Jeno se acurruca en su auto, los dedos entumecidos y los hombros temblando. Él enciende la calefacción pero no puede sentirlo penetrar su piel, siente como si se estuviera desmoronando, su ritmo cardíaco era demasiado rápido, su respiración demasiado rígida, su mente demasiado confusa, se pregunta vagamente cuanto puede tomar antes de que su cuerpo se rinda. Él toma el volante con tanta fuerza que duele, hasta que finalmente siente hormigueo en la punta de sus dedos entumecidos.
Jeno toma una respiración fortificante y levanta la cabeza, levantando una mano para limpiar el agua de la lluvia de su cara. Saca su teléfono y marca un número familiar. El teléfono suena y suena, Jeno cree que la llamada ira al correo de voz cuando responde una voz suave y cansada.
—¿Hola?
Jeno deja escapar un pequeño suspiro, feliz de escuchar la voz de su mejor amiga. —¿Karina?
Ella hace un sonido somnoliento y dice las palabras arrastradas, —Has olvidado las zonas horarias otra vez
Él deja escapar una pequeña carcajada sacudiendo el agua de la lluvia de bajo de sus ojos. —Lo siento ¿qué hora es?
—Antes de las seis en París –la oye decir —¿Está todo bien?
Jeno sonríe cansado y parpadeando rápidamente. —No –dice, sintiendo finalmente la presión de las últimas dos semanas sobre sus hombros. La humedad qué limpia de sus ojos ya no es realmente de agua de lluvia. —No, todo se está cayendo a pedazos y no se que hacer
—¿Qué pasó? –la voz de ella es más aguda, alerta y cuidadosa.
—Quieren casar a Anton. –dice desplazándose sobre el volante, con la frente presionada sobre la parte superior. —No puedo hacer nada para detenerlos.
—Pero, acaba de terminar la secundaria –dice ella con justa indignación.
—¿Creés qué les importa? –toma otra respiración profunda. —¿Podemos acelerar los pasaportes?
—¿Qué tan rápido los quieres?
—Dos semanas.
Karina hace un ruido angustiado. —Imposible. Nono, lo siento, tengo conexiones, pero dos semanas es insuficiente, el tiempo más rápido sería como en seis meses.
Jeno suspira y pasa sus manos sobre su cabello mojado —No tengo seis meses. ¿Podríamos usar nuestros pasaportes actuales? No tengo suficiente dinero ahorrado, pero no moriríamos de hambre y podría encontrar un trabajo.
—Si usan sus pasaportes actuales los Lee los encontrarían en menos de un día, ¿Entonces qué harás?
—No puedo simplemente sentarme aquí y dejar que destruyan el futuro de mi hermano.
—Esta bien, en el peor de los casos... –se atreve a decir Karina. en un tono cuidadoso. —Anton puede casarse y luego divorciarse más tarde.
—No se detendría allí y lo sabes. –Jeno deja escapar un suspiro y se reclina en su asiento.
—¿Qué voy hacer?
—Voy hacer unas llamadas telefónicas ¿de acuerdo? –su voz es suave, tranquilizadora, le recuerda a Jeno cuando la conoció hace años, trece años aterrorizado en una casa con demasiados ojos y poco amor. Ella era la hija del ama de llaves y la única cara acogedora en toda la casa Lee. —Todo estará bien, lo resolveremos
Jeno no sabe si creerle, pero no tiene mucha opciones. Él tiene que hacer algo, y si Kim Renjun no es la respuesta entonces encontrará otra manera.
.
.
.
.
.
.
