de cierre, sin ningúna razón. No debería haber tenido que irse de Seúl a las tres de la mañana, un niño empacando su propio equipaje en una loca carrera en la noche. No debería haber tenido que dejar a su madre en Ichon, apenas un adolescente que se dirigía sólo por el país, a un hogar que nunca le dio la bienvenida.
No debería tener que abandonar a quien ama, el chico que él conoce que se preocupa por él en algún lugar de ese estúpido corazón que trata de fingir que no tiene. No debería tener que irse sin una razón. Él no debería tener que irse sin cierre.