Jeno apaga la estufa y comprueba el tiempo de nuevo, satisfecho de que la sopa de algas este lista. Se aleja de la cocina y mira hacia las escaleras, hacia la puerta aún cerrada de la habitación de Renjun. Sonríe un poco al pensar en Renjun envuelto en el edredón hinchado con los labios fruncidos en un puchero.
Se limpia las manos con un paño de cocina y se dirige a las escaleras, subiendo lentamente los escalones, con cuidado de no hacer ningún ruido. Se detiene en la puerta, apoyando la oreja en él para escuchar si hay signos de vida. Abre la puerta y camina a través de la habitación.
Tal como lo predijo, Renjun está envuelto en un capullo de mantas, almohadas lanzadas al suelo junto a la cama. El sol está empezando brillar muy fuerte afuera pero las persianas están cerradas, una tonalidad azul qué tiñe la habitación. Jeno lentamente se acerca a la cama, aguantando la respiración mientras se inclina e intenta echar un vistazo a la cara de Renjun.
Los labios de Renjun están en un pequeño puchero, su rostro relajado en el sueño. Hay un ligero rubor en las mejillas, rosado y cálido. Jeno sonríe y casi se permite extender una mano para apartar el cabello de Renjun de sus ojos. Se detiene a sí mismo en el último momento, doblando sus dedos en un puño suelto y llevando su mano de regreso a su lado.
Originalmente había planeado despertar a Renjun, decidido a tomar el desayuno con él. Renjun tiene el día libre en honor a sus cumpleaños. Jeno no pudo arreglar poder faltar al trabajo, especialmente con el poco aviso que recibió. Si no hubiera sido por la abuela de Renjun informándole sobre la cena de cumpleaños, Jeno ni siquiera lo habría sabido. En cambio, Jeno había esperado tener una comida en la mañana con Renjun, con sopa de algas caseras.
Mirando la expresión pacífica de Renjun, sin embargo, Jeno no quiere despertarlo.
Se aleja y sale de la habitación tan silenciosamente como puede, dirigiéndose al estudio. Mira a través del escritorio, en busca de un bolígrafo y una libreta de papel para dejar una nota a Renjun. El escritorio tiene un desastre organizado. Hay forma y estructura, grupos de elementos y apilados prolijamente, pero el volumen total de ellos satura el espacio.
Empuja un par de carpetas, los dedos se detienen cuando los levanta y descubre un montón de fotos debajo. Su aliento se atraganta en su garganta y lentamente deja las carpetas a un lado. Se sienta en la silla y avanza tentativamente una mano, tocando ligeramente las fotos.
Una pequeña sonrisa se extiende en sus labios y levanta una pequeña foto, acercándola para inspeccionarla.
La imagen muestra a Jeno y Anton comiendo comida callejera, ambas narices rojas por el frio. Anton sonríe, esa linda sonrisa de conejito donde su nariz se arruga y sus ojos se estrechan en semilunas. Jeno está masticando, con las mejillas hinchadas y llenas. Es de noviembre, se da cuenta, ese día fueron caminando por el río Han.
Jeno todavía puede recordar la forma de los dedos de Renjun mientras se curvaban alrededor de su cámara, asumiendo erróneamente que enfocaba para el horizonte.
Deja escapar una risa silenciosa, el calor calentando sus mejillas. Hay un agradable revoloteo en su pecho, el conocimiento de la atención de Renjun sobre él es una droga embriagadora que él nunca anticipo.
—Así que si me tomaste fotos. –él dice a la nada y vuelve a colocar la foto en el escritorio, reemplazando las carpetas sobre ella. —Muy deshonesto.
Renjun es una persona extremadamente privada, él lo sabe. Pero Jeno piensa que está empezando a tener un poco de acceso, el código de acceso a las paredes alrededor del corazón de Renjun, es peligroso, pero es demasiado adictivo parar. Él quiere saber más acerca de Renjun, quiere tomar más de su atención, quiere llenar su vista por completo. Quiere pelar las capas en las que Renjun se envuelve, hasta las grietas oscuras del corazón que no muestra a nadie más.