.Renjun es un genio, genio prodigio de negocios, genio fotógrafo, genio icono de la moda del mundo chaebol, genio nieto de la mujer más astuta qué jamás haya respirado del denso aire de Corea, está más que preparado para el ataque de su abuela. Él sabe lo que viene, él está preparado. Llamo a sus asociados, aseguro sus alianzas y aseguró sus fondos. Esta listo para ser cortado, para que su posición se vea amenazada en la empresa. Está preparado para la batalla de la desheredación y está listo para la larga lucha, sin embargo se da cuenta, en silencio e internamente, solo por sus pensamientos, qué tal vez incluso los genios son susceptibles a episodios de estupidez. Él no está, de hecho, listo para su primer ataque, es impensable, de sangre fría, cruel, es brillante. Debería haberlo visto venir.
Frunce el ceño a Chenle, su primo tumbado sobre el sofá, largas piernas arrojadas sobre el brazo del sofá, haciendo pucheros.
—¿Te importa repetir eso? –Renjun dice lentamente, su voz cortante.
Chenle se desplaza una almohada contra su pecho, aciendo un puchero cada vez mas profundo. —Dije –dice con petulancia —que la abuela hizo que me expulsaran de la universidad.
—Ella no puede hacer eso
—Ella lo hizo.
—Tu pagaste tu matrícula, yo pagué la matrícula.
Chenle resopla y se da vuelta para mirar al techo pateando sus piernas contra el brazo del sofá. —Si, bueno, dijeron que te devolverán el dinero
—Esto es jodidamente ridículo, no pueden echarte a patadas sin ningún motivo.
—No es sin una razón –Chenle mueve su cabeza para mirar a Renjun. —Es tu culpa
Renjun frunce el ceño y se levanta abruptamente de su sillón. —Llamaré a la escuela y te haré volver a tus clases, esto no es ético, posiblemente sea incluso ilegal.
Chenle resopla de nuevo. —¿Desde cuándo los altos mandos de la República de Corea se han preocupado por la ética y la legalidad? –gesticula con su mano. —Todo se trata de dinero, hermano mío. No hay justicia para la clase trabajadora.
Renjun frunce el ceño, sosteniendo su teléfono en su oreja. —¿Desde cuándo coño eres de la clase trabajadora?
—Un heredero chaebol como tú simplemente no entendería. –suspira tristemente, sacando su nuevo IPhone 16 pro max. Renjun abre la boca para señalar la paradoja, pero Chenle se salva cuando la linea contesta a Renjun.
Él pasa veinte minutos hablando con el presidente de la universidad, antes de que el presidente finalmente suspire profundamente y diga. —Sr. Kim, permítame ser totalmente sincero con usted. No vamos a readmitir al Sr. Zhong bajo ninguna circunstancia, a menos que la presidenta nos de una orden directa
Renjun frunce el ceño —¿Entonces ella solo tiene que hacer una donación para agregar una ala a tu biblioteca y caes como perro a sus órdenes?
—No es una ala Sr. Kim, es un edificio completo
Renjun parpadea. —¿Disculpa qué?
—La presidenta ha donado generosamente para un edificio completo de tres pisos. Francamente, vendería a mi propia madre por la presidenta, así que me temo que nuestra conversación ha terminado.
Renjun resopla frustrado y arrojando su teléfono sobre la mesa de café.
—Vaya qué te fue tan bien, estoy tan contento de que me tengas a tu cuidado ge. –Chenle hace muecas, con el teléfono sobre la mesa a mientras juega.
—Callate.
—Siempre dije, que mi ge es un genio, que puede manejar cualquier problema.
Renjun arroja una almohada a Chenle pero falla. Él toma el teléfono de la mesa de café y marca él número de su abuela. Va directo al correo de voz y él retira su teléfono, frunciendo el ceño.
—La abuela ha bloqueado nuestros números. –explica Chenle sin dejar de jugar su teléfono. —Lo has jodido a lo grande
—No he jodido nada. –Renjun dice y se para, agarrando sus llaves y buscando su chaqueta. —Voy a ver a la abuela
—Genial, mucha suerte primo. –dice Chenle levantando una mano para despedirse.
Renjun arroja otra almohada y sonríe cuando esta llega a su objetivo.